Pocos conflictos armados han tenido tanta repercusión salpicando a la Seguridad Internacional, como el que actualmente encaran el Pueblo de Palestina e Israel. Un enfrentamiento que sube en sus decibelios para transformarse en un entramado fluctuante en el que se ven envueltos, en mayor o menor medida, países de la zona y la Comunidad Internacional.
La incertidumbre que subyace por el emplazamiento territorial y la analogía de la crisis, se agravan por la presencia de importantes reservas energéticas que atañen a los intereses económicos de las grandes potencias. Por lo tanto, Oriente Medio, una región aproximadamente equivalente al Suroeste de Asia, hoy, es una extensión en incesante desequilibrio y con la incidencia de múltiples componentes crónicos. Lo que hace que la rivalidad de palestinos e israelíes sea aún más compleja y de difícil gestión.
Lo cierto es, que este vaivén de cambio permanente motivado por las sacudidas internas, como por los movimientos de los actores externos, recientemente hemos contemplado algunos procesos inducidos por el menester de innovaciones, ante la carencia de la legitimidad en sus regímenes, como por las recomendaciones desplegadas por la sociedad de sociedades o macro sociedad. Fundamentalmente, los Estados Unidos, la República Árabe de Egipto y la Unión Europea, por sus siglas, UE.
Obviamente, esta catarsis conserva el riesgo latente de una eventual escalada bélica de proporciones notables, como la que ha detonado y que desde hace algunos días está en suspenso tras un alto al fuego eventual.
Es más, como es consabido, el terrorismo islamista yihadista escudado por no pocos estados de la demarcación, hallaron en la tensión palestino-israelí el caldo de cultivo apropiado, para rendir cuentas y percutir con astucia en las operaciones enfocadas a conquistar el dominio de las tierras musulmanas.
Es preciso incidir, que desde el fallecimiento de Yasir Arafat (1929-2004), el hecho más destacado recaería en la anunciada retirada de la Franja de Gaza: suceso que enardeció la dicotomía en la sociedad israelí y en el Ejecutivo de Unidad Nacional que, por entonces, regía Ariel Sharón (1928-2014).
Igualmente, la principal fuerza política israelí de centroderecha en los últimos lustros, el ‘Likud’, se fragmentó y emergieron alternativas entre Sharon y Benjamín Netanyahu (1949-71 años). Definitivamente, el primero, hastiado de los complots e inconvenientes que le exponía su grupo parlamentario, se separó del partido que el mismo había encumbrado hasta provocar el desplome del Gobierno.
Paradójicamente, la cesión de la Franja de Gaza a los palestinos sembraría dos consecuencias no presumidas: Primero, Sharon, lograría aparecer ante la urbe hebrea como un pacifista comprometido y la ultraderecha en su punto de mira por alta traición. Asimismo, los colonos, antiguos socios e incansables electores de Sharon, le plantaron y empezaron a trabajar con otras formaciones políticas. El ‘Likud’, perdía votantes y cada día se apuntaba más a la derecha del arco parlamentario. Al contrario, los laboristas, con líderes renovados, estaban más próximos de las propuestas de Sharon, planteando la vieja fórmula de paz para los territorios en disputa, incluyendo en sus insinuaciones una retirada acompasada de la Franja de Gaza.
“Imposibilitar a millones de personas de los Derechos Humanos, por el hecho de ser de origen palestino y no judío, no es meramente una ocupación improcedente, sino una política que aspira a privilegiar a un Pueblo sobre otro”
Y, segundo, desde el 2/VI/2014 con la irrupción en la Presidencia de Mahmoud Abbas (1935-85 años), como la Autoridad Nacional Palestina, este dotó de liderazgo a la comunidad con mayor pragmatismo y voluntad negociadora que, desde luego, no poseyó el difunto Arafat.
Cerrando el cuerpo de esta exposición, el laberinto entre los palestinos e israelíes bifurca desde una inadecuación de propósitos entre las partes, proveniente de la inestabilidad de poder por distintos fondos. Pero, al tratarse de una conflagración de estas peculiaridades, parece ser que ésta no se vence con lógicas razonadas, sino en el que se apreste a una mayor fuerza armamentística.
A groso modo, el Estado de Israel es un jugador más poderoso y su fuerza aérea, drones armados y sistemas de recopilación de inteligencia le permiten acometer los objetivos ambicionados. De cara a lo anhelado en una sociedad que desea ser plural y heterogénea, el nivel de unidad interna es trascendente para el devenir de los acontecimientos entre Palestina e Israel.
