Eduardo de Castro, presidente de Melilla, repasa las vicisitudes de la pandemia de coronavirus que durante un largo año ha resquebrajado la vida social y económica de la ciudad.
Después de haber logrado que Melilla fuera la región española con un menor impacto del virus durante los primeros meses de la crisis sanitaria, la ciudad se encuentra hoy en una situación muy diferente, con los contagios disparados y a las puertas de una cuarta ola que puede ser fatal. Una encrucijada ante la que De Castro pide a la ciudadanía el cumplimiento de las normas sanitarias y recuerda que nos estamos jugando la salud. Tampoco olvida el presidente que el horizonte económico de Melilla, cercado por las consecuencias de la pandemia y la asfixia a la que Marruecos somete a la ciudad, exige una reflexión profunda y la búsqueda de alternativas a la dependencia del país vecino.
-Durante la primera ola de la pandemia, Melilla fue el territorio menos golpeado por el virus de España, pero en este momento nos encontramos con las peores cifras epidemiológicas de todo el país ¿qué ha cambiado para que esto suceda?
-Cuando estábamos en el estado de alarma anterior, con las comunicaciones cerradas, efectivamente el virus no nos golpeaba con tanta fuerza. Todos recordamos como cuando se cerró todo no había apenas casos de contagios. Esta circunstancia, unida al confinamiento tan estricto que vivimos durante meses en los que se mantuvo el cierre de las comunicaciones, permitió controlar el virus de forma más efectiva. Luego se abrieron las comunicaciones y empezaron a subir los contagios los contagios.
Siempre he sido consciente de nuestra situación. De hecho, debo recordar que he sido el presidente más restrictivo de todo el país en cada uno de los once decretos que he dictado: fui el primero que planteó el uso obligatorio de la mascarilla; el confinamiento nocturno o mal llamado toque de queda; y también el primero que solicitó un confinamiento total o el que más restringió desde un primer momento el número máximo de personas que podían reunirse. Precisamente porque ya a nadie se nos escapa que todo lo que pase por restringir la movilidad es bueno, precisamente porque el virus se mueve con la gente.
Es cierto que los desplazamientos deben estar debidamente justificados; por ello hemos exigido ya una acreditación exhaustiva que los justifiquen, para evitar los abusos que se están produciendo. Nos estamos jugando la salud de todos y sobre todo, con el no cumplimiento de las normas, estamos atentando contra aquellos que sí las respetan y se privan de salir de Melilla o cuidan de no contagiarse ni de contagiar.
En la circunstancia en que nos encontramos debemos tener muy presente que el peor viaje es acabar en el hospital o terminar en una UCI por haber cometido la imprudencia de habernos ido de vacaciones durante esta pandemia.
-¿Cree que se pueden revisar los decretos ante la ‘picaresca’ de algunos ciudadanos que utilizan los supuestos excepcionales para evitar las restricciones de movilidad y viajar a la península?
-Evitar la picaresca es difícil en una situación tan compleja, máxime cuando las excepciones a la limitación para la entrada y salida de Melilla vienen ya marcadas por el Gobierno. No es una solución que se pueda encontrar en los decretos que dicta el presidente.
Le recuerdo que decreté el límite perimetral antes de que lo hicieran, por ejemplo, Andalucía y Ceuta. Es un límite con las excepciones que marca el Real Decreto del Gobierno central y que permite salir de la Ciudad, pero solo en casos debidamente justificados y acreditados. El buscarse una cita médica o cualquier justificante que no se ajusta a una necesidad real para viajar es irresponsable y, por tanto, sancionable. Por esta razón, la pasada semana se insistió matizando la adecuada justificación prevista en el Real Decreto de estado de alarma dictado por el Gobierno y recogida en todos los decretos que he dictado, en lo referente a la limitación para la entrada y salida de Melilla. En el sentido de que habrá que aportar la documentación acreditativa debidamente justificada de la causa excepcional que motivó el desplazamiento fuera de la Ciudad. También solicitando el refuerzo de los medios de vigilancia por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, sin olvidar que el incumplimiento de la acreditación conllevará la apertura de expediente sancionador.
