Opinión

Cartas desde la purísima (C)

HACE ALGÚN TIEMPO, cuando comencé a escribir estas “Cartas” referidas a los Héroes, lo hice en memoria de mis padres, recordando de cuando yo era un crío de apenas diez años iba acompañando a mi madre, a rezarle a mi abuelo, su padre, enterrado debajo de Juana Martínez, la Cantinera de Batel. A veces en una libreta de dos rayas, ya desaparecida, anotaba algunos nombres y fechas, que mi padre me aconsejaba que hiciera siempre. Era fascinante observar esos nombres esculpidos en los mármoles renegridos y gastados por el tiempo, esmaltados en las páginas de nuestra Historia. Siempre me quedaba mirando, con mi curiosidad infantil, la escultura de la niña desnuda arrodillada en un cojín, con su dedo partido y pegado, el busto de la señora italiana, o el Panteón de Margallo. Pero a mí lo que más impresionaba era el Panteón de Héroes, con nuestro “Ángel”, que siempre supe que era la diosa Niké (por sus tetas), y la puerta que solo se abría el Día de Difuntos, la que mi madre siempre se persignaba, como antes hacía mucha gente al pasar por delante de una iglesia. Con los años, y poniéndole ‘voz’ a nuestros Héroes, me permití dirigirme a todos los melillenses, y lectores de este periódico para que al menos, conocieran algunos de sus nombres, las unidades donde pertenecieron, y lugares donde cayeron heroicamente, ya que hasta hace pocos años, casi nadie conocía muchos de esos datos, tan solo los investigadores que han buceado en libros que permanecían cerrados y polvorientos que yo, humildemente y con gran orgullo también los he sacado a la luz, para ustedes en estas páginas.

Aunque parezca algo irrealizable, utópico, o como quieran llamarle, desde estas líneas me permito dirigirme a las autoridades militares, y por ende también a las civiles, con el ruego de que al menos una vez al año, y en todos los torreones y fortalezas, de la Ciudadela, sitúen un estandarte de algunos de los regimientos que prestaron sus servicios en Melilla durante más de cinco siglos que es España, como lo puedan ser Cáceres, Vitoria, Málaga o Gerona. Imagínense que la ‘Plaza del Gobernador’, le cambiasen el nombre por el de ‘La Hispanidad’, y que un oficial anunciara los Honores a los Héroes de España, junto a una batería de cañones, y disparasen una Salva en Honor por todos los que cayeron en sus murallas, y en los campos de batalla, defendiendo la españolidad de nuestra ciudad. Figúrense que en la Puerta de la Marina hubiese un pelotón de los `Primeros Hombres de Mar´ (Compañía de Mar), con su estandarte, en San Luís de la Marina, otro del África 68; en el Bonete (Faro del Pueblo), uno del Batallón de Figueras nº 6; en el de las Cabras, el Llerena 11; en el de la Florentina, de Ciudad Rodrigo, en el de San Juan, de Saboya nº 6, en el del Vigía de Tierra, Brabante, en el Baluarte de San Pedro, San Fernando, en la Puerta y Foso de Santiago, el de Nápoles, en el Baluarte de las Cinco Palabras (Creo En Dios Padre Todopoderoso), Princesa, en la Muralla Real, Voluntarios de Cataluña. Todos y cada uno de ellos, con sus estandartes, guiones y banderas al viento. Y ahora vean a un niño de apenas trece años, Calixto Gil, grumete del chambequín `Andaluz´, de la mano de María de Mora, una señora vecina de la Plaza, ambos muertos durante el Sitio (1774-1775). El Cabo Luís Noval, muerto heroicamente el 28 de septiembre de 1909 en el Zoco el Had de Beni Sicar, charlando con Francisco Sánchez Barbero, intelectual, preso por orden del mastuerzo Fernando VII, por sus ideas liberales, al lado del corneta de Cazadores Alcántara, corneta que acompañó al Teniente Coronel, Primo de Rivera, en las Cargas del Gan. Los Generales O’Donnell, Prim, Pintos y Marina presidiendo el acto. El Comandante Benítez, antes del acto, y en animada charla con los Capitanes Juan Salafranca, y Félix Arenas, por el Torreón de San Juan, comentándoles, que el oficial que mande la Batería de Honores debiera ser, el Teniente Flomesta, ya que perteneció al Regimiento Mixto de Artillería de Melilla. Como sabrán, tanto los Capitanes Salafranca y Arenas, como el Teniente Flomesta, no fueron localizados, y dados por desaparecidos. La oración de Honor a los Héroes, que lo hiciera el Capellán de Alcántara 14 de Caballería, Campoy Irigoyen.

Debo decirles que con mis medios pecuniarios, y de los envíos amables de amigos, hace algunos años me propuse investigar, devorando todos los libros que me iban llegando, para plasmarlo en estas páginas. Y para terminar, piensen que si nuestros Héroes llevan cientos de años llorando solos, sin poder enseñar las heridas que tienen en sus gloriosas almas, yo espero que entre todos nosotros les acompañemos cuando los visitemos en sus Tumbas y Panteones. El que quiera rezarles, que lo haga, y el que no que tan solo incline su cabeza, que ellos siempre lo agradecen.

Reciban un cordial saludo.

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