Primero, no es necesario incidir, pero sí recordar, que las Resoluciones asignadas a Israel por la Organización de las Naciones Unidas, abreviado, ONU, han quedado en agua de borrajas, porque la ideología y movimiento político sionista en todo momento las ha pulverizado, quedando impune su proceder y persistiendo en la praxis de la limpieza étnica y la política expansionista.
Segundo, como ya he mencionado, la hechura militar israelí es marcadamente superior a la palestina, tanto en lo que respecta a las infraestructuras y equipos de combate, como en la conformación de una milicia que se protege con finura de las agresiones externas. El mejor ejemplo que evidencia lo indicado, es la denominada ‘Cúpula de Hierro’, un escudo israelí acondicionado por un sistema desarrollado de defensa aérea operativo, con la premisa de preservar al Estado de cuantos misiles balísticos o de crucero, cohetes y otras amenazas incurren en el espacio aéreo de Israel.
Tercero, el contraste reflejado en el potencial diplomático de palestinos e israelíes: a diferencia de los lazos aparentes de Palestina, ampliamente condicionados por el asilamiento que despliega Israel, éste a su vez, apareja un grueso diplomático vigoroso que le enarbola en lo más alto como representante en el exterior.
Y cuarto, vinculado a la materia anterior, la cuantía de aliados y su reciedumbre hacen caer la balanza en la contienda, para bien o para mal. Indudablemente, los palestinos, han conseguido más refuerzos; sin obviar, el protagonismo de contar desde los inicios con los estados árabes. Así, entidades como la Comunidad Internacional y otros Organismos afines, se han agregado a la ayuda del Pueblo Palestino y al señuelo de su derecho a convivir como Estado.
Sin embargo, Israel se siente favorecido por EEUU como su máximo aliado. Ni que decir tiene, que el realce de los actores entorpecen una hipotética salida negociadora del conflicto. Con el tiempo transcurrido, el Estado de Israel se ha encargado en ampliar su circunscripción mediante la colonización de más zonas; además, de la edificación de asentamientos y la anexión de Jerusalén.
Pero, en torno al Pueblo Palestino, postergado a un segundo plano con su ideal de obtener una paz consolidada y la inmediata plasmación como Estado, trata de contrarrestar las políticas discordantes israelíes.
Digamos, que Palestina se ha transfigurado en un cerco de otras formas de hacer la guerra y regulación social, cuyas complicidades globales son imposibles de sobreestimar: a la aludida arbitrariedad israelí y el sostén norteamericano, los palestinos soportan las turbulencias propias de las políticas de apartheid.
Con lo cual, áreas como la economía sobrellevan directamente estos desequilibrios, volteando a la población palestina con un fuerte control y viabilidad en todo el territorio, dando pie a un enflaquecimiento de la base económica local, congestionada por las políticas hostiles. En otras palabas: Palestina es degradada insistentemente a través de restricciones, desmembración geográfica, interrupción de la libertad de circulación de los trabajadores, intervención de los recursos naturales, imposición en el uso de la moneda israelí e imposibilidad para acordar o encajar políticas monetarias, fiscales y comerciales.
Fijémonos en la Organización no gubernamental dedicada a la investigación, defensa y promoción de los Derechos Humanos con sede en Estados Unidos, ‘Human Rights Watch’, por sus siglas, ‘HRW’, que con fecha 27/IV/2021, culpabilizó al Estado de Israel de superponer las políticas de apartheid, o lo que es lo mismo, segregación racial y acosamiento tipificados como crímenes contra la humanidad.
Literalmente, recalca que los palestinos están subyugados a “un draconiano régimen militar, mientras los colonos de los asentamientos israelíes gozan de plenos derechos conforme a la legislación civil”.
Las escrupulosas acotaciones a la libertad de movimientos por el mandato de autorizaciones reivindicatorias en cientos de inspecciones, como la apropiación de haciendas y la demolición de casas y edificios que abarcan el desalojo inevitable de los palestinos; con el esparcimiento apresurado de los asentamientos y construcciones rechazadas, como carreteras y abastecimiento de agua para los colonos, forman actos inhumanos, sin excluir, el prototipo reprensible de la segregación racial.