-Una de las mayores consecuencias para el día a día del ciudadano ha sido las restricciones impuestas para frenar la expansión del virus ¿cómo se conjuga la libertad personal de los ciudadanos y la protección de la salud?
-Conjugar esto no es fácil, porque las personas somos seres sociables y necesitamos del contacto y la relación con los demás. Lamentablemente nos ha tocado restringir la movilidad, los contactos para frenar los contagios. Si no frenamos este contacto, el virus sigue campando a sus anchas. Son decisiones complejas y duras pero, sin duda, necesarias e inevitables.
Pero por muchas restricciones que se impongan, la solución final está en la responsabilidad individual de cada persona, que repercute en la seguridad colectiva. A lo largo de este año hemos insistido mucho en eso, porque ahí está la clave. Hemos hecho mucho esfuerzo en concienciar, en educar, en que cale esta responsabilidad. Solo si nos protegemos de manera individual conseguiremos proteger a los demás.
-La Ciudad decretó varias órdenes sanitarias para proteger la salud de los melillenses que posteriormente fueron rechazadas por la Justicia. ¿Qué impedimentos se ha encontrado a la hora de poder poner en marcha las medidas necesarias para la lucha contra el virus?
-Efectivamente, todas las ordenes del consejero son las que contienen las medidas que afectan a la salud publica, así como las medidas sanitarias preventivas que se consideren necesarias y que afectan a diversos sectores, como el horario de cierre de atención al público de los establecimientos que desarrollan una actividad económica o profesionales liberales, centros deportivos y gimnasios, salas recreativas de juegos y apuestas, educación y cultura, velatorios y entierros, celebraciones y eventos relativos a bodas, bautizos, comuniones o similares, sector de la restauración, o aquellas otras instalaciones que realicen actuaciones de este tipo, asociaciones de vecinos y similares…
Son, como usted apunta, órdenes que tienen que ser ratificadas por la autoridad judiciales, al ser limitativas de derechos fundamentales, a fin de que no se vulneren los mismos. En agosto de 2020, tres órdenes del consejero no fueron ratificadas por el Juzgado y, por eso, fueron recurridas en apelación ante el TSJA. El resto de órdenes han sido ratificadas sin problemas. En cualquier caso, es una cuestión de seguridad jurídica preceptiva que no admite discusión.
-Melilla registra actualmente los peores datos epidemiológicos del país, manteniéndose al igual que en otras comunidades, el cierre perimetral y el toque de queda ¿Cree que para el verano se puedan levantar estas medidas?
-No hay cosa que desee más, porque significará que estamos en condiciones óptimas para hacerlo. Y es lo que pretendemos. Llegar a este escenario supondría que hemos alcanzado esa inmunidad de grupo que posibilita la vacunación mayoritaria de la población. Pero, evidentemente, ello dependerá de que el proceso de vacunación se acelere y de que los datos epidemiológicos se reduzcan a unas cifras que nos permitan ir rebajando progresivamente las limitaciones actuales.
-¿Y en el tema económico? ¿qué les diría a los que abogan por una relajación de las medidas sanitarias para que la economía no sufra más las consecuencias de las restricciones?
-Ha sido y es el gran dilema de esta pandemia. Es evidente que la crisis sanitaria que padecemos desde hace ya un año, ha traído consigo una crisis económica y social. Es decir, ha impactado fuertemente en la ya dañada economía de la Ciudad. Pero en este difícil equilibrio entre lo económico y la salud ha habido que elegir, intentando proteger ambos.
Restringir la movilidad, los horarios comerciales o limitar aforos, con las consecuencias que conlleva, no es una decisión que nos guste. Pero ya sabemos que es la única manera de proteger la salud de las personas, de salvar vidas.
-La economía de Melilla ya se encontraba en jaque antes de la pandemia debido a la presión de Marruecos con la construcción del puerto de Nador y el cierre de la aduana comercial. Con la crisis sanitaria estas debilidades se han acrecentado ¿Cómo se plantea el futuro económico de la ciudad una vez termine la pandemia?
