España y Marruecos escenificaron ayer cómo desean que sean sus relaciones en el futuro.
La historia común de ambos países está llena de altibajos. Alguno de los capítulos más dramáticos se han escrito en Melilla; aquí siempre hemos observado de reojo a unos vecinos que no han dejado de contemplarnos con la misma expresión. No obstante, si miramos al pasado, nos costará encontrar un momento en el que la afinidad haya sido tan alta como lo es ahora. Y será prácticamente imposible señalar algún periodo en el que el deseo de entendimiento entre ambos países haya sido tan fuerte.
La visita de Felipe VI y doña Letizia a Marruecos es una prueba más de la concordia que ambos países desean que impere en sus relaciones. Mohamed VI esperó a la llegada de los Reyes de España para anunciar la firma del acuerdo de pesca y les agasajó con el Wissan Al Mohammadi, la más alta condecoración que concede el reino alauí.
Los temas más espinosos han quedado relegados para afianzar la cooperación en asuntos que benefician a ambos países. Por lo tanto, no es de esperar que Melilla y Ceuta estén en la agenda de ambos monarcas. En este idílico ambiente es previsible que si el nombre de las ciudades autónomas aparece en algún momento, uno o otro monarca se esfuerce por sortear el asunto sin entrar en el tema en profundidad. Sin embargo, mientras no quede definitivamente resuelto, no podremos afirmar que las relaciones entra ambos países son perfectas.
Melilla y Ceuta necesitan, por ejemplo, que se acabe con la excepcionalidad en las relaciones comerciales entre ambos lados de la frontera. Nuestro progreso económico y prosperidad depende tanto del libre mercado de bienes y servicios como lo necesitan nuestros vecinos para empezar a construir su bienestar. El nivel de las relaciones empresariales entre ambos lados de la frontera, la fluidez en el paso de los ciudadanos de un territorio al otro, la efectividad en la colaboración policial, la recíproca seguridad jurídica para los nacionales de cada uno de los países, el grado de cooperación cultural, la intensidad de los lazos sociales... son aspectos a tener en cuenta para saber si ese deseo de concordia entre España y Marruecos se materializa o si sólo es algo pasajero. Los melillenses y ceutíes seremos los primeros en saberlo. Somos el termómetro que mejor indica en qué momento se encuentran las relaciones hispano-marroquíes. Hoy por hoy, desde nuestro punto de vista podemos decir que prosperan adecuadamente, pero necesitan mejorar aún más para que se materialicen en algo tangible. Podemos valorar la colaboración de Marruecos para frenar los asaltos a la valla, pero esa cooperación es algo que se da por hecho entre dos países cuyas relaciones son correctas. Para calificarlas como “extraordinarias” aún falta camino por recorrer, al menos desde el punto de vista de los melillenses
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