C ientos de marroquíes, hombres y mujeres, están atrapados en las dos ciudades autónomas. Representan la gran fractura de una relación transfronteriza y encarnan el más odioso de los olvidos.
Mohamed VI ha permitido la repatriación de atrapados en cualquier punto de España, olvidando a los que están en Melilla y Ceuta, para los que no caben más ‘pasillos humanitarios’ después de las polémicas repatriaciones llevadas a cabo. El monarca alauita sí se aproximó a Ceuta en su embarcación para protagonizar un vídeo viral; ese famoso que según la delegada del Gobierno estaba investigando la Policía Nacional en unos de los shows políticos que hemos tenido que aguantar.
Uno más que sumar a la hilera de situaciones que tienen que ver con un país vecino que olvida y menosprecia a sus propios súbditos. Las mujeres están empezando a escapar a nado en Ceuta como ya lo hacían antes los hombres. Ya no tienen miedo, están cansadas. Es medio año de bloqueo, medio año sin ver a sus hijos, con sus familias rotas, medio año teniendo que vivir en condiciones infrahumanas. Ya, al menos, se han escapado cuatro.
Han perdido el miedo porque están cansadas de suplicar una ayuda. Lo más grave de todo es que no les importa nada, ni arriesgar sus vidas. La desgracia asoma en cada ocasión en la que un transfronterizo busca volver a su país. Y nadie pone remedio a esta situación. A una situación marcada por las desgracias.
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