-Nosotros somos conscientes de que las relaciones entre España y Marruecos se encuentran en una situación muy delicada. Estas tensiones se recrudecieron con el cierre de la aduana comercial a través de la que Melilla exportaba mercancías desde 1886. Es más, Marruecos también ha vetado las exportaciones melillenses incluso aunque éstas se realicen a través de Málaga o Almería. La llegada del covid y el cierre definitivo de la frontera han asfixiado más aún si cabe nuestra economía.
Es evidente que en un futuro Marruecos optará por abrir la frontera al tránsito de personas, pero no lo hará en el ámbito comercial, al menos voluntariamente. Por tanto, todo apunta a que las inversiones van a tener bastante dificultad en llegar a Melilla si su destino final es Marruecos. También es evidente que Melilla ha estirado al máximo la situación del llamado comercio atípico.
Todos estos factores nos indican que hemos llegado a una situación de inflexión que condiciona nuestro futuro económico. Por eso es crucial buscar una vía que nos permita afrontar nuestro futuro económico y financiero con suficiencia y nos posibilite, en lo posible, emanciparnos y no ser tan dependientes.
Es preciso llevar a cabo una reflexión profunda. Y el Gobierno que presido ya la ha emprendido con el diseño de un Plan Estratégico que plantee el futuro de nuestra Ciudad desde ahora y hasta el horizonte de 2029.
Tenemos que explorar varios escenarios posibles: la integración de Melilla en la Unión Aduanera Europea, la declaración de la Ciudad Autónoma como Zona Económica Especial o un modelo económico de Ciudad de Servicios Digitales, con éxito en ciudades como Gibraltar y Malta. No es algo que Melilla pueda abordar en solitario. Son las instituciones del Estado las que tienen que propiciar estos cambios y hagan palanca tanto en la Unión Europea como en las relaciones diplomáticas con Marruecos que, como ha quedado de manifiesto, es un vecino ligado a nuestra economía.
Con Marruecos nos unen no solo vínculos económicos, sino también lazos históricos, sociales y culturales importantes. Pero es necesario que estas buenas relaciones vengan acompañadas del cumplimiento de los acuerdos, del derecho internacional y del respeto a la integridad territorial. Es una cuestión de reciprocidad. De buena vecindad.
-Usted ha estado presente en las conferencias de presidentes autonómicos celebradas durante el principio de la crisis sanitaria ¿cómo percibió que se recogían desde el Gobierno central las necesidades e inquietudes de Melilla?
-Efectivamente, he participado en 17 conferencias de presidentes y en todas y cada una de ellas he reivindicado una y otra vez, sin descanso, ayudas para nuestra Ciudad. He reclamado para Melilla la atención que requeríamos, desde lo más urgente hasta lo más esencial.
Siempre acudí con dos ideas básicas: escuchar y reclamar las cuestiones que más nos interesaban. Me refiero a las limitaciones de capacidad de respuesta sanitaria teniendo en cuenta nuestras insuficientes instalaciones hospitalarias y de UCI y nuestros problemas derivados del cierre de la frontera; la inmigración; las problemáticas de los menores extranjeros no acompañados; nuestra situación económica; o el reparto de los ‘Fondos Covid’ para nuestra Ciudad, entre otros.
En todas y cada una de las videoconferencias reivindiqué estas cuestiones y es evidente que de algo sirvió. Los resultados están ahí: partidas que en principio no venían para Melilla, al final ascendieron a 25 millones de euros para gasto sanitario de los fondos no reembolsables; 14 millones de subvenciones nominativas de 2020; 1,5 de millones del Fondo Social extraordinario del Estado… También fuimos los primeros en recibir al buque Galicia y a los rastreadores del Ejército.
-Durante los primeros meses de la pandemia el Gobierno central mantuvo el mando único de la crisis sanitaria. ¿Cómo ha sido la relación entre la Administración local y el Ejecutivo central y especialmente con el Ministerio de Sanidad?
-La relación con el Ejecutivo ha sido fluida y constante. Creo, sinceramente, que todos los gobiernos han hecho todo lo posible por revertir los datos. Pero también es cierto que hay unos gobiernos que han acertado en sus estrategias más que otros. Con el Ministerio de Sanidad, básicamente, las relaciones han sido a través del consejero en las reuniones del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.
