Los melillenses han tenido la oportunidad este sábado, entre las 17 y las 20:30 horas, de visitar el submarino Galerna, que se encuentra este fin de semana en el Puerto de la ciudad autónoma.
El submarino fue botado en diciembre de 1981 y entregado a la Armada en 1983, por lo que lleva 41 años operando al servicio de España. Mide 67,5 metros de eslora y 6,8 metros de manga. Su velocidad en media en superficie es de 11 nudos y en inmersión, de 20 nudos.
Según ha detallado a El Faro el jefe de máquinas, el teniente de Navío Javier Sánchez-Tembleque, el submarino está ocupado normalmente por alrededor de 60 ó 65 personas, dependiendo del tipo de navegación. La mayoría de la dotación son oficiales y suboficiales y la número de marinería es menor, “porque la función de cada uno durante su guardia tiene unas implicaciones de seguridad muy grandes y son tareas que no debería asumir un marinero”.
Las misiones que cumple el submarino tienen que ver con inteligencia, vigilancia y reconocimiento de la mar, siempre operando sin ser visto, algo que no pueden conseguir las fragatas o los patrulleros. En concreto, estas funciones tienen que ver, según ha abundado el jefe de máquinas, con el control del tráfico de personas y la inmigración irregular, del tráfico de armas y de las embarcaciones rápidas que llevan droga a la península.
También puede el submarino realizar operaciones de minado e inserción y operaciones especiales a través de la esclusa de salvamento de proa, que es un compartimento que se inunda para que los buceadores de esas unidades puedan salir por esa escotilla.
Casi todas estas misiones, según Sánchez-Tembleque, se realizan en la zona occidental del Mar Mediterráneo, la de “mayor interés para España”, aunque “puntualmente” también trabaja en la zona de las islas Canarias, en el Océano Atlántico.
Decenas de personas han acudido esta tarde, durante la jornada de puertas abiertas, para satisfacer su curiosidad sobre el submarino. Una de ellas es Karen Fernández, quien ha ido acompañado de su familia: María, José y las pequeñas Carla y Tani.
Ante la imposibilidad de tomar imágenes de su interior, Karen explica cómo es: “Está muy bonito por dentro. Es chiquitito. Bueno, muy largo, muy grande, pero es como muy compacto. Un poquito claustrofóbico, pero muy bien”. Tras bajar por las escaleras a un lado queda la zona de las camas y, al otro, la de la cocina, una ducha y dos baños.
A Karen le ha dado la sensación de que “tiene un montón de controles”, entre ellos dos periscopios, uno más simple y otro más complejo, según le han explicado.
En su opinión, este tipo de iniciativas por parte de las Fuerzas Armadas tienen un alto “interés cultural”. Además, ha añadido, “es algo interesante de ver, porque es algo que no se ve todos los días y hay gente que ni siquiera puede verlo una vez en la vida”.
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