Parece ser que la pasividad de Marruecos frente a la inmigración ilegal con destino Melilla, ha comenzado a variar desde el pasado mes de septiembre, según certifica la Asociación Unificada de la Guardia Civil que durante el verano llegó a denunciar incluso el papel de 'aliento' o casi protección que la gendarmería marroquí prestaba a muchas de las lanchas de juguete que a modo de goteo han venido llegando desde mayo pasado y que han permitido que cientos de inmigrantes, en una cifra muy superior al medio millar, pudieran acceder a Melilla. Los muchos grupos que han sido trasladados a la Península y la situación actual del CETI, casi al doble de su capacidad para poco menos de quinientos acogidos, evidencian esa realidad que el ministro de Interior, Antonio Camacho, ha intentado minimizar durante su visita ayer al vecino país.
Camacho dice que hay que poner las cifras en su contexto y señala que las entradas ilegales en España se han reducido entre un 80 y un 90% respecto de los años 2007 y 2008, por lo que agradeció la colaboración que prestan las autoridades marroquíes.
El ministro baraja unos datos generales en cuyo contexto lo que ha sucedido este verano en Ceuta y Melilla queda diluido. Sin embargo, la realidad es tozuda y aunque, en números globales, sean menos los inmigrantes que han llegado a todo el conjunto nacional en comparación con los señalados 2007 y 2008, es evidente que en nuestras dos ciudades la avalancha de subsaharianos, principalmente en patera, se ha multiplicado durante este último verano, no sólo en relación a los años referidos sino también en la comparativa con los pasados 2009 y 2010.
No estamos en ningún caso ante una situación similar a la del verano de 2005, cuando los asaltos masivos a las vallas fronterizas de Melilla y Ceuta focalizaron toda la atención sobre nuestras dos ciudades, miles de inmigrantes llegaron en apenas unos días y once de ellos perdieron incluso la vida, en varios casos por disparos efectuados, según todos los indicios, desde la parte marroquí.
No ha sido este verano por tanto un año de accesos violentos, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo con las fuerzas de seguridad españolas, pero sí de un goteo tan constante que no podemos hablar realmente de “repunte” en la inmigración hacia nuestras dos ciudades, sino de un plan aparentemente orquestado que, como digo, ha permitido la llegada de más de un millar de inmigrantes a las costas ceutíes y melillenses.
Con esos datos, la positiva valoración del ministro no parece ajustarse a la realidad, sino más bien lo contrario. Pero lo peor no es sólo esto sino que evidencia un ánimo por diluir, minimizar, ignorar o negar unas circunstancias del todo innegables.
Sabemos que en las relaciones hispanomarroquíes Melilla y Ceuta sólo representan una parte, la más conflictiva y peliguada por causa del irredento anexionismo marroquí que reclama la soberanía de nuestros dos territorios. Una cuestión que exige de mucha diplomacia y que prefiere no menearse para no enquistarse aún más, aunque resulte evidente que ese mismo irredentismo anexionista cada vez es menos beligerante o incluso visible en los discursos de las autoridades de Marruecos.
Entiendo que el ministro Camacho, que ayer escenificó junto a su homólogo marroquí Taieb Cherkaui, el “excelente momento” que atraviesan las relaciones entre España y Marruecos, no ha querido empañar su visita al reino alauita con la siempre costosa defensa de la situación de Melilla y Ceuta. Ha preferido poner un conjunto de intereses en la balanza, con el extraordinario peso de la colaboración entre ambos países en la lucha contra el terrorismo y el tráfico de drogas, por encima de una realidad como digo innegable y tozuda que, no obstante, representa otra forma de acoso a Melilla, diferente en la forma, pero similar en el fondo, a la que se ha sucedido en veranos pasados con los conflictos, presión y hasta cierres transitorios de nuestra principal frontera con Marruecos.
Aún así, frente al proceder de Camacho, del Ministerio del Interior y, por extensión, del Gobierno de Rodríguez Zapatero, los melillenses y ceutíes nos merecemos una defensa más clara y comprometida de nuestra realidad como ciudades españolas, y esto se echa en falta en el discurso de Camacho, que en la misma línea de otros cargos del mismo Ministerio, se empeñan en negar, minimizar o restar importancia a ese preocupante acoso, impropio de un país amigo que además cuenta con un estatuto de asociación especial como tercer país con la misma Unión Europea a la que pertenecemos.
Mientras el propio Gobierno de España no asuma abiertamente que Melilla y Ceuta son dos de las fronteras terrestres de la UE que, como tales, deben ser respetadas y admitidas por nuestros vecinos marroquíes, difícilmente variarán las fórmulas varias de 'acoso' que de forma recurrente Marruecos permite se sucedan contra nuestras lindes fronterizas y territorios.
Difícilmente variará también el empecinamiento marroquí que permite perder fondos incluso en beneficio de la cooperación y desarrollo transfronterizo, tan necesaria para nuestro hinterland y para que Melilla y Ceuta puedan desarrollar todo su potencial como ciudades europeas.
Los medios de comunicación marroquíes ya andan caldeando el ambiente ante una posible victoria electoral del PP y su incidencia en las relaciones entre España y Marruecos. Temen que se deteriore la gran sintonía actual que, como digo, no deja de ser falsa parcialmente, en la medida que no asume nuestra propia realidad y la presión sobre nuestras dos ciudades. En suma, un dato más para incidir en la importancia de variar de una vez el trato del Gobierno central hacia nuestros dos territorios, con una política más acorde con nuestra realidad, nuestros problemas y nuestro gran potencial para el mayor desarrollo de Marruecos.
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