Opinión

El chantaje de Marruecos

Melilla vivió este martes un nuevo salto a la valla. En esta ocasión, los migrantes eligieron entrar por la valla que rodea al paso fronterizo de Beni Enzar (30) y a nado por Dique Sur (18). Todos suponemos que el primero de estos puntos está especialmente vigilado por la Policía marroquí. Sin embargo, nos cogió por sorpresa porque los subsaharianos eligieron la hora del cambio de turno de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas.

No es difícil pensar, por tanto, que alguien ha tenido que decirles que ese momento es el ideal para entrar en la ciudad por sorpresa, sobre todo, si se hace en dos grupos, de manera simultánea. La pregunta es obligada: ¿dónde estaban los agentes marroquíes? ¿Cómo es posible que en un país confinado, con informantes en todos los barrios nadie se haya enterado de que se organizaba un salto masivo a la valla de Melilla?

Curiosamente, el salto de este martes (el segundo del mes de marzo) coincide con la salida a licitación en Madrid de la compra de dos lotes de 30 y 60 quads 4x4 (los primeros de ellos, automáticos) para apoyar la lucha contra la inmigración irregular del Ministerio del Interior de Marruecos.

El contrato, que puede consultarse en la Plataforma de Contratación del Sector Público (expediente SPD 2021-028), asciende a 1.224.000 euros y está abierto. Esto significa no sólo que el Ministerio de Administración y Políticas Públicas está ahora recibiendo propuestas sino que, además, tardará lo suyo que la compra de los quads sea adjudicada y los vehículos lleguen finalmente a su destino.

No es descabellado intuir, entonces, que el salto a la valla de este martes sólo viene a meterle prisas a España. Es la manera sutil que tiene Rabat de demostrarle al Gobierno español que esa compra no sólo es necesaria, sino también imprescindible para proteger nuestras fronteras.

Este cuento nos suena familiar. Llevamos muchos años siendo objeto de este tipo de chantaje por parte de las autoridades marroquíes. Si España les promete algo, lo quieren ya. Saben esperar, seguramente, pero prefieren hacernos creer, siempre con torpeza, que las prisas las tenemos nosotros, no ellos.

Pero, ojo, el salto a la valla coincide además en el tiempo con la orden de Marruecos de suspender en la medianoche de este martes a miércoles todos los vuelos con destino o procedentes de España y Francia por lo que ellos consideran que es un desmadre de la situación epidemiológica en ambos países.

Lo de Francia está justificado porque desde hace una semana París y otros 15 departamentos franceses están confinados. La medida restrictiva, la tercera de su tipo que se aplica en el país durante la pandemia, está previsto que dure un mes (hasta finales de abril). Sin embargo, en España el cierre perimetral decretado en Semana Santa es preventivo y se ha impuesto para evitar una cuarta ola de la pandemia del coronavirus. Excepto en Melilla, donde la cosa está desmadrada, en el resto del territorio español está todo bajo control.

No hay motivo para esa reacción de Marruecos, especialmente porque es un país que vive del turismo y no sólo ha cerrado sus puertas a españoles y franceses. También a alemanes, belgas, ingleses, italianos, daneses, austriacos y portugueses. Es evidente que aquí no hay sólo una inquina personal hacia España o un amor desmedido hacia la salud del pueblo marroquí. Aquí el pulso va con Europa.

Marruecos se ha venido arriba y se ha creído que su tamaño geográfico es directamente proporcional a su influencia política. Se cree capaz de tutear a Europa y lo está intentando. Siempre con la inmigración como moneda de cambio.

El cierre de las fronteras marroquíes a españoles y franceses ha sido tomada “por tiempo indefinido”, al estilo del cierre de los cuatro puntos fronterizos con nuestro país. No olvidemos que la verja está cerrada desde el 13 de marzo de 2020, hace ya un año. Ahora, señores, estamos incomunicados por aire y tierra. De hecho, los españoles y marroquíes residentes en España atrapados en Marruecos saldrán en un barco de Balearia el próximo 4 de abril desde el puerto de Tánger en dirección a Algeciras.

Marruecos sigue aparentando que controla la situación. Puede que no sea así, pero la realidad es que va siempre por delante. Lleva la voz cantante. Y mientras esto pasa, nosotros, desde Melilla, respondemos con tibieza.

No olvidemos que nuestra Ciudad Autónoma descartó hacer una declaración conjunta condenando las palabras del primer ministro marroquí Saadedín Al Othmani, cuando dijo que después que terminen con el tema del Sáhara Occidental irán a por Melilla y Ceuta porque, en su opinión, somos marroquíes.

En mitad de una crisis tan severa como la que el coronavirus está dejando en nuestro país; con una inestabilidad política alarmante, no podemos desgastarnos ahora en una pelea con enemigos externos. Marruecos está aprovechando nuestra debilidad. Se le olvida quiénes somos y de dónde venimos. Cuando esto pase, porque pasará, habrá que poner a cada uno en su sitio. Las borracheras de grandeza pasarán y entonces es cuando debemos valorar qué relaciones nos interesan mantener con nuestro vecino africano. Ahora, de momento, sólo nos queda aguantar el tipo. Marruecos tiene la sartén por el mango o lo aparenta, que en política no es lo mismo, pero es igual.

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