Matilde, una de las alumnas del curso de ayudante de cocina organizado por el centro de formación Mare Nostrum y Promesa, reside en el CETI desde hace 18 meses y espera encontrar un trabajo como cocinera.
Entre los fogones de una cocina surgen muchas historias y se cuentas otras tantas. Una de ellas es la de Matilde, una de las alumnas del curso de ayudante organizado por el centro de formación Mare Nostrum, en colaboración con Proyecto Melilla S.A. (PROMESA) y el Fondo Social Europeo. Como el resto de sus compañeros, en total son quince, es inmigrante, pero a diferencia de ellos, después de clase no vuelve a una casa, porque desde hace un año y medio, esta camerunesa de 34 años , reside en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla.
Por primera vez desde que llegó a la ciudad, Matilde siente que tiene una oportunidad para mejorar, lograr un trabajo fuera del CETI y conseguir que su tarjeta de residencia temporal no tenga fecha de caducidad. La joven llegó a la ciudad embarazada, y aquí se encontró con su hermano que también vive en el CETI y dio a luz a su hijo, que ahora tiene un año y tres meses. En su país dejó atrás a su familia, y a sus otros dos hijos, de 15 y 6 años, y con el poco dinero que consigue aquí intenta ayudarlos.
La joven ha demostrado en los cuatro meses que ha durado este curso de cocina, que termina el viernes con una muestra culinaria, que cuando hay ganas de aprender las barreras pueden saltarse. Aunque apenas habla español y nunca había trabajado en una cocina, según sus compañeras Matilde es una de las alumnas aventajadas. Kamaria El Ouahbi, compañera de la camerunesa en el curso, asegura incluso que está segura de que Matilde estará entre las cinco seleccionadas para continuar en un segundo nivel de formación culinaria.
El Ouahabi es, además de su compañera, su amiga y su intérprete para lograr que entre el francés, el español y algo de inglés Matilde consiga entenderse con su profesora. La marroquí acompaña cada día a Matilde en su camino hasta el CETI, ella después cruza la frontera para recoger a sus hijos, al cuidado de los abuelos y regresa al barrio del Real, donde vive. La joven, que asegura que Matilde es una más en el grupo de alumnos, señala que llevaba años queriendo formarse como cocinera, pero los pocos recursos económicos no se lo habían permitido hasta ahora.
Matilde, por su parte asegura que se alegra de haber conseguido llegar a España, aunque no deja de pensar ni un sólo día en Camerún. “Es mi tierra y allí lo dejé casi todo”, señala la futura cocinera.
Su objetivo tras terminar este curso es sencillo a la vez que complicado, quiere un trabajo con el que poder darle una vida mejor a sus hijos, tanto el que tiene aquí como los que están en Camerún, y tener una vida ‘normal’, fuera del CETI.
Allí, explica Matilde, la vida no es mala, pero tampoco buena, aunque es el techo que le espera cada noche cuando vuelve de sus clases de cocina.
Los alumnos del curso realizaban ayer sus últimas pruebas antes de la entrega de diplomas del próximo viernes. Matilde afirma que la prueba le fue bastante bien y que no está nerviosa ante la exposición que realizarán mañana.
Los cocineros se dedican hoy a poner todo su empeño en preparar los platos que ofrecerán en la exposición, con lo que pretenden demostrar lo que han aprendido y agradecer a su profesora, Noelia, el tiempo que les ha dedicado y todo lo que han avanzado en estos meses gracias a sus enseñanzas.
Entre los fogones de la cocina y con sus compañeros, Matilde es una alumna más que espera que gracias a este esfuerzo pueda llegar la recompensa de conseguir un trabajo, eso que se ha convertido en los últimos años en un bien muy preciado.
La joven, que ha vivido mucho en poco tiempo, sabe que este curso es una oportunidad real para comenzar una nueva vida en la que realmente pueda sentirse una más en la ciudad.
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