Opinión

Carta desde La Purísima (LXII)

Cuando sueñas y construyes muchos castillos en el aire, que te harían feliz, si fuesen realidad, creo que si debajo de ellos, les vas colocando los cimientos necesarios, al final los verás tal y como los soñaste. Estas `Cartas´, si me lo permiten, son los cimientos de mis castillos, que una a una, voy construyendo para que la realidad de nuestros Héroes, sea conocida por todos ustedes, que las leen.

Esta la escribe un Sargento de Infantería, y dice así:

“Queridos melillenses: Me llamo Manuel Muelas Vilches, y soy Sargento de Infantería, del Batallón de Cazadores de las Navas nº 10. Nací el 16 de junio de 1886, en Vilches, un pueblo de la provincia de Jaén. Los moros me mataron el 27 de julio de 1909, en Ait-Aixa, en el fatídico Barranco del Lobo. El soldado de mi batallón, Juan Núñez, de la misma edad que yo, nacido en Mombeltrán, en la provincia de Ávila, siempre me comenta que su cadáver lo rescataron al día siguiente, pero a mí, como se me dió por desaparecido, me recogieron casi al mes siguiente. Él fue el primero que me recibió, junto a los demás compañeros que caímos en esos barrancos. Tengo a mi lado al Cabo de Infantería del Batallón de Cazadores, Arapiles nº 9. Se llama Bernabé Benigno Milanés del Monte. Tiene 22 años, y nació en Navalmoral de la Mata, en la provincia de Cáceres. A Bernabé lo mataron los moros el mismo día 27 de julio, también en los peñascos del Barranco del Lobo; y lo ascendieron a Sargento, por Real Orden, a título póstumo, el 24 de enero de 1911. Como es tan coqueto, y presumido, desde que se enteró de su ascenso, por los compañeros que iban cayendo en la segunda década del siglo XX; a veces tengo que prestarle mis galones cuando desea pasear por estos patios llenos de generales y jefes, para así poder saludarlos, con sus bien merecidos galones. El caso es que lleva toda la razón, el pobrecito. A mi no me importa nada, porque si tenemos que estar juntos para toda la eternidad, que más da, que los galones los lleve uno u otro; si los dos ofrecimos nuestras vidas por España. Ahora debo dejarles, no sin antes desearles lo mejor, y rogarles que cuando visiten a sus deudos, se acerquen a nuestros panteones y tumbas, y con una sonrisa recen una pequeña oración por nuestras almas, que siempre les agradecemos, con todo el amor de ser Hijos de Nuestro Suelo Patrio”.

Esa realidad de nuestros Héroes, que me refiero al principio, es como el alambique que destila, gota a gota, el olor de la gloria, que yo envuelvo con la tranquilidad de sus almas, y la harina celestial de La Purísima; jardín con la pátina escondida por la Luna, el agua, y el viento, a veces azotador de los `Cortados´. Pero como hay que ser justos, y por si algún lector de estas humildes “Cartas” lo ignora, deben saber que todos y cada uno de los nombres de los Héroes que cito en ellas, están entresacados de los datos aportados por mi buen amigo y bibliógrafo, José Luís Blasco.

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