Opinión

La buena vecindad, bien entendida

Al parecer, a algunos les ha sorprendido que lo primero que ha puesto la CEME en el documento publicado y registrado el pasado 22 de marzo en el Congreso de los Diputados haya sido la necesidad de renovar y actualizar el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre el Reino de España y el Reino de Marruecos, hecho en Rabat el 4 de julio de 1991 y que sigue vigente –al menos, oficialmente– desde el 28 de enero de 1993.

A otros –cómo no– les ha parecido mal que se haya tramitado a través del representante de la coalición Compromís con el apoyo de CpM y algunas asociaciones confesionales y sociales. Pero como ha dicho nuestro presidente, Enrique Alcoba, ya nos hubiera gustado a los empresarios que el documento hubiera sido apoyado por todos los partidos políticos de Melilla –con o sin representación en el Congreso de los Diputados– en la unidad de acción que venimos demandando desde hace años.

Pienso que tener una relación de buena vecindad es lo lógico y natural entre dos países que comparten una frontera, independientemente de que los gobernantes de uno de los dos lados pretendan de forma más o menos torticera imponer sus aspiraciones expansionistas. Así lo escribí y razoné el pasado mes de enero de 2022 antes de que el ínclito inquilino mediopensionista de la Moncloa –sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ni consultar con sus propios ministros y correligionarios, ni al Parlamento ni al jefe del Estado– decidiera ponerle en bandeja de plata a Marruecos la mejor baza diplomática que teníamos para negociar con ellos.

La famosa carta del 13 de marzo del 2022 –cuyo amanuense se desconoce aún– fue enviada al monarca alauita –ofreciendo la mano y algo más– para iniciar una nueva etapa “inédita”, según este y “sin precedentes”, según Sánchez, en las relaciones bilaterales. Tras la famosa cumbre del 7 de abril pasado, se firmó una declaración con 16 puntos de los que hasta ahora solo se ha cumplido el punto cuarto, relativo a las conexiones marítimas de pasajeros entre los dos países, porque era la única que verdaderamente interesaba a Marruecos para usar los puertos y las subvencionadas navieras españolas para la OPE.

Del resto de los 16 puntos, nada se sabe, más allá de la cacareada y nunca explicada ‘hoja de ruta’ que permitirá la plena normalización de la circulación de personas y mercancías, según el punto 3 de la declaración, de manera ordenada y gradual. Esta milonga ya nos la han vendido repetidamente nuestro ministro de ‘Asuntos Europeos, Unión Europea y Cooperación’ –(sic) en la carta firmada por Sánchez– y por la delegada del Gobierno en Melilla y que, por cierto, se ha enfadado con los empresarios de la CEME por decirle en público lo que pensamos de este tema de la aduana. Después de un año, seguimos sin poder enviar expediciones comerciales documentadas aduaneramente y sin poder pasar un mísero botellín de agua o una bolsa de pan duro para las gallinas de algún amigo o familiar del otro lado. Y de yogures, olvidaos… Todo un éxito de nuestra diplomacia.

Para colmo, ahora y de ‘motu proprio’, la vicepresidenta 1ª del Gobierno local les va a facilitar los bonos ‘turísticos’ a los extranjeros no comunitarios –la mayoría de nacionalidad marroquí– que vengan a ‘hacer turismo’ de una hora o lo que tarden en cruzar la ciudad y llegar a la frontera de su país. ¡Vaya tela! Es que no aprendemos…

Si como, al parecer, se había acordado el respeto a la soberanía de ambos países y evitar referirse despectivamente a las ciudades autónomas de Melilla y Ceuta, el ministro de Interior marroquí acaba de insultarnos al referirse de nuevo a ambas como “ciudades ocupadas”. Vamos ‘mejorando pues hemos dejado de ser ‘presidios’ a ser considerados ciudades. La respuesta de nuestro Gobierno se espera contundente: no vamos a dejar que desembarquen en puertos españoles un kilo de tomate o los miles de productos fabricados en Marruecos, ni le vamos a mandar más gas y le cortaremos el suministro de electricidad… ¿A que todos esperamos esa lógica reacción? Pues va ser que no… Como mucho, nuestro Gobierno va a solicitarles que se cree una comisión ‘técnica’ que analice el lenguaje a emplear en las futuras declaraciones de su irrenunciable ánimo anexionista.

Pero, a pesar de todo esto, ¿debemos los melillenses renunciar a tener una buena vecindad con nuestros amigos, familiares o simplemente vecinos del otro lado de la frontera? Yo, en primera persona, y la mayoría de mis compañeros en la CEME pensamos que no. Queremos, creemos y necesitamos una buena vecindad al igual que lo pensó el Parlamento Europeo en su Declaración de junio del 2021 tras la consentida –si no propiciada– ‘invasión’ de Ceuta.

Pero queremos una relación de buena vecindad recíproca y que no se aplique por Marruecos la ‘ley del embudo’ sin que nuestro Gobierno lo impida. Y si no es capaz de hacerlo por sí solo, que acuda a la Unión Europea para conseguirlo. Hasta ahora no la he hecho. ¿Por qué? Esta inacción de Sánchez es la que más me preocupa y pienso que también a muchos melillenses de cualquier etnia, religión u origen, salvo que pertenezcan al partido gobernante o sean empleados públicos que tienen el sustento económico garantizado y les importa un pimiento si los demás podemos vivir de espaldas a la frontera.

Hoy, por razones muy personales y felices, escribo desde más allá de la otra orilla del Mar de Alborán que nos une al resto de la España peninsular, pero con el corazón en la ciudad que me vio nacer, crecer y desarrollarme como persona y donde tengo mi casa, mi familia, mi centenaria empresa familiar y mis amigos de siempre y a los que nunca abandonaré por mucho que mis obligaciones me exijan pasar algún período alejado de ella. Para querer a Melilla y desear lo mejor para ella y los melillenses no hace falta estar allí, basta ser y sentirse melillense. Esto va dedicado a un tocayo…

Del resto del documento de la CEME, espero que la delegada del Gobierno – la sempiterna sonriente Sabrina– empiece a darnos explicaciones y soluciones – no milongas ni mentiras– a las cuestiones que desde hace varios años venimos demandando los empresarios de la CEME: acabar con el retraso de cinco años para elaborar el RD que permita tener las bonificaciones al transporte de mercancías aprobado en los PGE del 2017; la solución a la carestía de los billetes aéreos para todos, residentes y no residentes; el mantenimiento indefinido –no temporal– de las bonificaciones en las cuotas de la seguridad social que desaparecerán en septiembre de este año si no se corrige la actual legislación; la mejora del ‘mejor contrato marítimo’ de la historia; la asignación en el BOE de los ciento y pico millones anunciados en el Plan Integral para este año o la declaración de Melilla como Zona Economica Especial con la publicación de una nueva Ley Orgánica de Régimen Económico y Financiero para Melilla que mejore la del año 1955 y se adapte a la realidad actual.

Las elecciones están al caer y aunque tendremos una jartá de promesas electorales, pienso que los melillenses ya tienen bastante definido su voto porque ‘hechos son amores, que no buenas razones’.

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