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Campaña, insultos y redes sociales

Escribir opinión seis veces mínimo en semana nunca es fácil, pero menos cuando vivimos una campaña electoral tan intensa y enconada como la que estamos padeciendo más que presenciando la mayoría de los melillenses, incluyendo a nuestra clase política. Vaya de principio mi respeto a cuantos se presentan en unas elecciones. Comparto la reiterada opinión de que la Democracia es el menos malo de los sistemas políticos posibles y aunque, entre nuestra clase gobernante o aspirante a gobernarnos, hay quien verdaderamente no me parece que esté en absoluto a la altura de las circunstancias, amén de algunos que realmente constituyen a mí parecer un peligro para el presente y futuro de nuestra ciudad; también considero que si no fuera por quienes se atreven a meterse en política no sería posible que nuestro sistema democrático funcionara.
No todos los que aspiran a participar de la gestión pública lo hacen ni mucho menos por intereses personales, ni por ambiciones espurias. Ni siquiera por buscar una notoriedad que quizás no encuentran fácilmente en el orden profesional u otros ámbitos de su vida cotidiana.
Hay, y creo que en un gran porcentaje, personas comprometidas con el interés público, con el ánimo por mejorar nuestra calidad de vida, por conseguir que esta ciudad y este país avance mejor y más deprisa, en lugar de sufrir una involución como la que está sucediéndose en nuestra economía nacional y no solamente por los efectos de la crisis mundial.
La política ennoblece a quien se dedica a ella con las mejores intenciones y sin más intereses que procurar una mejora colectiva de aquellos a los que aspira a representar en la administración de lo público.
No soy ilusa y sé que no vivimos tiempos dulces para la lírica, y que tras la intencionalidad de muchos políticos no sólo está el enriquecimiento indirecto, por vías que aún siendo lícitas no son éticas, o que también los hay que mueren de éxito llevados por su ansias de poder, su orgullo o su soberbia.
También los hay que sólo buscan su mejora personal y particular y con ellos las de sus familiares o afines más cercanos.
Pero no todo en política es tan oscuro y escabroso. He conocido, en esta ciudad, y conozco al día de hoy políticos que merecen todo mi respeto y admiración, aunque no comparta su ideología o no esté de acuerdo con ellos en la forma que tienen de plantear muchos asuntos.
El peor virus que ataca en estos tiempos a la clase política melillense se ceba en el extremo enconamiento personal en las relaciones entre todos ellos. Un virus variable, que muta como cambia de sujeto a la hora de inocularlo y que, sin embargo, se disipa rápidamente cuando los resultados electorales fuerzan pactos que, sólo unos días antes de celebrarse unas elecciones, podrían parecer del todo imposibles.
Los que como yo llevamos ya décadas ocupándonos de registrar y reflejar en los medios de comunicación la vida pública de Melilla, ya no nos sorprendemos de nada y hemos aprendido que los más encontrados enemigos de un momento político determinado, pueden ser los mejores aliados si las circunstancias así lo requieren o lo aconsejan en beneficio de la gobernabilidad o de sus propios intereses partidistas.
La casuística melillense en tal sentido es tan amplia desde que la Democracia actual se instaurara en nuestro país que nada puede llevarnos ya a sorpresas.
No obstante, en estas elecciones hay un factor nuevo que está medrando malamente en toda la campaña. Aunque no lo crean me refiero a las redes sociales, que en lugar de servir para trasmitir mejor ideas, debates, mensajes y opiniones, están sirviendo en gran medida para insultar sin argumentos y con referencias personales a quienes no piensan como quienes promueven tan vil forma de vilipendiar a sus contrarios. En esto se lleva la palma el PPL de Ignacio Velázquez, que ampara anónimos varios no sólo en Facebook, sino en su revista ‘Debates en Libertad’ para insultar e intentar desprestigiar a quienes no son de su cuerda.
He sido ‘diana’ muchas veces de esos ataques cobardes, bajo seudónimo y anónimos, de quienes no se atreven a dar la cara y me atacan en más de una ocasión por mi condición de mujer y sin más argumento que ese llamándome, entre otras lindezas, ‘niña entradita en años’, amén de adscribirme a movimientos políticos con los que jamás he tenido ninguna relación.
Me preocupo de describir la realidad con gran apego a la verdad desde el subjetivismo inherente a una sección de opinión como esta. Por esto, aprovecho también para hacer una corrección de mi ‘Diana’ del pasado viernes, para señalar que cuando comenté que Aberchán e Ignacio Velázquez se saludaron en el inicio de la campaña electoral  “sin dejar” que se les hiciese una foto, no estuve afortunada, porque en realidad debería haber puesto que “no facilitaron” que se hiciera esa foto.  
Velázquez me ha acusado de mentir por ello. La escena, tal cual me comentó la redactora que se ocupó de intentar fotografiarles, no registró ninguna prohibición, sino un gesto explícito de Aberchán de rehuir la foto a pesar de que el entorno le jaleaba para inmortalizar su apretón de manos con Velázquez, y un gesto rápido de ambos por separarse cuando los periodistas con cámara en ristre se aproximaban a intentar disparar la cámara y dejar constancia del momento. Así me lo han contado y por eso reconozco que erré cuando señalé que no dejaron hacerse la foto, porque efectivamente prohibición no hubo y si de mi escrito se desprendió ese extremo, no sólo corrijo sino que pido públicamente disculpas por ello.

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