Opinión

Barrio Cuerno, su lugar en el mundo

Es una señora mayor y enferma y se desplazó desde Barrio Cuerno hasta El Faro, en la calle Castelar 1 del centro de Melilla, para quejarse de los cortes de agua que no le dan respiro. Según explica, ha intentado que la reciban en la Ciudad y ha enviado una decena de escritos, pero ningún político le responde. Tampoco tienen tiempo para escucharla cuando se les acerca y los pilla tomando un café en la Plaza de las Culturas.

La señora ha acudido incluso al Defensor del Pueblo. Le han escuchado por teléfono, pero le han dicho que tiene que enviar su queja por escrito y eso para ella es una montaña difícil de escalar. No tiene ordenador ni sabe cómo se hacen esas cosas por Internet. Tampoco se ve con fuerzas para escribir la carta a mano e ir a Correos a enviarla. No tiene a quién acudir y por eso vino a El Faro.

Le preocupa el ruido y la suciedad de su barrio, la velocidad de los coches que pasan por su casa cada noche y que un día se la llevaron a ella por delante. De ese atropello conserva las secuelas en la cabeza y las piernas.

Le molesta que hayan retirado los bancos de su calle porque ahí se sentaban a conversar las personas de la tercera edad y no entiende cómo puede molestarle eso a alguien.

Le duele que le hayan quitado un paso de peatones que consiguió que el Gobierno de Imbroda le pusiera frente a la puerta de su casa, en la calle Acera Reina Regente. Después del atropello no se atreve a cruzar por cualquier parte. Sabe que es peligroso. Ahora apenas sale de su casa. No tiene ganas de arriesgarse innecesariamente.

También le gustaría que repararan la barandilla de la acera de su calle, que servía a su padre, de avanzada edad, para dar un paseo agarrado a ella. La arrancó de cuajo un coche que se estrelló por allí. Ella estaba en la ventana, vio el accidente y avisó enseguida al 112 para que enviaran una ambulancia cuanto antes.

Sabe que es un número de Emergencias, pero los llama a menudo porque son los únicos que escuchan sus quejas. A nadie más parece importarle lo que piensa una mujer harta de promesas en campaña electoral y después que vota, si te he visto, no me acuerdo.

Ella dice que sufre por Melilla y por la forma en que se deteriora su barrio a diferencia de otros puntos de la ciudad que, en su opinión, mejoran gobierne quien gobierne. Se siente profundamente española y a su edad ni se le pasa por la cabeza irse de aquí. Ésta es su tierra y le duele que no le den cita en el Hospital Comarcal para que un especialista en Dermatología vea la erupción que le ha salido en las dos piernas de un tiempo a esta parte.

Le piden que espere, pero ella lleva toda la vida esperando a que las cosas cambien y nota que están cambiando, pero a peor.

Entiende que los jóvenes hagan la maleta y se marchen de Melilla a Alemania, a Francia e incluso a Canadá. Pero ella no comparte esa decisión. Si todo el mundo se va, no se resuelven los problemas: se enquistan.

Cree que las personas como ella, nativas de Melilla, no le interesan a nadie. No es pobre, pero como si lo fuera. La inflación no le da respiro. Pensaba que a su edad iba a estar más tranquila y lo tiene todo cuesta arriba.

Y para rematar la faena, los cortes de agua la tienen en vilo. Ella está a cargo de su padre y de su madre, ambos muy mayores, y no tiene más ayuda que sus piernas endebles para ir a buscar agua. No recuerda haber pasado nunca una racha tan mala. No puede ducharse por las noches y por el día tiene que tirar del jarrillo o del trapo, como antiguamente.

Dice que el "Barrio de los Cuernos" está irreconocible y no entiende por qué sus vecinos no se quejan. No sabe por qué todos callan. Cree que están igual de mal quejándose que callados. Llevan años en silencio y ella no quiere callarse más.

Su único apoyo es un taxista que la trae al centro cada vez que quiere entregar un escrito en la Asamblea. Se le va la vida y por eso quiere enviar un mensaje claro a los políticos que sólo van al barrio cada cuatro años a pedirle el voto: quiere que en las elecciones de mayo se olviden de ella.

Está convencida de que el suyo no es el único voto que pierden. Cree que son muchos los desencantados. Son muchos los que no renuncian a su barrio; los que no quieren que se convierta en una ciudad sin ley. Barrio Cuerno siempre ha sido un sitio de gente trabajadora y lo que está en juego es su lugar en el mundo; su rincón en Melilla; su vida. Hoy por hoy, si pudiera, se marchaba de allí, pero no puede y tiene claro que hay que seguir viviendo, pero quiere hacerlo de otra manera.

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