La Consejería de Medio Ambiente de Melilla se plantea cerrar al tráfico de coches los puntos negros donde algunos dejan la basura de ‘extranjis’. Entiéndase Los Pinos, Aguadú o la Pista de Carros, entre otros. Por cierto, en este último espacio no está permitida la circulación y pese a ello hay un palé de pan viejo tirado ahí desde este fin de semana.
Doy por hecho que ese palé de pan no se cayó de la nave de un OVNI. Tampoco es un milagro. Es basura.
No sabría decir cuántas veces he escuchado quejas en Melilla achacando la suciedad de nuestras calles a “la gente de Marruecos”. Culpábamos a nuestros vecinos porque revolvían los contenedores; porque tenían la zona de Beni Enzar echa un asco, apestando a orina.
Pues bien, llevamos un año y medio con la frontera cerrada y no hay una mejora sustancial al respecto. La basura sigue desbordando los contenedores; lo que antes olía mal ahora huele peor. Mira por dónde hemos descubierto que los guarros viven entre nosotros.
A nuestros vecinos marroquíes los culpábamos también de los altos índices de delincuencia y al final resulta que no estamos más seguros con la frontera cerrada. Ahora sabemos que no eran ellos; que la gente de Marruecos evitaba, además, que se saturara nuestro punto limpio de Remesa con enseres arrojados a las calles, que ellos reciclaban en su país, sacándolos por la frontera.
Reconozco que no me gustan las restricciones, pero creo que hay motivos suficientes para cortar el tráfico de vehículos en espacios de alto valor medioambiental de la ciudad. Así evitamos que la gente se lleve carbón a Los Pinos para montar hogueras, algo que, por motivos obvios, está prohibido. Creo que es la única manera de que no pase desapercibido alguien con un palé de pan al hombro.
La medida nos puede ayudar a evitar botellones y más contagios de Covid en Melilla porque todos sabemos que en esas zonas se inclina el codo con una agilidad envidiable.
Fíjense, el año pasado, con seis veces menos contagios de coronavirus en Melilla, se cerraron al tráfico de vehículos varios espacios de la ciudad. Pero Ayuso ganó las elecciones en Madrid gracias a su oposición a las restricciones, las mascarillas y el cierre de bares y ocio nocturno y en ese momento la socialdemocracia, la izquierda y la derecha se pusieron el trajecito de liberales y gritaron: ¡Yo, como Ayuso!
No sé a ustedes, pero a mí esta quinta ola de la pandemia se me ha hecho larguísima. Sin embargo, me siento como un bicho raro caminando por las calles de Melilla porque noto en los demás que no hay percepción del peligro.
El Paseo Marítimo está animado; en el Rastro hay vidilla y por la calle se ve movimiento. La gente se estrecha las manos, se toca, se abraza… como si estuviéramos en 2019; como si no hubiéramos tenido que confinarnos meses y meses sin salir de casa más que a comprar comida y a pasear al perro.
Si a eso sumamos que a la campaña de vacunación aquí en Melilla se le atragantó la inmunidad de rebaño, me temo que estamos recuperándonos en falso de la crisis derivada de la pandemia. No acabamos de entender que no hay economía segura si no conseguimos poner a raya el coronavirus. Una cosa, va con la otra.
Ahora empiezan las clases y toda precaución es poca porque nuestros niños menores de 12 años no están vacunados. Tenemos que seguir protegiéndonos por ellos. Es nuestra responsabilidad protegerlos.
En Marruecos, por cierto, han retrasado el inicio del curso escolar de este 10 de septiembre al 1 de octubre ante la alta tasa de contagios que se está registrando en el país. La idea es retomar las clases con la franja de edad de niños y adolescentes de entre 12 y 18 años ya vacunada.
Si como dice la delegada del Gobierno, la frontera sigue cerrada por motivos sanitarios, los últimos datos de 2.000 nuevos contagios y 72 fallecidos en Marruecos invitan a pensar que la cosa va para largo. Sobre todo, porque en el país vecino, de media, sólo se ha vacunado el cuarenta y pico por ciento de la población. No les queda nada hasta el 70%.
Pero Melilla no se queda atrás. El director provincial de Salud Pública, Juan Luis Cabanillas, ha reconocido en declaraciones a El Faro que nuestra ciudad “difícilmente” alcanzará el objetivo de vacunación marcado. Él dice que es porque aquí el 20% de los melillenses tienen menos de 12 años.
No soy un lince con las matemáticas, pero entiendo que el restante 80% sí se puede vacunar. Si hemos conseguido inmunizar ya al 57%, ¿los que quedan son negacionistas? No me salen las cuentas para entender que “difícilmente” llegaremos al objetivo del 70%. Algo se me escapa.
Lo dicho, igual las restricciones nos vienen bien para frenar los botellones y los contagios, proteger el medio ambiente y encima, hacer deportes, que falta que nos hace a unos cuantos.
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