Carlos Baeza Torres (15 de mayo de 1962) es un reconocido artista plástico y profesor de dibujo melillense que recibió la Medalla de Oro de la ciudad el pasado 17 de septiembre. Su obra 'La Ciudad de las Cúpulas' es un proyecto en el que lleva trabajando toda su carrera y que representa una visión melancólica de Melilla, construida a base de recuerdos.
–¿Cómo se sintió al saber que iba a recibir la medalla de oro de la ciudad?
Me pilló por sorpresa total. Siempre hay otras ediciones en las que se rumorean nombres y hay discrepancias. Pero esta vez, cuando me lo comunicaron, yo estaba pintando en casa y no me lo creía. Pensé incluso que era una broma. Al principio te quedas frío porque no sabes cómo reaccionar hasta que calibras la dimensión del hecho. Desde entonces he vivido unos días estupendos de felicidad, orgullo y satisfacción por haber hecho bien las cosas. En mi caso lo que se valora es mi trayectoria artística, que llevo más de cuarenta años en el mundo de la pintura y el arte, pues tienes la sensación de haber hecho bien los deberes y te están recompensando por ello.
–El acto tuvo lugar el pasado sábado 17 de septiembre. ¿Cómo vivió ese momento?
–Más tranquilo de lo que la gente que me rodea –mi familia y mis amigos– podrían pensar. Es muy difícil que me ponga nervioso, porque digamos que la profesión va por dentro, pero en un momento tan emotivo mentiría si dijese que no lo estaba. Me pareció una noche mágica, llena de emociones que gestionar, de momentos para guardar en el álbum de los mejores momentos, pero, lamentándolo mucho, también hubo otros momentos que conviene no recordar. La ceremonia, el acto en sí me pareció muy acertado,en tono sobrio y solemne como requiere dicho homenaje, pero me pareció inoportuno que se mezclara política y cultura en un evento que se supone festivo y conciliador para todos los ciudadanos. Los homenajeados no merecen ser utilizados para otros intereses que no sean la concordia y subrayar los méritos adquiridos. Nunca manifestar rencores personales. A destacar las entrañables y evocadoras palabras que me dedicó Elena, la consejera de Cultura en su discurso. Fue un texto muy bonito y muy poético. Eso sí me lo guardo. La puesta en escena también me gustó. En mi caso hubo una proyección audiovisual que resumía mi proyecto ‘La Ciudad de las Cúpulas’.
–‘La Ciudad de las Cúpulas’ es el resultado de su trayectoria artística.
–Sí, es un proyecto plástico en el que llevo trabajando muchos años. De toda mi producción artística hay una parte en la que utilizo la ciudad de Melilla como modelo, como su modernismo, su arquitectura y su patrimonio. Y no solo el arquitectónico, sino también el cultural: la influencia bereber, la multiculturalidad… En definitiva, esas costumbres que están arraigadas en la ciudad. En eso consiste el proyecto de ‘La Ciudad de las Cúpulas’: todo lo que tiene que ver con Melilla, pero presentado, no como una promoción, sino como una metáfora que muestra una ciudad idealizada.
–Es cierto que presenta ese aire de ensueño, como onírico.
–Sí, es una ciudad que los que somos de aquí tenemos en nuestra memoria. Miramos al pasado con nostalgia y vemos otra Melilla que no es la actual. Por eso, ‘La Ciudad de las Cúpulas’ se va conformando día a día. Pero mi producción artística no va encaminada sólo a eso. También toco otras disciplinas como el diseño, diseño urbano o la decoración. Ha sido la parte plástica la que he dedicado a crear este proyecto. Todo eso está resumido en un libro que publiqué hace tres años y donde está compendiado.
–¿Qué significa Melilla para usted?
–Para mí Melilla es la ciudad que tiene plantada sus raíces en mi memoria. Es mi lugar de nacimiento, donde he crecido y que me ha acogido. Con este reconocimiento ves que tu ciudad te tiene en cuenta y te respeta. Cuando empecé a dedicarme al mundo artístico podría haber elegido cualquier otra ciudad. Hay pintores que han elegido Madrid, Nueva York o Venecia para desarrollar su producción artística y, en mi caso, elegí Melilla. Para mí era lo más cercano. Conocía sus lados más fotogénicos y es un modelo a explotar y exportar. Melilla es muy exportable, ya no solo por su patrimonio arquitectónico, sino por ser un lugar muy singular para que lo conozca el resto del mundo. Y yo soy un mero embajador de mi ciudad.
–¿Cuál es su rincón favorito?
–Hay uno que lo he pintado desde todos los ángulos posibles: la cúpula verde del Metropol. Para mi es un lugar que tiene feng shui y que me atrae de sobremanera. Lo he dibujado desde todos las perspectivas y me parece de los rincones más emblemáticos de la ciudad.
–También incluye muchas panorámicas en sus obras.
–Sí, las vistas que utilizo en La Ciudad de las Cúpulas siempre están hechas a nivel de azotea. Siempre uso un punto de vista elevado, a vista de pájaro. Yo desarrollo distintas panorámicas en las que intento sacar esos elementos modernistas y que es quizás la parte más atractiva de la arquitectura melillense. Aunque también tengo capítulos dedicados a las puertas. Es un tema que me fascina. Melilla tiene unos ejemplos de puertas modernistas y art decó que son preciosas. No hay un lugar en concreto, pero sí un espíritu. Otro denominador común es la decadencia.
–¿Y por qué la decadencia?
–No es la decadencia de la vejez ni de la destrucción –aunque ahora asistimos a un deterioro del patrimonio y yo soy de los que aboga por su conservación–. Melilla es una ciudad de la que considero interesante hasta la ruina física de los edificios.
–Sí, le otorga una belleza peculiar en ese sentido.
–Claro, es otro tipo de belleza. En mi libro la comparo con la decadencia humana. Hay personas que saben envejecer bien, que llevan con mucho orgullo y buen talante las arrugas y el paso del tiempo. Creo que ese es el rasgo que veo en Melilla. Es esa decadencia que tienen ciudades como La Habana o Budapest, pero que la lucen con altivez, orgullo y gracia. La edad de la ciudad es lo que la hace bella e interesante.
–¿Y ahora está trabajando en otros proyectos?
–Ahora mismo estoy de convalecencia médica y no sé cuánto tiempo voy a estar de reposo. Estoy en un receso en mi parte artística. Dejé prácticamente iniciado un cuadro –precisamente sobre la cúpula verde del Metropol, pero esta vez desde otro punto de vista–, es un óleo y, en cuanto me siente de nuevo al caballete, será el proyecto que retome. Es un cuadro en el que tengo puestas muchas esperanzas porque va a estar muy trabajado. El encuadre lo he meditado mucho. Alguna vez he comentado que si queda como lo tengo concebido puede que sea la portada de mi próximo libro. Es de gran relevancia en mi producción. Uno siempre hace obras como de un segundo nivel y sobre las que nunca sabes cómo van a quedar, pero al final terminas más o menos contento. Con este tengo buenas vibraciones. Como comenté el día del discurso, esta medalla me da fuerza, ánimo y mucha ilusión por seguir en este proyecto de La Ciudad de las Cúpulas. Quiero presentar un nuevo enfoque de la ciudad, seguir dilatándolo, y no sé cuánto tiempo seguiré con ello. Probablemente me canse o siga con él hasta el fin de mis días. Pero ya mi producción artística la considero indisoluble de esta ciudad.
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