¿Os acordáis de aquellos veranos en los que nos quejábamos porque no había billetes para viajar a Málaga, Granada y Almería en cualquiera de los buques diarios que salían de Melilla hacia la península? Las redes sociales se incendiaban a golpe de quejas; los medios de comunicación hablábamos de eso a todas horas y la Oposición no daba tregua al Gobierno de Imbroda.
Entonces estábamos mal. Hoy estamos infinitamente peor y nadie se queja. ¿Por qué? Puede que nos hayamos dado por vencidos. Puede, incluso, que la amplia oferta que teníamos respondiera más a las necesidades de Marruecos y los marroquíes que a las nuestras, a las de Melilla. Pero yo lo achaco a la débil oposición que tiene el tripartito por un motivo tan simple como que quienes deberían oponerse a lo que está pasando no cogen el barco. No saben lo que es eso. No chupan el candado con el frenesí y la frecuencia con que los hacemos los ciudadanos de a pie.
El Gobierno de Rajoy primero nos quitó el barco rápido, luego el médico de a bordo; aumentó la edad de los buques a utilizar en los viajes a Melilla y por último adjudicó el contrato marítimo por cero euros. Después Pedro Sánchez nos dejó sin contrato marítimo y bajo su mandato estamos sobreviviendo con sólo dos conexiones semanales de Trasmediterránea a Almería en la ida y dos en la vuelta. De los precios ya ni te cuento.
¿Y saben cuántos políticos han dado explicaciones por ello? Ninguno. ¿Por qué iban a hacerlo si nadie se queja? Pues eso. Estamos mal, vamos a peor y aquí la gente mira para otro lado.
Mientras los cepemistas y los populares se pelean por ver quién enciende el ventilador más rápido para conseguir llevar al contrario ante el juez por corrupción, los melillenses que queremos salir o regresar a nuestra ciudad tenemos que tragar con barcos carísimos que se echan a la mar de Pascuas a San Juan. Si te gusta, bien y si no, también.
No sé cuántas veces he leído que la delegada del Gobierno o algún otro miembro del tripartito se reúne con fulano o con mengano para solucionar el problema del barco. ¿Y saben qué? Que o nos están tomando el pelo o son tan ineficaces que sus gestiones no sirven de nada. Me da a mí que estas reuniones son como aquellas que tenían representantes de la Aduana española con funcionarios marroquíes para solucionar el malentendido que llevó a cerrar la Aduana de Beni Enzar en Melilla en el verano de 2018.
Aquellos encuentros bilaterales sólo sirvieron para distraernos y éstos de ahora sólo sirven para darnos falsas esperanzas. Mientras tanto, al mes de julio le queda un telediario y la cosa está mal e irá a peor. No han solucionado nada, ni hemos visto a nadie salir a dar la cara por nada.
Aquí de lo que se habla es de que la ciudad parece otra en vísperas del Aid El Kebir. Y a mí no me molesta, siempre que este alumbrado no se coloque en detrimento del que se pone cada año en Navidad.
Tampoco me incomoda que se llegue a un acuerdo con los ganaderos que traen borregos a Melilla. Me parece fantástico siempre que en Navidad se firme un convenio similar con los que traen pavos, cerdos o lo que se tercie a la ciudad. No quiero favores para una cultura en detrimento de las otras. De la misma manera que una madre no distingue entre sus hijos; nuestros gobernantes deben gobernar para todos. No sólo para los que rezan como ellos, piensan como ellos o hablan como ellos.
Se trata de que ganemos todos. Pero en el tema del barco, hemos retrocedido y eso es más importante que las luces de las fiestas. No entiendo que haya dinero para poner la ciudad hermosa y no quede un duro para que nuestros políticos se paguen un billete a Madrid y reclamen en el Ministerio lo que nos corresponde.
Es cierto que en la península han recortado las frecuencias de trenes, AVE, incluso de tranvías y autobuses públicos. Pero eso no condena a las personas a vivir en cautiverio. En cambio si nos quitan el barco, nos dejan encerrados en 12 kilómetros cuadrados. En la península te puedes subir a un burro, a un Blablacar o a una bici y terminas llegando a tu destino. ¿Aquí, qué hacemos? No es lo mismo.
No obstante, dejemos el beneficio de la duda. Suponiendo que estoy equivocada y que alguien en su sano juicio cree que sí es lo mismo, quiero que los políticos de mi tierra solucionen el problema y consigan para Melilla ese supuesto trato de favor.
No los quiero ver bien vestidos, luciendo palmito, bronceados y con modelitos nuevos a diario. Quiero verles la cara grasienta de patearse el Ministerio de Transportes; quiero que le quemen el teléfono al ministro Ábalos para que solucione el problema del transporte marítimo en Melilla; quiero que defiendan nuestro derecho a no perder los derechos conquistados.
Mientras eso no pase, somos muchos los que vamos a dar la matraca. Si alguien creyó que la Covid-19 es el pretexto perfecto para que dejemos de pensar en el barco, se equivoca. No lo es. Ya pueden sentarse a negociar señores. Y, por favor, daros prisa.
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