Por mi parte, con el ex ministro de Sanidad Salvador Illa mantuve varios contactos, en los que le solicité formalmente actuaciones que no dependían de mis competencias, como el confinamiento domiciliario, el impulso a la instalación del hospital de campaña, la vuelta del buque Galicia e incluso que se valorase la posibilidad de controles sanitarios en los vuelos nacionales y en el puerto o la conveniencia de suspender la docencia presencial y el cierre de las instalaciones educativas si fuese necesario.
De cualquier forma, el principio de colaboración entre instituciones y la lealtad institucional resulta fundamental y yo siempre la he tenido presente. Lo he dicho en muchas ocasiones: el virus no entiende el ritmo de la política, ni de ideologías, ni de colores políticos.
-Y, ¿cómo ha sido la relación con los agentes sociales, empresas y sindicatos para la toma de decisiones en la gestión de la pandemia? ¿cuáles fueron las mayores dificultades que se encontraron?
-Si por algo se caracteriza el Gobierno que presido es por una cooperación desinteresada y permanente con los empresarios y resto de agentes sociales. Ningún gobierno hasta ahora ha sido tan cercano a ellos, ni se ha interesado tanto en conocer sus propuestas o necesidades, y traducirlas en proyectos. Y no solo con empresarios, también con sindicatos, organizaciones sociales y otras administraciones.
Mire, anunciamos nada más llegar que este diálogo estaría muy presente en nuestra gestión, y en septiembre de 2019 ya teníamos constituidos tres grupos de trabajo que se han venido convocando regularmente y de los que han surgido actuaciones de consenso. Me refiero a uno sobre comercio minorista, otro sobre contratación pública y un tercero sobre frontera. Nunca antes en Melilla se había hecho.
Como tampoco se había tenido en cuenta la opinión de la ciudadanía o los agentes económicos y sociales en los gastos e inversiones de la Ciudad, y ahora tenemos los primeros presupuestos participativos de la historia de Melilla. Lo mismo puedo decirle del Plan Estratégico 2020-2029, que se preocupa por definir entre todos el futuro que queremos para nuestra tierra. Nadie hasta ahora, desde el presente, se había preocupado por definir el futuro. Y esto es esencial.
En este año de pandemia tampoco hemos dejado de lado esta forma de gestionar; con diálogo, diálogo y más diálogo, aunque a veces hayamos tenido que tomar algunas decisiones que no nos gustaban, pero que eran necesarias. Nuestro objetivo ha sido y será que nadie se quede en el camino durante esta crisis, y en ese propósito trabajamos, pero siempre de la mano de quienes tienen mucho que decir y que aportar, que son los agentes económicos y sociales.
-¿Y con la oposición?
-Se me ocurren pocos escenarios tan dramáticos y tan dolorosos como el que estamos viviendo en los que la oposición pueda demostrar su utilidad y su preocupación por el servicio público. El PP no solo no ha estado a la altura, sino que ha llevado a cabo dos líneas de actuación. Por un lado, han hecho lo contrario de lo que se espera en estos tiempos de pandemia: no han sumado, sí han restado, han dividido, mentido, crispado y desinformado. Y, por otro, han continuado su particular lawfare o guerra legal en los juzgados contra mi persona. Imbroda con dos causas: un recuso electoral que perdió por inadmisibles en el juzgado, en el TSJA y en el Tribunal Constitucional, y otra por injurias, que fue archivada. También el PP ha denunciado una presunta prevaricación administrativa que ha sido sobreseída y también otra presunta prevaricación aún pendiente. Y, por su parte, Vox parece haber elegido también esta estrategia: una causa por presunta falsedad en la lista electoral, que fue sobreseída; y otra por injurias al que fuera diputado de Vox y actual diputado no adscrito, también sobreseída.
