Cinco ciudadanos sirios fueron detenidos ayer en las inmediaciones de la Plaza de España porque amenazaban con quemarse a lo bonzo frente a la Delegación del Gobierno de la ciudad. Querían llamar así la atención de las autoridades y reclamar su traslado a la península porque, aunque llevan cerca de tres meses en la ciudad, consideran que inmigrantes subsaharianos que llegan después que ellos a Melilla se les adelantan y cruzan primero el Mediterráneo con destino a un Centro de Internamiento de Extranjeros.
Los sirios que ayer querían quemarse a lo bonzo, como todos los inmigrantes que llegan a la ciudad, quieren salir de Melilla en busca de trabajo para ayudar a sus familias. Pero el único camino que se les abre, de momento, es el de pedir asilo político. Y ahí está el problema. Si lo hacen, saben que tendrán que quedarse en la ciudad como mínimo un año, hasta que les concedan el asilo. Un año en la vida de una persona desesperada es mucho, demasiado tiempo.
Legalmente las peticiones de asilo deberían resolverse en tres meses, pero en Melilla están tardando, de media, un año.
Tan desesperados están, después de salir huyendo de un país arrasado por la guerra, que no se ven capaces de esperar un año para salir de Melilla con un permiso de residencia en la mano.
Habría que ponerse en la piel de estos hombres para entender su desesperación. Pero la vida no se cambia por un viaje.
No es la primera vez que alguien amenaza con quemarse a lo bonzo en Melilla. El caso más reciente ocurrió el pasado 17 de julio cuando la Policía Local impidió que un trabajador del servicio de limpieza público se prendiera fuego dentro del Palacio de la Asamblea para protestar porque tenía problemas con su contrato.
Ahora son cinco ciudadanos sirios, que prestarán hoy declaración ante el juez, los que se arman de disolvente y mechero con la intención, probablemente, de llamar la atención.
Asombra comprobar el poco amor que le tienen a lo único que tenemos una sola vez: La vida. En principio ya han llamado la atención. Media España habla hoy del amago de suicidio de los cinco sirios ‘retenidos’ en Melilla.
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