Un periodista brasileño y su segundo a bordo fueron atacados por una ballena mientras navegaban cerca de Gibraltar. Murillo Novais y John empezaron una travesía que empezó en Dacar y terminará en Barcelona en la que han vivido momentos que se quedan en sus recuerdos. El Faro ha acudido a este barco para hablar con el capitán y descubrir la increíble historia del ataque de la ballena.
Murillo y John comenzaron este viaje hace 48 días en Sudáfrica con un destino fijo, Barcelona, pero decidieron pasar este fin de semana en Melilla, una ciudad de la que no conocían nada. Murillo es amigo de Beto y Thais, unos brasileños que viven en el puerto de Noray y a los que ya dedicamos un reportaje. Así que de camino a Ibiza decidieron pasar unos días en la Ciudad Autónoma para estar con sus amigos. Cuando iban cerca de Gibraltar una ballena les atacó.
Cerca del estrecho, Murillo estaba haciendo un vídeo de la travesía y en ese momento vio dos ballenas acercarse hacia él. Pensó que ojalá no se acercaran mucho pero de repente una de ella golpeó con fuerza su barco. En ese momento, del susto, paró de grabar.
Murillo explica que no es nada normal que las ballenas estén por esa zona aunque él si que había oído historias sobre ataques cerca de donde estaban navegando. Una leyenda cuenta que estos ataques son una venganza de las ballenas a los atuneros por haberlas tratado mal en el pasado.
El año pasado en Menorca este capitán conoció a un Skepper de Portugal (la persona que en el barco garantiza la máxima seguridad de la tripulación y del barco) que por casualidad le explicó la mejor manera para deshacerse de las ballenas. Poner la marcha atrás. El timón cambia de lugar y con ello la dirección del agua. De esta forma las ballenas se pierden porque el flujo del agua va en su contra.
Tras el golpe, Murillo apagó rápidamente el piloto automático y agarró el timón con firmeza. Así consiguió dar la vuelta al barco y tal y como le explicó el Skepper, la ballena se fue en 2 minutos. Eso sí, el un brazo de uno de los timones quedó completamente doblado a causa del golpe y una pieza del barco desapareció.
Al principio el capitán del barco no sabía muy bien si la ballena quería jugar o atacarlos. Murillo cree que solo quería jugar pero para él es un ataque. Menos mal, dice, que el golpe no sucedió por la noche porque hubiera sido mucho peor en la oscuridad en la que únicamente habrían escuchado un golpe sin saber muy bien lo que había sucedido.
Esta vez tuvo suerte. Otros capitanes, nos cuenta, después de un ataque parecido perdieron el timón y tuvieron que llamar a la guardia costera para que los remolcara hacia un puerto cuando se habían quedado en medio de la nada en el mar.
Después del ataque John y Murillo tuvieron que atracar en el puerto de La Línea de la Concepción para arreglar los desperfectos ocasionados.
La familia de Murillo estaba relacionada con el mundo del mar. Su abuelo Carlos era un gran velerista en Brasil y su madre también fue una pionera de la vela en los años 50. Su familia, como cuenta él, siempre ha estado cerca del mar y relacionados con el mundo de la vela.
En su país se dedicaba al mundo de la publicidad. Era director creativo hasta que se cansó de tener que vender productos. Desde ese momento se prometió dedicarse a lo que verdaderamente ama. Así que empezó a escribir escribir poesía sobre el mar. Más tarde conoció algunos amigos que trabajaban en una revista de temas de vela y empezó a trabajar como editor en ella.
Murillo es un metereólogo autodidacta y tiene una empresa que se dedica a ayudar a regatistas y cruceros con la metereología. Gracias a ello empezaron a llamarlo para llevar barcos de otra gente y fue el destino como Murillo el que hizo que pudiera hacer su vida en el mar.
El barco, un leopard, es propiedad de un famoso abogado en Brasil. A Murillo lo contrató este abogado y él se encargó de buscar una tripulación que lo acompañara. Fue así como empezó este viaje que le ha traído a Melilla.
La vida en un barco, dice Murillo, es su forma de vida. Siempre ha estado cerca del mar desde niño, ha navegado, ha hecho regatas y ha escrito sobre el mar.
Pero la vida en el mar no es fácil. "Navegar es solucionar temas todo el tiempo, si oyes un ruido distinto tienes que averiguar qué es y tenerlo todo bajo control". Aunque hay otros temas que si que no se pueden controlar. La piratería y los robos son situaciones peligrosas que no se pueden prever.
Por las noches hacen turnos de 4 horas por lo que se descansa poco. Hay que mirar el radar y controlar el resto de barcos. Esto en Europa es mucho más sencillo ya que la tecnología de los barcos es mucho más nueva y son aguas menos peligrosas.
Lo bueno de pasar mucho tiempo en un barco es, según Murillo, visitar lugares que siempre has soñado y ver amaneceres que podrían ser una pintura de un cuadro. Gracias al dueño de este barco, al que Murillo considera aventurero, ha podido visitar el archipiélago de Bijagós.
"Hay que amar la profesión". A veces, nos dice Murillo, es duro. De Dacar a Canarias, por ejemplo, el viento y las olas de 4 metros hacían difícil el continuar. Hay momentos en los que piensas, confiesa este capitán, que podrías estar en tu casa pero vale la pena.
Y es que uno de los motivos por el que navegar vale la pena es que nunca los días son iguales.
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