CUANDO se dan cuenta de que la realidad no es como se la habían hecho creer, ya es demasiado tarde. Están dentro de una trampa de la que es imposible escapar.
Son las mujeres captadas por los yihadistas y que son enviadas a territorios controlados por el Estado Islámico. Así describe la situación de estas mujeres otra mujer que conoce al detalle cada una de las operaciones policiales contra esa clase de terrorismo. Se trata de Dolores Delgado, la fiscal que coordina en la Audiencia Nacional los asuntos relacionados con el terrorismo yihadista. Sus declaraciones en la entrevista que publicó El Faro de Melilla en su edición de ayer pueden resultar esclarecedoras para las personas que actualmente están tentadas de dejarse llevar por las promesas de los ‘liberadores’ del Estado Islámico. En el caso de las mujeres, asegura Delgado, la vuelta atrás no es una opción para ellas después de haber caído en las garras de los terroristas. Cuando las víctimas comprueban hasta qué punto no son ciertas las promesas que los reclutadores les hicieron durante el proceso de captación y lavado de cerebro, ya es demasiado tarde. La fiscal explica que es en ese momento cuando las mujeres se dan cuenta de que se han acabo “convirtiendo en prisioneras de sus reclutadores y ya no pueden dar marcha atrás. Es tristísimo”.
A veces la captación de las víctimas no necesita elaborados idearios ni un sólido argumentario contra los principios de la civilización occidental. En muchas ocasiones, explica Delgado, la oferta de los reclutadores no va más allá de una vida familiar estable con un hombre joven con el que tener hijos, todo ello, eso sí, bajo una apariencia ideológica y transmitido con “un marketing brutal”, cuenta la fiscal.
Del análisis de las palabras de Dolores Delgado se extrae una conclusión automática: Las operaciones llevadas a cabo por la Guardia Civil y la Policía Nacional (con la “estrechísima” colaboración de Marruecos, como dice hoy en El Faro el ministro del Interior) permitirán interceptar a los ‘prisioneros’ y arrestar a los ‘reclutadores’, pero esa guerra hay que ganarla en otro campo de batalla. Del mismo modo que, por ejemplo, el mejor arma contra la droga es la información, la mejor forma de poner fin a la actividad de estos miserales del Estado Islámico es poner en alerta a sus potenciales víctimas. Es imprescindible iniciar campañas para contrarrestar los discursos de los yihadistas y emprender acciones de concienciación en los centros docentes para poner en alerta a los niños, adolescentes y jóvenes. Hay que hacerles ver que los ideales de libertad y democracia sobre los que se asienta la civilización occidental no pueden ser destruidos por falsas promesas que acaban llevando a la esclavitud y la tiranía. Ningún proyecto de una sociedad mejor, como la que venden los ‘liberadores’ yihadistas a sus ‘presas’, puede asentarse sobre la muerte de otros seres humanos, sobre la destrucción y el terror. Ésa es la conclusión a la que llegan muchas víctimas del marketing terrorista cuando ya es demasiado tarde.
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