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Beni Enzar recupera lentamente su carácter fronterizo tras la reapertura

Durante dos años y dos meses han sido numerosas las especulaciones, esperanzas y decepciones, pero por fin, las puertas entre Melilla y Marruecos vuelven a abrirse.

A los que les ha pillado con el certificado covid y el pasaporte, no han tardado en cruzar. Para hacerlo, si no se lleva equipaje y se va a pie, son entre cinco y diez minutos para acceder y los controles entran dentro de la normalidad.

Andar por los largos pasillos del paso fronterizo trae inevitablemente recuerdos. Sin embargo, a diferencia de antes de la pandemia, se nota que las puertas giratorias de hierro las han pintado y ahora hay mucha menos gente para cruzar.

Nada más cruzar, impera mucha más tranquilidad de la que había antes. Los taxis están a pie de frontera, pero son escasos los turistas. Como si de ovnis se trataran, los ojos de las personas que son de Beni Enzar miran con curiosidad.

A medida que la mañana se va acercando a la tarde, se va viendo más gente en la ciudad portuaria. Los camiones de mercancías entran y salen del puerto, la gente sale a tomarse su café, a pasear o a trabajar.

Un desayuno para dos personas con huevos, olivas, pan, un yogurt, una bebida, un zumo de naranja, un quesito y embutido puede salir por cinco euros (unos 52 dirhams). Por supuesto, la amabilidad y el savoir faire marroquí no faltan en el servicio.

Al igual que los melillenses, al otro lado también han tenido que seguir con su vida y adaptarse a los nuevos desafíos que se han presentado los dos últimos años, pues al igual que en Europa, la gasolina y el aceite de girasol están por las nubes.

La Mar Chica, laguna parte del imaginario melillense y de la que les separa una valla, está a unos pocos pasos del puesto fronterizo de Beni Enzar.

“¡Flamencos, no veo flamencos desde que soy pequeña!”, expresa una hija adoptiva de Melilla que lleva más de una década en la ciudad española.

Paz y horizonte. Saber que ande lo que se ande son kilómetros y kilómetros hasta llegar a la próxima frontera da una sensación espiritual de libertad. Junto a la laguna, hay un paseo acondicionado con sus bancos para que la ciudadanía disfrute de la tranquilidad que da un lugar así.

Con algunas persianas subidas y otras cerradas, hay quienes saludan a los turistas con un ‘hola’ mientras se toman un café e incluso se animan a invitar a tomar uno. “Este es mi nuevo local”, dice Mohamed, quien enseña con orgullo su pequeño cafetín.

Justo al lado está reformando uno más grande y tiene un tercer negocio pegado dedicado al transporte de mercancías. Asegura que tiene muchas ganas de volver a Melilla, incluso tiene una propiedad que le está llevando un administrador.

También están los transfronterizos. Uno de ellos explica que tienen ya ganas de volver, pero que hasta el 31 no pueden. Con los ojos emocionados, mira en dirección hacia la frontera.

Y es que para muchas personas al lado y al otro de la frontera, más allá de la nacionalidad que indique el pasaporte, la vecindad es parte de su identidad.

Aún quedan unos pocos menores que deambulan solos o en pequeños grupos y personas discapacitadas que cojean por las calles buscando sobrevivir. “Nosotros somos rifeños, ellos son árabes”, diferencia un hombre de Beni Enzar de la población local de la inmigración que venía del resto del país atraída por el trabajo que daba la frontera.

Aún son varias las dudas que quedan por despejar, las preguntas que se hacen los ciudadanos y queda por ver cómo evoluciona esta reapertura. Y sí, si se pueden comprar frutas para consumo propio y cruzar.

Un euro siguen siendo diez dirhams

Un euro se sigue contando como diez dirhams y hay lugares donde todavía se puede pagar en euros en Beni Enzar si no se ha tenido tiempo de cambiar la moneda. Una tarjeta del móvil cuesta 10 dirhams o un euro les vale, recargarla con saldo durante tres días es el mismo precio. Si se tiene hambre, al que no parezca de allí le van a cobrar más por descontado. Algo de fruta y tres bebidas gaseosas pueden salir por 37 dirhams o cuatro euros. Desayunar es un lujazo, por 26 dirhams está el típico y completo ‘desayuno continental’ que tiene su bebida caliente, huevo, zumo, pan caliente, etc. Para los que son de rutinas, también se puede encontrar el desayuno ‘espagnol’.

Los controles en la frontera entran dentro de lo habitual

La frontera ya está abierta y para cruzar se necesita el pasaporte y el certificado covid. Desde Melilla, es la Policía Nacional la que anota la entrada en primer lugar.

El siguiente paso es una puerta giratoria de color azul recién pintada. Un guardia marroquí, al otro lado, pide el pasaporte y el certificado covid. Hasta que no se muestran estos dos documentos, la puerta no se abre.

Una vez que se cruzar esta primer puerta, un segundo guardia vuelve a mirar el pasaporte y seguidamente indica el camino hacia delante, donde hay una caseta para sellar el pasaporte. Ahí lo escanean, lo sellan y preguntan por la profesión.

Antes de poner un pie oficialmente en Marruecos, queda un filtro más que pasar. Junto a un escáner de maletas, hay otro agente de las autoridades marroquíes que vuelve a pedir la documentación. Si no se lleva equipaje, no es necesario pasar por el escáner.

Las inmediaciones del puesto fronterizo están llenas de parejas de agentes de dos cuerpos distintos que vigilan el paso de los peatones y vehículos.

Para volver a Melilla, en la dirección contraria, hay que mostrar en primer lugar , como es obvio, hay que presentar la documentación a los agentes de Policía marroquíes. Hay quienes hablan castellano, otros, sin embargo, pocas palabras.

A la hora de sellar la salida vuelven a preguntar por la profesión y si el responsable aduanero es duro, quiere conoce incluso el lugar de trabajo.

Cuestiones como a dónde va uno o con qué propósito viaja a Marruecos es parte de una rutina de pasaportes a los que han nacido bajo el espacio Schengen están poco acostumbrados.

El siguiente paso es un control de la mercancía, pero principalmente enfocado al tráfico de divisas y otro tipo de elementos. Más claro, se puede pasar con una bolsa de fruta o productos para el consumo personal.

Después de ello, queda un control de pasaporte más y ya se llega al lado español, donde tras mostrar el pasaporte a la Policía Nacional, hay que enseñar el certificado covid a trabajadores de Eulen. Si no está en regla este último documento, se propone para sanción al viajero.

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