LOS pescadores profesionales de la ciudad han salido al paso de la posibilidad de que se limite la pesca deportiva en las playas melillenses para evitar que los bañistas se hieran una y otra vez con los anzuelos que dejan ‘olvidados’ en la arena. Para la Federación local de Pesca la solución pasa por un mayor control de los pescadores aficionados sin licencia administrativa que, en su opinión, son los que podrían estar olvidándose de recoger sus anzuelos cuando terminan de faenar.
También se defienden diciendo que si la Ciudad prohíbe la pesca deportiva, debería impedir, además, la práctica de otros deportes e incluso las barbacoas a la orilla del mar.
La idea de prohibir la pesca en la playa en temporada de baño no es tan descabellada. Ya hay ordenanzas como la que tiene el Ayuntamiento del Pilar de la Horadada, en Alicante, que limita la práctica deportiva en los meses de verano, cuando la afluencia de bañistas es mayor.
Pero en éste, como en muchos otros casos, quizá la solución salomónica no pase por colgar un cartel en la playa que diga: “Prohibido pescar” sino por conseguir que pescadores con licencia o sin ella hagan gala de civismo y tengan cuidado a la hora de recoger sus enseres.
Es más fácil compartir espacio que tener que regular con leyes algo que es de sentido común: Un anzuelo en la arena es un peligro para los bañistas. No hay que ir a la universidad para entenderlo.
En Melilla tenemos un problema profundo y es que no entendemos la ciudad como nuestra. Por eso vemos a operarios de la limpieza trabajando a toda hora y en cuanto se dan la espalda la calle vuelve a estar tal cual.
Lo mismo pasa con la polémica por los anzuelos en la arena. Quien los ‘olvida’ o los ‘pierde’ debería pensar que cada uno de estos aguijones le puede arruinar las vacaciones a una persona, incluso a un niño. No deberíamos llegar a la prohibición. Basta con un poquito de civismo.