Opinión

Carta desde la Purísima (LXXXII)

MUCHOS poetas al escribir sus poemas, lo que hacen es hilvanarlos para que el lector haga las costuras, y le quite los trocitos de hilo sobrantes, y así construya éste su propia visión del poema. En estas `Cartas´, yo procuro siempre hacer un ramaje de amor, hilando las palabras, como Schubert hacía en sus partituras, con la melodía que nos lleve a la reflexión, con los recuerdos de los Héroes enterrados en La Purísima, y a la vez glorificar a los desaparecidos en aquéllos desolados campos de batalla. La `Carta´ de hoy la escribe un Soldado de Infantería, y dice así:

“Queridos melillenses: Me llamo Mariano García-Escalona Román, y soy Soldado de Infantería del Batallón de las Navas nº 10. Estoy soltero y tengo 21 años. Nací en Navahermosa, un pueblo de la provincia de Toledo. El día 27 de julio de 1909, los moros me mataron en el Barranco del Lobo, y desde entonces ando por estos patios junto a algunos compañeros. Un día si y el otro también, acompaño a dos soldados de la Disciplinaria, y tres del batallón de un regimiento que vino con el General Pintos, y que ninguno de ellos sabe decirme el nombre de esa unidad. Creo que se debe a que recibieron heridas en la cabeza y no recuerden nada o también, como fueron compañeros de fatigas, jamás se separan, o puede que sea por la intuición que les une desde que se incorporaron a filas, que no podrían estar desunidos. Lo único que sé, es que los cinco están enterrados en la fosa militar del Patio 13, desde el 19 de julio de este año de 1909. Debo decirles que la mañana del 22 de septiembre de ese año fue emotiva, y muy triste, y lo digo porque llegaron los cadáveres de los Comandantes: D. Ricardo Fresneda Calsamiglia, del Llerena 11, mi Comandante, de Las Navas, D. Eduardo López-Nuño Moreno, y los de los Capitanes Fernández Martínez, Merino Guerra, y D. Ángel Melgar Mata, del Arapiles 9. A todos les concedieron la Cruz Laureada de San Fernando. Con ellos venían también los de dos sargentos, dos cabos y doce soldados. Fue muy emocionante ver a algunos de mis compañeros del Batallón de las Navas nº 10 formados, tributándoles los honores de ordenanza en la puerta del Cementerio.

Cuando ya quedaron instalados en los Panteones, y el cortejo fúnebre abandonó el Camposanto, uno de los cabos comentó que en la casa donde cayó heroicamente el Teniente Coronel Ibáñez Marín, también encontraron el cadáver de un militar en su interior, y junto a la puerta había otro. Dijo que el General Arizón, Gobernador Militar de la Plaza, dispuso que todos los cadáveres fueran envueltos en Banderas Nacionales, y posterior traslado al Cementerio, como así fue.

La verdad es que siento mucho tener que despedirme de ustedes, no sin antes decirles que cuando paseen por estos patios recuerden que con todo nuestros.

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