-
Inoxmel celebra una jornada de puertas abiertas este fin de semana
Alfredo Prada es de profesión calderero y llegó a Melilla hace diez años. Vino desde Ponferrada (León) a trabajar con Endesa y con el tiempo decidió montarse por su cuenta un taller de carpintería metálica que hoy se llama Inoxmel, tiene su nave en la calle Hortensia del Polígono del Sepes y lo principal, no le falta trabajo.
Ahora Freddy, como le llaman sus amigos, tiene cinco empleados a su cargo y no descarta seguir creciendo. Su empresa lo mismo se encarga de hacer con precisión los relojes de sol de la escultura que adorna la rotonda de la Plaza Primero de Mayo, que está frente al edificio de los sindicatos, que realiza por encargo de particulares cabeceros de camas, revisteros, lámparas, mesas, cancelas, espejos, rejas, barandillas de escaleras, cuadros, motivos navideños...
Está claro que todo lo que él hace a medida se puede comprar en una tienda de decoración, pero lo suyo, dice, es más económico y tiene el sabor de las cosas hechas por uno mismo. Cliente y empresario trabajan mano a mano.
Fue así, fruto del gusto por la singularidad, como le llegó el encargo de diseñar una barandilla de metal envejecido en forma de burbujas. Freddy fue a visitar el chalet de tres plantas donde se iba a colocar. Era para una escalera de caracol. Hizo cálculos y concluyó que necesitaba unos 540 círculos de metal, de distintos tamaños. Tenía que encargar que se los cortara una empresa de Sevilla. Entonces pensó que lo mejor sería tener en la Melilla una máquina para cortar y dar forma al metal en lugar de encargarlo fuera. Había visto una de esas maquinarias en una feria del sector del metal a la que había asistido. No le sacó un euro de ganancia a la barandilla, pero se montó su máquina.
Sin marcha atrás
Inoxmel está ahora en un punto en que no se plantea dar un paso atrás. Por delante tiene una propuesta de colaboración con la Escuela de Arte Miguel Marmolejo. Quiere sacarle más rendimiento a esa máquina que Freddy ha montado artesanalmente porque las que están en el mercado, con la misma función, cuestan hasta 40.000 euros.
De momento es el único que la tiene en Melilla y no ve ningún problema en fabricarla para la competencia porque él es de los que cree que competir es sano y además, siempre viene bien.
Atrás quedan los tiempos, confiesa Freddy, en que sus diseños eran rígidos y perfeccionistas. Ahora son más atrevidos. A los cabeceros, por ejemplo, les quita los marcos para dejar un enjambre de flores libres donde apoyar la cama. Las barandillas simulan tallos torcidos de plantas, hojas, brazos... Hace verdaderas maravillas con el metal. Pero para llegar hasta aquí ha tenido que trabajar duro. “El camino, se hace caminando”, confiesa a El Faro.
A partir de mañana Freddy abrirá las puertas de su nave E6 de la calle Hortensia del Sepes a los melillenses que quieran visitar una jaima que ha habilitado y en la que muestra al público sus creaciones artesanales. Tiene claro que no puede competir con Marruecos en precio, pero sí en diseño y calidad.
A diferencia de otros artesanos, Freddy no quiere intermediarios sino vender directamente al cliente, coger los pedidos y hacerlos a medida. Así las ganancias no se las llevan los últimos de la cadena.