Editorial

Basta de violencia vial en Melilla

Brahim es un adolescente melillense, estudiante de 2º de Bachillerato, que a las 00.45 horas de la madrugada del sábado caminaba tranquilamente por la acera de la carretera de Rostrogordo. Lo que jamás iría pensando esa criatura es que de pronto su vida sufriría un tremendo revés: fue atropellado por un coche que circulaba a toda velocidad, que se subió a la acera y se lo llevó por delante causándole graves heridas; tan graves, que se encuentra en la UCI desde el primer momento a la espera de ser estabilizado para poder trasladarlo a un hospital de referencia en la península. El Faro quiere expresar sus mejores deseos para el muchacho y que su recuperación sea pronta.

El atropello de Brahim ha puesto en pie de guerra a cientos de personas en las redes sociales, fundamentalmente en los grupos de Facebook, en los que se piden oraciones por el joven y, sobre todo, se exigen medidas a las autoridades para que ese tipo de sucesos no vuelvan a ocurrir nunca más. Advierten esas personas que hay puntos negros de exceso de velocidad en esa carretera, en la zona de los pinares de Rostrogordo y en la Alcazaba, entre otros, sin que se haya establecido un solo control policial para detectar a los infractores, algunos de los cuales, aseguran, no tienen ni carné de conducir.

Son muchos los melillenses que se quejan de la enorme violencia vial que sufre la ciudad, un territorio de apenas 12,5 kilómetros cuadrados, donde se pasa miedo para cruzar los pasos de peatones porque los coches circulan a una velocidad prohibida sin tener en cuenta señalización alguna. Y eso no se puede seguir consintiendo.

La Consejería de Seguridad Ciudadana, de la que depende la Policía Local, debe tomarse muy en serio este problema y empezar a actuar de forma contundente en controlar a esos energúmenos al volante, que no miran más que su propia estupidez apretando el acelerador, no se sabe muy bien por qué motivo, si es que pudiera justificarse esa desgraciada acción de alguna manera. Hay que hacer respetar la velocidad máxima en cada carretera, hay que establecer controles policiales y hay que sancionar duramente a los infractores.

Lo que le ha sucedido al joven Brahim tiene que ser un antes y un después de esa violencia vial que padecemos todos, que su sufrimiento y el dolor de su familia y amigos sirva para algo. Es muy necesario que los agentes locales actúen decididamente y pongan en su sitio a esas personas, en su mayoría niñatos con vehículos de gran cilindrada que hacen su única voluntad cuando se ponen al volante y no tienen la más mínima empatía por los que se encuentran a su alrededor.

Pero no se trata únicamente de que las autoridades actúen, que también. Se debe educar, hay que educar a los ciudadanos en los valores de la seguridad vial, en la obligación de hacer caso a las normas y entender que lo que llevan entre manos puede ser una máquina de matar.

Solo con sanciones y educación será posible sacar de nuestras calles a esos inconscientes que piensan que la carretera les pertenece y que llegan a hacer muchísimo daño, como le ha ocurrido a Brahim, a cuya familia expresamos nuestros ánimos y apoyo en este difícil trance.

 

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