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A sus 74, este melillense del barrio de El Real añora la Melilla de su infancia en la que se dormía con las puertas y ventanas abiertas
Antonio Bonachera (3 de agosto de 1945) levantó su casa encima del taller de carpintería que montó en el barrio de El Real en la época en que los novios, cuando se casaban, encargaban los muebles a un carpintero de confianza. Con El Faro ha conversado sobre la Melilla de su infancia, lo mucho que ha cambiado su ciudad y su afición por los animales y la caza.
–¿Se parece esta Melilla a la ciudad en la que usted creció?
–En Melilla antes no había rejas. Dormíamos en la huerta con las puertas y ventanas abiertas. Se podía cazar en Melilla entera, desde Rostrogordo hasta la frontera. Éramos todos como hermanos. A lo mejor había cuatro o cinco guardias civiles en el puesto de la Granja, que se ponían a tirar tiros con nosotros. Éramos como hermanos. Como una familia. No había alambrada. Sólo mojones cada cien metros, que marcaban hasta dónde llegaba la ciudad.
Antes no había paro. No existía desde que tuve veinte hasta los treinta años. Yo primero fui zapatero y luego carpintero.
Ahora ha crecido mucho la población de origen marroquí. Antes éramos unas 40-50 mil personas.
Al señor Imbroda lo vi el otro día en una entrevista en televisión y dijo que la mayoría de la población de Melilla es española. Eso no es cierto. En una casa hay una persona con papeles y cinco indocumentados. Dijo que aquí no había delincuencia y tampoco es cierto. Toda la basura está metida aquí. Hace poco estaba en mi taller y salí a la calle a fumarme un cigarro, me empujaron y me tiraron al suelo. Se llevaron el dinero que tenía en el bolsillo. Ahora trabajo con la puerta cerrada. Los niños, los menores, se han metido conmigo y me he tenido que callar. Yo me creía que Imbroda era otra persona. Me tenía engañado.
–¿Cuándo empezó usted con la carpintería?
–De muy pequeño. Yo tenía doce o quince años cuando empecé. Me llevaron de aprendiz de carpintero a un taller. Se me da bien la madera. Para mí es el oficio más bonito del mundo.
–¿Cuál es la madera que más le gusta trabajar?
–El nogal es la que más me gusta. Es una madera noble. Y por supuesto, la caoba. Se trabajan mejor y el trabajo queda más vistoso. Yo soy ebanista. Los muebles son lo que mejor me ha salido. Pero también he hecho jaulas de pájaros de olivo y de coral, que no se trabaja desde hace 40 años.
–Veo que tiene dos perros y muchos pájaros. ¿Cómo se explica que le gusten tanto los animales y sea aficionado a la caza?
–El cazador es el que más los cuida. Los cazadores furtivos eliminan y no los cuidan. Yo respeto la vida y solo mato cuando se puede matar. En tiempo de veda, pongo bebederos cuando no tienen agua.
–¿De dónde viene su afición por los pájaros?
–Melilla ha sido siempre una ciudad de paso de aves, de la península a África. Venían aquí de descanso. Ya no quedan por la falta de agricultura. Antes toda la zona del aeropuerto era huerta. Se sembraba de todo. De la península no venía nada. Aquí se sembraba hasta cebada y trigo. Toda la zona de Huerta Salama era huerta.No había naves ahí. Lo poco que venía de Marruecos, entraba en Melilla de madrugada en burros.
–¿Nota que también ha cambiado Nador?
–Ha cambiado a peor. Nador era como Melilla. Toda la parte del Rif ha cambiado a peor. Va uno para adentro y Marruecos es distinto, hay respeto. En Meknes, no vamos a ir muy lejos, tocas cualquier puerta y te abren. En Farhana y Beni Enzar está metida toda la delincuencia.
–¿Cómo se cazaba en la Melilla de su juventud?
–Era libre. No había permiso de cacería. Melilla era un paraíso para la caza y la pesca. Cuando no había cartuchos, ni siquiera en la península, los sacábamos de los cuarteles, con amistades.
–¿Ha cambiado mucho El Real?
– Sí. Antes eran casas matas. Ahora todas son de cuatro o cinco plantas. Era un barrio ejemplar. Muy bueno. Aquí lo que buscas, lo encuentras. Entras en una tienda y hay uno con papeles y diez sin papeles. Los empleados son casi todos indocumentados. Antes eran todo bares. Ahora son todos cafetines. De los hosteleros cristianos queda sólo uno en El Real, el del Playing. Antes era al revés.
–Antonio, usted nunca se casó. Digamos que es el soltero de oro del barrio del Real.
–Somos cuatro hermanos. Uno casado, que murió. Una separada y mi hermana Isa, que me cuida muy bien.
No fui capaz de casarme y dejarla sola. Tuve novias y lo pensé. No ha aparecido la mujer perfecta para mí. Tengo a mi hermana que es una gran cocinera y me hace unas habichuelas y unos garbanzos que me gustan mucho. Su cuscús con jabalí es el número uno.
–Su oficio se está perdiendo en Melilla. ¿Por qué?
–Hace 20 años me fue muy bien, pero ahora la madera hay que traerla de la península. Los carpinteros de Marruecos se han quedado con el negocio. Antes había muchos carpinteros en Melilla y ya no hay. En otra época los novios se casaban y encargaban los muebles aquí. Les gustaban nuestras terminaciones de lujo.