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Ha visitado Melilla esta semana, dentro de los actos del DIFAS, para presentar su novela ‘Infantes sin leyenda’, así como dar una charla sobre el Milagro de Empel, un episodio de las guerras de Flandes
Entre el 7 y el 8 de diciembre de 1585, los tercios del Ejército español derrotaron en condiciones muy adversas a la flota holandesa que los asediaba en una isla entre los ríos Mosa y Waal. Aquel episodio, poco conocido en nuestro país, pasó a la historia como el Milagro de Empel. El teniente general César Muro Benayas (Talavera de la Reina, 1952), quien fue comandante general de Melilla entre 2008 y 2011, visitó la ciudad esta semana para dar una charla sobre aquella hazaña bélica. Además, presentó su novela ‘Infantes sin leyenda’, una historia ambientada en la América colonial del siglo XVIII.
–El Milagro de Empel es un episodio bélico poco conocido en la Historia de España. ¿Qué se puede hacer para difundirlo como merece?
–El poner en valor y difundir los hechos del milagro de Empel es una de las finalidades de la asociación que presido, llamada Amigos del Camino Español de los Tercios. A base de conferencias, expediciones y visitas a Empel, cada vez es más conocido. A pesar de eso, aun queda mucho en su difusión. La prensa y los medios en general tienen aquí un buen tema a difundir.
–Los holandeses llegaron a decir que "Dios era español" como consecuencia de esos hechos.
–Es una exclamación que acuña el cronista que narra estos hechos. Son frases dichas por el enemigo toda vez que la situación era totalmente propicia para su victoria sin apenas arriesgar. El hielo que inmoviliza sus naves cambió totalmente la situación. De ahí esa expresión de boca de los enemigos.
–El Milagro de Empel fue, además, la causa de que la Inmaculada sea la patrona de Infantería.
–Efectivamente, se decidió por ella hace 125 años porque los expertos eclesiásticos vieron que en Empel se dieron hechos anómalos y anormales que no podían asociarse a nada diferente a la intercesión de la Virgen.
–¿Cuál es el argumento de 'Infantes sin leyenda', la novela que acaba de presentar en Melilla?
–‘Infantes sin leyenda’ es la historia de una misión de un regimiento de Infantería español en la colonización del Uruguay en el siglo XVIII. Es una gesta desconocida y he tenido la satisfacción de recuperarla. Los hechos son realmente muy meritorios y tienen cierto paralelismo con lo que hacen los ejércitos actualmente. La inmensa labor de la colonización de la América Hispana, desgraciadamente olvidada en la sima de la ingratitud, es la finalidad de esta novela.
–Siempre se ha dicho que en España se da la espalda a su historia militar, a diferencia de otros países como Gran Bretaña o Estados Unidos. ¿A qué cree que se debe? ¿Qué hacer para que la cultura de defensa llegue a la sociedad civil?
–La cultura de defensa, poco a poco, como la lluvia fina, va calando en la sociedad. Sin embargo, queda mucho por hacer, sobre todo en el marco educativo. En la enseñanza se adolece de estudios y trabajos sobre historia y en la familia no se inculcan a los hijos, como en otras naciones, la importancia del legado histórico del que somos herederos. También en el marco de las Fuerzas Armadas somos culpables de estas carencias no estudiando la historia militar como fuente de experiencia. Ya se está cambiando.
–¿Qué sensaciones ha tenido al regresar a Melilla, donde usted fue comandante general?
–Me considero melillense de adopción. Volver a Melilla siempre es un premio en mi vida. Desgraciadamente en esta ocasión no he podido quedarme a disfrutar del teatro con la obra de los tercios y, por supuesto, con los actos del Día de las Fuerzas Armadas. Conservo no sólo grandes amigos, sino también recuerdos imborrables.
–Ha servido en el Ejército durante 45 años. En su hoja de servicios están, entre otros, el haber mandado la Guardia Real, dirigido la Academia de Infantería de Toledo y estar al mando de la Unidad Militar de Emergencias. En una carrera militar tan larga, ¿qué etapa recuerda con más cariño?
–Estoy muy orgulloso y satisfecho de cómo se desarrolló mi vida militar activa. Reconozco haber sido un afortunado. Priorizar unos destinos sobre otros es difícil porque han sido muy diferentes. Sin embargo, confieso que Melilla me marcó como ningún otro: me cautivó, y ejerce sobre mi un importante magnetismo. Sigo su prensa y sus avatares y no hay un solo día en mi vida que no esté presente.