Mire usted, nos estamos jugando mucho. En muchos casos la vida. Y, lamentablemente, esta es la responsabilidad que ha demostrado la oposición. Creo que no ha estado a la altura de las circunstancias. Su objetivo ha sido atacar en una guerra sin cuartel con denuncias, insultos y acoso político al presidente cuando sabían que las decisiones durante el estado de alarma anterior eran del mando único; es decir, del Gobierno central y sus ministros a través de la Delegación del Gobierno y del consejero de Economía y Políticas Sociales, que ostentaba y ostenta las competencias en materia de salud pública, cuyas decisiones se toman de acuerdo a lo consensuado en las reuniones del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.
Tampoco puedo olvidar extraños apoyos públicos-políticos con la bastarda intención de debilitar al Gobierno que presido. Sin importar la delicada situación sanitaria o social que atravesamos y a sabiendas de que ‘prevaricaban’ en sus comportamientos y ataques.
Lo que ha quedado patente es que el PP ha demostrado su nula capacidad para hacer una oposición a la altura de estas difíciles y adversas circunstancias. En un pleno de control ya le dije al señor Marín que el enemigo del Partido Popular de Melilla no era yo, sino ellos mismos y su líder, el diputado y senador Imbroda.
Sin embargo, yo soy de los que creen que ya habrá tiempo para la crítica política y que ahora es cuando los ciudadanos quieren que estemos unidos en esta guerra contra el covid. Ese es nuestro enemigo a batir, y no otro. La gente está cansada de determinados comportamientos y mensajes más preocupados en obtener rédito político de esta lamentable situación que de buscar soluciones.
Hablamos todos los días de cifras. Detrás de cada una de estas cifras hay personas, familias que sufren, proyectos vitales frustrados y, lamentablemente, fallecidos. Por desgracia, parece que el PP hubiera preferido que nos fuera peor. Lo tienen claro, cuanto peor para este Gobierno a costa de lo que sea, mejor para el PP, aunque eso signifique que también le vaya mal a los melillenses. Es algo que lamento y me entristece, qué quiere que le diga, porque los ciudadanos no se lo merecen.
-Ha sido un año marcado por una situación tan excepcional como es un estado de alarma; con calles vacías; con el hospital y las UCI colapsados por enfermos de COVID; con proyectos de vida truncados; con enfermos que aún hoy padecen las secuelas de esta enfermedad; con fallecidos; el dolor y el sufrimiento de sus familiares.
La incertidumbre del día a día hace que el balance sea claramente negativo. No obstante, he tenido claro durante todo este tiempo que nuestra obligación como Gobierno, como servidores públicos, ha sido y es intentar con todos los medios a nuestro alcance aliviar y buscar soluciones a esta situación nueva para todos. Para que nadie se sienta desasistido. En todo momento hemos querido sobreponernos juntos, sin que nadie se quede en el camino…
-Y a nivel personal, ¿qué ha supuesto para usted?
-Pues ha sido un año de sentimientos encontrados: impotencia, preocupación, ilusión por aportar soluciones o remontar, y mucha tristeza… Sentí impotencia desde el momento en que el 13 de marzo del año pasado conocimos los dos primeros casos positivos de COVID en la Ciudad, tras los que se tomaron las primeras medidas. En aquel momento era consciente de que comenzaba un año que iba a ser muy duro en lo profesional, pero también en lo personal, imagino que como todo el mundo. He tenido días de frustraciones y, sobre todo, de sentir la impotencia de que a pesar de las largas jornadas de trabajo, la solución no iba a ser fácil.
Esta situación afecta a la vida personal y familiar. He padecido las mismas carencias que el resto de los melillenses, como no ver a la familia, estar preocupado por la salud de los míos y echar también mucho de menos la normalidad que queremos y deseamos recuperar. Pero, si hay algo que me ha afectado en lo personal es la desolación que sentí a partir del 25 de marzo cuando se produjeron en Melilla las primeras víctimas mortales de la pandemia. Es éste un sentimiento que todavía experimento, más frecuentemente de lo que quisiera, cuando este maldito virus arrebata la vida a otro de mis vecinos, sobre todo porque viene con la sospecha –que ya me invadía al principio- de que lamentablemente iban a ser más. Pero no he perdido de vista el convencimiento de que, si trabajamos unidos, vamos a superar esta situación.
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