Conjuntamente, el Informe se sustenta en el procedimiento habitual de la Administración Israelí, presto a empeñarse en la supremacía de los judíos sobre los palestinos, y en los excesos dolorosos perpetrados contra éstos que malviven como buenamente pueden. Fundamentando, que la discriminación y el quebrantamiento de los Derechos Humanos de los hombres, mujeres, niños y niñas de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Oriental tomada desde 1967, encierran un régimen de “dominación de un grupo racial o nacional sobre otro, opresión sistemática y actos inhumanos”.
Simultáneamente, en el documento se describe el severo contexto en el que una única autoridad, la Dirección Israelí, se encomienda a imperar entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo. Y es que, en este sector inconfundible con dos grupos de tamaño similar, se beneficia metódicamente a los hebreos. Toda vez, que a los palestinos con dureza se les atenaza y comprime.
Queda claro, que imposibilitar a millones de personas de los Derechos Humanos, por el hecho de ser de origen palestino y no judío, y sin que exista un argumento legal de seguridad, no es meramente una ocupación improcedente, sino una política que aspira a privilegiar a un Pueblo sobre otro.
Por consiguiente, si se hiciese un balance sucinto de las propuestas estadounidense e israelí en los intentos de alcanzar unos mínimos comunes de entendimiento, se corrobora la tesis de la ‘culpabilidad palestina’, acentuándose que la dificultad es la emanación del terrorismo palestino al que hay que extirpar de raíz. Como, de la misma manera, es indispensable regenerar las instituciones palestinas, enmendar sus líderes y naturalmente, optimizar la supuesta democracia.
En su conjunto, los palestinos han de corregir sus pautas de conducta.
Por ende, al referenciar cualquier indicio de violencia israelí, esta es un método justificado de defensa; o mejor dicho, la violencia es fruto únicamente de la maquinación de los palestinos.
Una vez más, tras la celebración de la Cumbre de Paz en Oriente Medio de ‘Camp David II’, entre el Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton (1946-74 años); el Primer Ministro de Israel, Ehud Barak (1942-79 años), y el Representante de la Autoridad Palestina, Arafat, americanos e israelíes escenificaron el eslogan simple e ideologizado que reza: el Estado de Israel no ha podido convenir la negociación, porque los palestinos no desean la paz.
O, tal vez, ¿los israelíes no se toparon con la persona a quien amedrentar e imponer sus condiciones? No se trata de hacer el trazado de una historia maniquea. Arafat incurrió en errores, la descomposición contaminó las estructuras cuasi-estatales de la Autoridad Palestina, no estando a la altura para coordinar una campaña de información ante el fiasco de la Cumbre, como sí lo supo hacer Israel.
El líder palestino era individualista, sus hábitos nepotistas y autoritarios irradiaban su personalidad, pero también los mecanismos patriarcales de los regímenes árabes.
En la etapa mandataria, los palestinos no lograron apuntalar un Estado dentro del Estado, como sí se lo adjudicaron los judíos. Están quiénes le atribuyen el saldo desfavorable del proceso de paz rubricado en 1993, y sin clarificar unas perspectivas en consonancia a lo reclamado.
A este tenor, autorizó la Tercera Revuelta Palestina en el año 2000 y con ella, desgastó más a la sociedad palestina.
Por lo demás, el Movimiento Nacional de Liberación de Palestina ‘Al-Fatah’ fue desmedidamente intransigente, jamás interpretó lo que encarnaba compartir el poder y por ello, los palestinos sostuvieron numerosas fracturas y desengaños políticos. El más apreciable es el éxito de la Organización Palestina ‘Hamás’, que se declaró yihadista, nacionalista e islamista.
No obstante, en la década de los noventa con la creación de la Autoridad Palestina y el proceso de paz en curso, apenas existían avances para aclimatar un Estado.
Entre los precedentes, la superioridad de los israelíes y los obstáculos aplicados, no establecieron un molde constitucional y una cordura de poderes. Muchos de sus dirigentes no disponían de la experiencia adecuada como autoridades en el marco de la Ley, sino que más bien, se basaba en la pugna clandestina.
Sin ir más lejos, en la ‘Cumbre de Paz de Camp David II’ no estaban lo suficientemente preparados.
Como en otras tantas coyunturas, los palestinos requirieron la contribución de otros actores acreditados de la UE, la Federación de Rusia y algunos estados árabes como el Reino Hachemita de Jordania o el Reino de Marruecos, son buen ejemplo de ello, pero nuevamente la propuesta se impugnó.
