¿Cambiamos algo?

Hace poco preguntaba en un post de Facebook cómo debería ser la Educación del siglo XXI; que tipo de enseñanza queremos para nuestros hijos y qué habría que cambiar para mejorar las cosas en general.

Yo creía que era un debate estéril, pero amigos de todas partes del mundo se animaron a proponer cosas interesantísimas. Y fue entonces cuando caí en una obviedad: el sistema de enseñanza, tal y como lo conocemos hoy, está en crisis en todas partes.

El investigador cubano Eduardo López Collazo, director del IdiPaz de Madrid, un centro dedicado a la investigación de la metástasis, me comentaba su preocupación porque en estos tiempos no se está descubriendo nada nuevo sino consiguiendo avances tecnológicos basados en descubrimientos de hace 50 años. Él cree que habría que empezar por investigar, pero también por convencer a los grandes medios de comunicación para promover la ciencia haciendo, por ejemplo, un MasterScience junior.

Él no se explica por qué un cocinero está hoy por hoy mejor visto en televisión que un científico.

Fue así, con las propuestas de unos y de otros como se nos ocurrió una idea que podría perfectamente hacer aguas en Melilla, pero que también tiene muchas papeletas de salir bien.

Se trata de una iniciativa que está llevando a cabo desde hace unos años la orden de los jesuitas en sus colegios concertados de Cataluña. Ellos tienen aulas del siglo XXI diáfanas, con colores alegres, en los que los alumnos aprenden de otra forma: sin turnos de clase, sin timbres ni horarios, sin tareas... Lo hacen investigando, conversando, debatiendo... Y lo mejor de todo es que funciona.

Ayer conocíamos los últimos datos de fracaso escolar en Melilla y, para variar, estamos a la cabeza de España, con una tasa del 29,5% frente al País Vasco, que tiene el mejor resultado: un 6,9%.

Los números son apabullantes: aquí hay cuatro veces más abandono escolar que en Euskadi. ¿Por qué? Supongo que esa es la pregunta que se deberían estar haciendo a esta hora profesores y responsables del Ministerio de Educación. ¿Por qué en Melilla más que en cualquier otro lado?

¿Por qué no ensayar en la ciudad algo nuevo en aquellos centros de enseñanza que se llevan la palma a la hora de contar bajas en las matriculaciones?

Es un poco arriesgado implantar en Melilla un método como el de los jesuitas, pensado para niños de clase media, con buenos resultados académicos, pero todo es cuestión de ponerse.

La escuela pública no puede seguir muerta de asco con profesores que van, leen un PowerPoint y se quedan tan anchos.

Hace falta innovar, motivar y empezar a sacarle partido a la lengua materna de quienes siendo españoles les cuesta expresarse en castellano.

La culpa no puede tenerla, en ningún caso, la pluralidad lingüística. Ésa debería ser una baza a nuestro favor y no un obstáculo. Sobre todo, porque el amazige está reconocida como una lengua minoritaria europea. ¿Por qué no usarla en clase siempre que sea necesario? ¿Por qué vetarla?

Entre que nuestra economía no gana para disgustos y que nuestro sistema de enseñanza cojea más que en ninguna otra parte, deberíamos pensar que los esfuerzos que nos ahorremos hoy, los pagaremos con creces mañana.

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