Y por fin este martes, pasadas las once del mediodía, pisaron tierras africanas. Terminó su particular odisea. Las dos mamás con dos niños de seis años y un bebé de dos que salieron el pasado viernes del aeropuerto de Madrid rumbo a Melilla consiguieron llegar a nuestra ciudad.
Atrás dejan un sinfín de colas en el aeropuerto de Málaga, esperas que en ocasiones les han hecho perder la paciencia, tres hoteles en los que han pernoctado en las últimas cuatro noches y mucha, mucha mala suerte. Porque a las nubes bajas y la suspensión de sus vuelos durante tres días se unió que, cuando ya pensaban llegar a última hora del lunes a Melilla, justo su avión no pudo salir de Málaga porque fue el que pinchó una rueda al aterrizar.
El sábado les dijeron en el aeropuerto que como al día siguiente domingo no les aseguraban aterrizar en Melilla por el tema de las nubes bajas, mejor esperar hasta el lunes y asegurarse la salida. Y que ese día todos los vuelos anteriores estaban ya llenos, por lo que había que volar a última hora.
El lunes no comenzó demasiado bien: “Nos dijeron que a las doce del mediodía teníamos que dejar la habitación. No tenía ningún sentido porque el taxi mandado por Iberia nos iba a recoger en el hotel, que estaba como en un polígono industrial, en la nada, a las cuatro y media de la tarde. Eso sí, cerca del hotel. La de recepción nos hizo el favor de dejarnos estar en la piscina y allí que nos fuimos: con las maletas y sin poder ducharnos después ni cambiarnos en condiciones”, relatan.
Y como habían tenido que dejar la habitación nadie les dio de comer: “Nos dijeron que en el hotel no nos daban de comer, allí ya no estábamos alojadas, y tampoco había sitios para comprar algo cerca. Tuvimos que ir hasta un Mercadona y dar a los niños lo que pudimos”, explican.
Además de esto, el domingo pasaron gran parte del día llamando a un teléfono de Iberia: tenían que asignarles un viaje de vuelta de Melilla a Madrid ya que, obviamente, no habían podido volver el día que habían previsto, que era precisamente ese domingo.
Sin embargo, desde la compañía aérea se les indicó que el sistema se había caído y que lo intentaran al día siguiente. Por fin, a media mañana del lunes, consiguieron hablar con alguien: “Nos dijeron que no era cosa suya, que ellos no nos reasignaban otro vuelo y que tampoco lo iban a hacer en el aeropuerto de Melilla.
Que eso solo lo haría la agencia de viajes donde contratamos el viaje”. Así fue: María, su anfitriona en nuestra ciudad, llamó a la agencia y le dijeron que ellos se encargarían de este trámite, aunque le aseguraron que también lo podía haber hecho Iberia. Vieron que había billetes de vuelta a Madrid para los próximos días y no los cerraron, a la espera de que se concretase la salida de Málaga. Menos mal.
Y es que a las cuatro y media de la tarde estaban bien puntuales esperando los dos taxis. Por fin veían Melilla más cerca. Pero no llegaron. Finalmente, desde el hotel realizaron las llamadas correspondientes y una persona de Iberia les aseguró que su vuelo había sido cancelado, que ese día no había salido ninguno y que ya se pondrían en contacto con ellas más tarde para reubicarlas.
“Ya no podíamos más. Llamamos entonces a nuestra amiga y le contamos esto. Ella hizo sus averiguaciones y nos aseguró que estaban llegando vuelos con normalidad. Es más, nuestro vuelo estaba programado y en hora”.
Así que pidieron dos taxis y se fueron para el aeropuerto. Para cuando llegaron, efectivamente su vuelo había sido cancelado. Y tuvieron que hacer de nuevo una larga cola. Ya han perdido la cuenta de cuántas veces han ido al aeropuerto y de cuántas colas han tenido que hacer. Para nada. “Nos mandaron a un mostrador. Allí no había nadie. Luego a otro. Todo esto con los dos niños y el bebé. Y solo había una persona para atender. Pidió refuerzos, llamó a su jefa, pero no le hicieron caso. Con cada uno se pegaba unos 20 minutos y los ánimos se iban caldeando. Fue horrible. Llegó un momento en el que los niños se tiraron al suelo porque ya no podían más”.
“Porque son grandísimas amigas pero menuda responsabilidad la mía. Y, desde luego, quién va a querer venir aquí de esta manera. Yo, desde luego, ni aunque me regalaran unas vacaciones aquí de una semana vendría. No hacemos nada con los bonos turísticos y la publicidad, si luego no se solucionan otras cosas”, comenta la anfitriona.
“Cuando fuimos el sábado al aeropuerto porque había salido su vuelo desde Málaga, en las pantallas salían todos los vuelos cancelados y debajo un cartel del Patronato de Turismo. De risa, era muy simbólico”.
Y es que, por algo la niña de seis años comenzó estos días a escribir, entre el aeropuerto y los hoteles, algo que ha titulado: Misión imposible: Melilla. Desde luego, unas vacaciones que nunca olvidarán.
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