Aunque el término 'primita' con el que conocemos a los cernícalos de las dos especies presentes en Melilla puede inducir a error, es un localismo propio de nuestra ciudad que indica una larga convivencia con estas dos especies. Este nombre, 'primita', está inspirado claramente en el apelativo de una de las dos especies, el cernícalo primilla, pero se usa en Melilla para nombrar las dos especies, tanto la residente, el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) como la migrante, el cernícalo primilla (Falco naumani), que solo aparece por nuestra ciudad a partir de marzo, proveniente del África subsahariana. La similitud entre estos dos pequeños halcones lleva a la confusión general de que se trata de una sola especie, por eso se les suele aplicar en Melilla el mismo nombre a las dos.
Ciertamente las coincidencias entre el vulgar y el primilla no terminan en su gran parecido, pues muchos aspectos, como la conducta o la alimentación, son comunes en ambos, aunque las diferencias son profundas y además sorprendentes.
Trataremos en primer lugar de resaltar algunas características de los cernícalos comunes a ambas especies. En primer lugar, el nombre de 'cernícalo' alude a una de las características más sorprendentes de estas pequeñas rapaces, su capacidad para permanecer 'cernidas' en el aire a modo de helicópteros, batiendo las alas con tal maestría y acrobacia que no se moverán de esa posición durante todo el tiempo que necesiten para localizar sus presas en tierra. Los cernícalos no son las únicas rapaces que poseen dicha habilidad, pero son verdaderos maestros en su ejecución. Además, son rapaces relativamente abundantes, y no es raro que habiten dentro de los cascos urbanos de ciertos pueblos, por lo que es fácil observarlos mientras ejecutan sus cernidas. Al menos, más fácil que a otras rapaces con dicha habilidad, como el águila culebrera (Circaetus gallicus), mucho menos abundante y de hábitos nada urbanos. Los cernícalos están especializados en la caza en territorios abiertos y despejados de árboles, como llanuras, estepas y tierras de labor. Localizan desde el aire todo tipo de pequeñas presas, desde mamíferos hasta insectos, pasando por reptiles y pequeñas aves.
Los cernícalos suelen anidar en acantilados verticales, tratando que sean todo lo inaccesible que se pueda para evitar a los depredadores, pues a pesar de que el cernícalo es un halcón de pleno derecho, su pequeño tamaño lo convierte en una presa fácil. Sustituye con frecuencia las paredes de los acantilados por las de castillos, iglesias y todo tipo de construcciones rurales y urbanas que ofrezcan las condiciones idóneas para instalar su nido. Una condición primordial es que haya pequeñas oquedades o grietas suficientemente estrechas para que no quepa ninguna otra ave mayor que la primita y que compita con ella por instalar su nido. Cuanto más viejo sea el edificio, más oportunidades para albergar sus nidos, por lo que los castillos medievales y los cortijos abandonados son lugares perfectos para el cernícalo. Estas construcciones, además, suelen estar rodeadas por llanuras agrícolas donde los cernícalos podrán cazar y alimentar a sus crías. La mayoría de sus presas son además enemigos del agricultor, como saltamontes, ratones y topillos, por lo que ambas especies de cernícalos están consideradas de utilidad pública, y por tanto protegidas por la ley como colaboradoras en la lucha biológica contra las plagas.
En cuanto a las diferencias entre el cernícalo vulgar y el primilla, vamos a enumerar las principales, para ayudarnos a diferenciar estas pequeñas rapaces cuando coincidan en la ciudad. Para empezar, el macho de cernícalo vulgar tiene el plumaje de la espalda de un característico color ladrillo, adornado con pequeñas manchas oscuras, y la cabeza de un color gris azulado. El primilla macho es muy similar, con la cabeza gris azulada y el dorso de color ocre, pero carece de las manchas oscuras del vulgar, siendo la diferencia más resaltable en cuanto al plumaje. Las hembras de ambas especies, en cambio, son uniformemente ocres, con el vientre más claro y barreado, y resulta muy complicado diferenciarlas a cierta distancia.
La forma en que anidan una y otra especie también constituye una diferencia fundamental entre ambas, pues mientras el cernícalo vulgar cría en solitario, el cernícalo primilla es un ave colonial, y las parejas suelen instalar sus nidos muy próximos unos a otros.
Pero hay una diferencia de conducta que resulta definitiva para separar claramente una especie de otra: el cernícalo vulgar es un ave sedentaria, y cuando termina la época de cría los miembros de la familia permanecen en el mismo territorio, mientras que el cernícalo primilla es una rapaz migratoria, y en cuanto termina el período de crianza en nuestras latitudes comienza un periplo que la llevará a cruzar todo el Sahara hasta sus cuarteles de invierno allá por el Sahel. En el caso de Melilla ambas especies no coincidirán en los cielos y acantilados de nuestra ciudad hasta la primavera, que traerá desde el sur de nuevo a los primillas hasta aquí para responder al instinto reproductor y criar en los acantilados de la costa norte, no muy lejos de donde lo harán algunas parejas de vulgares.
Antaño hubo una importante colonia de cernícalos primilla en las murallas de Melilla la Vieja que miran hacia la ensenada de los Galápagos. Una colonia similar se puede contemplar en el castillo de Tarifa, situado sobre el puerto de dicha ciudad. Esta colonia es visitada diariamente por aficionados de todas las nacionalidades, y los profesores de Tarifa llevan a los alumnos periódicamente a disfrutar y aprender mientras observan el devenir de las parejas instaladas en los muros de dicho castillo. Aunque para un naturalista esta imagen es ciertamente gratificante, como melillense no deja de ser triste pensar que en Melilla tuvimos esa oportunidad, pues la colonia que anidaba en nuestra fortaleza era la segunda colonia natural más importante de España. Como tantas veces, un grave error administrativo, que autorizó la restauración de la muralla en plena época de cría, dio al traste con esta histórica colonia, que hoy en día hubiera podido convertirse en una atracción más para los visitantes, pero que nunca más volvió a albergar nido alguno de estas aves.
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