La encomienda palestina aspiraba a la prescripción del monopolio estadounidense como mediador en las negociaciones, así como en su defecto, el emprendimiento de una Conferencia Internacional con los afectados.
Indagando detenidamente la oferta realizada por Barak, tal y como la reveló el mayor periódico en lengua hebrea publicado en Jerusalén, ‘Yedioth Ahronoth’, se vislumbra un orden en las iniciativas que Israel cataloga de paz.
Primero, no a la recuperación de las fronteras de 1967; segundo, Jerusalén ensamblada a la soberanía de Israel; tercero, no a la efectividad de facciones extranjeras; cuarto, el mayor número posible de colonos anexados a Israel y, sexto, Israel no es el causante del rompecabezas de los refugiados palestinos.
De lo que se desprende, que ha prevalecido más el negativismo que el positivismo tanto en Menájem Beguín (1913-1922), como en Isaac Shamir (1915-2012), Isaac Rabin (1922-1995), Netanyahu y Sharon. Es decir, cuando se trata de negociar no incumbe el color político. Precisamente, es esta postura, la que Estados Unidos e Israel han de corregir y rehacer, porque así, difícilmente el conflicto saldrá adelante.
Recapitulando, los judíos se hicieron con esas tierras, triunfaron en el combate de la ocupación, pero no han derrotado el aspecto de la seguridad. La perseverancia e insistencia del Pueblo Palestino, juzgado por los medios de comunicación norteamericanos y otros, como terrorismo puro y feroz, ha transferido en la reflexión de la causa palestina.
“Esta catarsis conserva el riesgo latente de una eventual escalada bélica de proporciones notables, como la que ha detonado y que desde hace algunos días está en suspenso tras un alto al fuego eventual”
En cuanto a Jerusalén, abundantes Resoluciones de la ONU han resuelto la prevaricación de los compases frenéticos adoptados por Israel, como la incorporación unilateral de la Ciudad, o el ensanchamiento del casco urbano que ha poblado terrenos palestinos y el acoplamiento de colonias judías. No es de sorprender, que la Comunidad Internacional no distinga a Jerusalén como su capital y que la mayoría de las embajadas se ubiquen en Tel Avic.
Un resquicio más equitativo apaciguaría las rigideces que se vierten en una parte considerable del universo musulmán. Serenando los ánimos de millones de musulmanes y palestinos musulmanes que conforman los avatares del día a día de su población.
Al referirme a la encrucijada de los refugiados, se identifican sectores convencidos que éstos se marcharon por elección particular; pero, lo que es irrefutable, que no se les facilitaron los cauces pertinentes para la vuelta. Si alguien decide abandonar su morada, siempre dispondrá de la determinación del regreso.
Ellos y ellas, los palestinos, en absoluto han omitido su herencia generacional, fundiéndose con los lugares del ayer en los que se hospedaron y que ahora están habitados por los hebreos. A pesar del escenario contradictorio, las opresiones y el derramamiento de sangre de tantísimos inocentes, los vínculos contraídos hacia sus heredades no han desaparecido.
Aun objetándose la legitimidad de los israelíes, hay palestinos que guardan como un tesoro las llaves de sus techados y azoteas que estaban situadas en lo que hoy es el Estado de Israel, con el sueño de confiárselas a la generación que, quizás, todavía, no conoce.
Y, por si fuese poco, líderes palestinos admitieron un acuerdo pragmático para que no se alterase la representación demográfica de Israel. De manera, que cedieron y observaron un retorno emblemático a lo que antes eran sus campos y cultivos, y que el resto de exiliados obtendría derecho a establecerse en Palestina.
Hoy por hoy, hacer un pronunciamiento veraz sobre las colonias judías en tierras palestinas, es partir de la base de un foco inflexible y abusivo, según el Tribunal Internacional de Justicia, como una infracción del párrafo seis del Artículo 49 de la ‘Cuarta Convención de Ginebra’ de 1949, conexa a la “protección de personas civiles en tiempos de guerra”.
Concluyentemente, en Oriente Medio, la demarcación final de sus líneas fronterizas y estados, se perpetúan en ser un entresijo inexpugnable, porque a las turbulencias tradicionales políticas difíciles de repeler, ha de agregarse el encuadre anómalo de los recursos acuíferos y petrolíferos de la región.
Por ello, la irresolución, perplejidad e imprevisibilidad son rasgos inseparables a la radiografía de este paraje, lo que problematiza cualquier pronóstico que se quiera augurar.
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