Editorial

Una bofetada sin mano

La confirmación por parte del Gobierno de Pedro Sánchez de que los Reyes no vendrán a nuestra ciudad es una bofetada sin mano después de los sufrimientos que se padecieron con motivo del confinamiento y el proceso de desescalada y ante la gravedad de la crisis económica y social que se nos viene encima.

Es verdad que los Reyes ya visitaron, durante los seis años de reinado, la totalidad de las comunidades y no viajaron a nuestra ciudad, pero nadie protestó nunca porque también tardamos treinta y dos años en contar con la presencia de Don Juan Carlos y Doña Sofía en 2007, que se convirtió en una jornada para la historia de Melilla.

Sin embargo, la actual gira es totalmente distinta. En primer lugar porque se realiza en un corto período de tiempo y, en segundo, porque se tratan de las circunstancias más difíciles que España como nación atravesó desde el final de la Guerra Civil. Son dos razones de peso que considerábamos que eran más que suficientes para que las dos ciudades fueran incluidas. De ahí que tampoco extrañara mucho la confirmación que el Palacio de La Zarzuela realizó a este medio de comunicación la semana pasada.

De estar en la agenda a desaparecer en menos de veinticuatro horas. De confirmarse por parte de fuentes del Gobierno, a un teletipo de la Agencia EFE que lo desmentía veinticuatro horas después y ayer, ya de manera definitiva, las palabras de la portavoz del Gobierno y ministra de Hacienda.

Melillenses y ceutíes están siendo considerados, en estos momentos, por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, que es quien autoriza y aprueba los viajes reales, como ciudadanos de segunda o de tercera. Ciudadanos que, por lo visto, su dolor por el confinamiento ha sido distinto al de resto de nuestro compatriotas. Ciudadanos a los que se deja de lado y a los que no merece la pena que sus Reyes agradezcan su comportamiento. Somos como los apestados de este país.

¿Y cuáles pueden ser las razones para que no se haga el desplazamiento? Nada más que se nos puede ocurrir uno: no disgustar a Marruecos, el mismo país que lleva ya meses intentando ahogar económicamente a nuestra ciudad y que, desde luego, su comportamiento dista mucho de ser el de un buen vecino. No hay otra razón.

Se prefiere dejar de lado a los melillenses que desairar a Marruecos. Para el Gobierno de Sánchez son más importantes las buenas relaciones con Marruecos que defender el derecho de los melillenses a recibir a sus Reyes.

Ya está claro que no van a venir, pero este pueblo no puede permanecer impasible ante esta nueva afrenta. El presidente de la Ciudad Autónoma, Eduardo de Castro, como genuino representante de todos los melillenses por encima de pensamientos políticos, está obligado a expresar de alguna manera su protesta por esta acción que pasará a la historia negra de nuestra ciudad. La manera que elija es lo de menos, pero su obligación es ser el primero de los melillenses en las duras y en las maduras.

Por el momento, solo el Partido Popular y el diputado de la Asamblea, Jesús Delgado Aboy, han protestado por este desprecio a la ciudad.

Delegación de Gobierno, la voz del Ejecutivo central en Melilla, no ha querido valorar la decisión de Madrid y tampoco lo ha hecho el Partido Socialista de Melilla. Deben una explicación a los melillenses.

Este momento es para estar al frente del sentimiento de este pueblo y estamos seguros que el presidente de la Ciudad sabrá estar a la altura con su respuesta.

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