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Barranco del Quemadero

El menos conocido de nuestros espacios protegidos

Melilla cuenta con dos zonas ZEC (Zonas de Especial Conservación), la ZEC del barranco del Nano y la ZEC del barranco del Quemadero. La razón por la que estos lugares alcanzaron este estatus de protección fue porque aún conservan muchas especies, tanto de fauna como de flora, de gran valor para el patrimonio natural europeo.

Esto originó que estas dos zonas pasaran a formar parte de la Red Natura 2000, que engloba todos los territorios protegidos de los estados de la Unión Europea. Muchas de las especies presentes en nuestras ZEC son indicativas de que en estos lugares existieron o están presentes en alguna medida ecosistemas únicos y de gran valor también para nuestro patrimonio natural, y, por tanto, también están protegidos por la legislación comunitaria.

La jarilla cabeza de gato

Un ejemplo de especies protegidas específicamente por la ley y presentes en nuestras ZEC es la jarilla cabeza de gato (Helianthemum caput-felis). Esta jarilla era hasta hace poco muy abundante en el Nano, pero unos infortunados desbroces, ordenados por la Administración hicieron que la población actual más importante de caput-felis se encuentre en la LIC de Quemadero, donde aún podemos disfrutar en primavera de su espléndida floración.

Flora y fauna singulares

El origen del nombre del barranco del Quemadero se remonta a hace unas pocas décadas, y se debe a que en este lugar se arrojaban los cadáveres de los animales que fallecían en Melilla, y allí se quemaban para evitar la putrefacción. De hecho, muchos melillenses recuerdan la abundancia de cuervos que rondaban antaño en esta zona de Rostrogordo, y que era debida a la presencia de dichos cadáveres. No era extraño ver otros animales, como el lobo dorado (Canis anthus) rondando esta zona, seguramente por la misma causa. Este lugar fue elegido para tal fin por estar muy alejado del casco urbano y ser un acantilado casi inaccesible; las mismas razones que ahora lo hacen un sitio tan especial.

Para acceder al barranco del Quemadero existe un camino señalizado que parte de la carretera que cruza el pinar de Rostrogordo. Sin dejar aún este pinar ya se pueden observar especies que no encontraremos en ningún otro lugar de Melilla, como el jaguarzo morisco (Cistus salviifolius) o la esquila peruana (Scilla peruviana).

Esta última no está incluida desde hace muy poco en el listado de especies de la flora de Melilla, por ser muy reciente su descubrimiento en nuestra ciudad. Ya acercándonos al acantilado encontraremos las especies más valiosas de este lugar, únicas en todo el estado y representantes además de un ecosistema protegido, el de la flora de acantilado, llamado Chritmo-Limonietea por ser los hinojos marinos (Chritmum maritimum) y las limonias, en este caso Limonium gummiferum, las especies más representativas de dicho ecosistema. Los duros condicionantes ambientales que se dan en la explanada caliza que está justo antes de la base del acantilado del Quemadero han propiciado la presencia de esta flora tan peculiar y tan vinculada a estos ambientes extremos. Aparecen aquí especies tan valiosas como la asterácea Reichardia tingitana, cuyo nombre científico nos da una pista de su área de distribución.

Otra especie que hay que destacar es la umbelífera Bupleurum balansae, descubierta aquí por los insignes botánicos Sennen y Mauricio a principios de siglo y tristemente olvidada después por nuestras autoridades. Hoy en día es oficial la presencia de Bupleurum balansae en Ceuta como único enclave del estado donde existe, obviando su presencia en nuestra ciudad. Curiosamente, uno de los primeros apelativos que los botánicos le dieron a esta especie, antes del definitivo, fue Bupleurum melillensis, por lo que es de justicia que se reconozca cuanto antes su presencia en nuestra ciudad. Muy cercanas ya al borde del acantilado podemos encontrar las bellas primuláceas Coris monspeliensis, antes de encontrarnos con el mirador construido hace unos años con capital europeo.

Reptiles y aves

Justo en el espacio que ahora ocupa ese mirador se descubrió por parte del reputado herpetólogo Juan Pleguezuelos la presencia de la rara lagartija tunecina (Psammodromus blanci) en nuestra ciudad, una presencia que no se había vuelto a constatar desde principios del siglo XX. En el espacio ajardinado que rodea este mirador se ha plantado una de las más peligrosas especies invasoras de los hábitats costeros, la uña de león (Carpobrotus edulis).

A día de hoy la uña de gato sigue extendiéndose y llegando peligrosamente al borde mismo del acantilado, amenazando con convertirse en un problema de muy difícil y costosa solución, como ya saben las autoridades ambientales de Baleares y Galicia.

Las paredes del acantilado también albergan una flora muy peculiar, pero en esta zona encuentran refugio muchas especies de aves, que tienen que defender su espacio de la omnipresente gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Abundan en los riscos los roqueros solitarios (Monticola solitarius) y al pie del acantilado perdices morunas (Alectoris barbara), además de currucas y mirlos.

Pero son dos especies las que destacan sobre las demás por su escasez y por estar protegidas, la gaviota de pico rojo o de Audouin (Ichthyaetus audouinii), que desde hace algún tiempo instala sus colonias de cría aquí con mayor o menor fortuna según el año, y el halcón de Berbería (Falco pelegrinus ssp. Pelegrinoides), en este caso una pareja que se instaló aquí hace ya varios años y cría con bastante éxito, contribuyendo con los pollos que consiguen llegar a adultos al aumento de la población de esta singular especie, que en España solo vive en Canarias y ahora también en Melilla.

Razones más que suficientes para hacer un esfuerzo especial para conservar este espacio, para que sus paredes sigan albergando esta naturaleza tan singular que se ha conservado hasta nuestros días gracias a su inaccesibilidad.

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