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El cauce del riachuelo acumula toneladas de basuras de todo tipo
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Guelaya aboga por incrementar las sanciones a los colectivos que viertan residuos en él
De entrada, una tela de color blanco cubriendo un árbol de ramas finas se identificaría con el decorado habitual de las películas de Tim Burton o con la ambientación gótica de la que los propietarios de los bares dotan a sus establecimientos cuando Halloween se avecina. En la zona de Arroyo Mezquita, a las espaldas del polígono Sepes, la fotografía es similar, aunque con un origen enormemente distinto.
Allí donde el cauce alcanza las naves industriales, la seda y el algodón de las sábanas fantasmagóricas se sustituyen por el plástico. Más arriba, incluso, aparecen los restos de hogueras que se presumen clandestinas y recuerdan a un tiempo en el que las brujas escapaban de la Inquisición.
La metáfora del paraje gótico se mantiene cuando cualquier viandante escudriña el arroyo y se topa con cristales rotos, clavos y maderas astilladas. El símil, eso sí, se torna más difuso con respecto a la hostelería, en el momento en que descubrimos que las botellas están vacías y, dónde antes había cerveza, ahora se acumula la tierra y, rara vez, el agua de un pozo al que la basura está consumiendo tonelada a tonelada.
Guelaya
Guelaya-Ecologistas en Acción lleva mucho tiempo denunciando la gravedad de la situación. Ayer, en declaraciones a El Faro, el responsable del área de Conservación, Manuel Tapia, insistía en la necesidad de sancionar a aquellos que viertan sus residuos en la cuenca del arroyo, una cuestión de la que responsabiliza a “todos los colectivos” de la zona.
“Se hacen esfuerzos por limpiar, pero no se ponen trabas a que se siga ensuciando. Al final, llega más basura de la que se recoge”, afirmó Tapia, quien, en referencia a esta situación, añadió que su agrupación está “en una guerra que nunca podrá ganar”.
Conviene mencionar, en última instancia, que la calle que separa las naves del riachuelo tiene contenedores, pero muy pocos. En el área más poblada de residuos, por ejemplo, sólo se contabilizan dos y a unos 30 metros de distancia. Ambos son de color gris (basura orgánica), por lo que, más allá de su capacidad, se eliminan por completo las posibilidades del reciclaje de vidrio, papel, madera o plástico.