–Es obligado preguntarle en primer lugar cómo está y cómo se encuentra su familia, tras haber sido obligada en enero del año pasado a salir de Marruecos, país en el que residía desde hace 20 años, ¿Y han podido volver?
–Bien, estamos bien, dentro de lo que cabe. Con ganas de volver a casa, sobre todo mis hijos, tienen muchísimas ganas. No hemos podido volver, estamos en tribunales marroquíes, recurriendo la expulsión y vamos a seguir peleando hasta que podamos volver a casa.
–¿Qué opina sobre la apertura de las fronteras de Ceuta y Melilla y del papel jugado por España y por Marruecos? Incluso hay más de uno que dice que aquí vivimos mejor con la frontera cerrada...
–Respecto a la apertura de las fronteras, hay una cosa que es importante: las relaciones con Marruecos no se han construido desde la solidaridad entre los pueblos y el apoyo mutuo ni la cooperación. Son relaciones construidas en base al chantaje. Al chantaje por intereses territoriales e intereses geoestratégicos: respecto a los territorios del norte pero también respecto a los territorios del sur, incluso a las aguas jurisdiccionales canarias. Y en medio de esa relación de chantaje están las personas migrantes y los movimientos migratorios. Eso se vio en Ceuta: cuando entraron todos estos niños y niñas, que fueron usados en esa situación tan terrible; usados por Marruecos pero también por el Estado español, que no dudó en violar las Convenciones internacionales. Hubiera sido un momento importante para mostrar que los derechos de la infancia se respetan en el Estado español y que no se iban a violar las Convenciones internacionales. También por no ceder a ese chantaje y por tener esa posición fuerte de posicionamiento con los derechos humanos. Pero esto no fue así. Entonces, las relaciones con Marruecos siempre tienen esa dimensión sucia, policial, cloaquera, de cloacas, donde esto se equilibra. Esto también ha propiciado el cambio del Ministerio del Interior y la expulsión de la anterior ministra. Hay que tener un cambio en este tipo de relaciones, claro que sí, y ese cambio tiene que ir por unas relaciones de apoyo, de solidaridad y de cooperación y no de chantaje y cloacas.
–¿Qué le diría a quienes creen que con la nueva legislación la apertura de la frontera va a suponer una avalancha de peticiones de asilo? ¿Y sobre el empadronamiento de menores?
–El asilo es un derecho y el Estado español tiene que respetar ese derecho porque somos una democracia. Nos estamos dando cuenta de que la limitación de derechos lo que puede provocar es que terminemos no siendo una democracia y terminemos perdiendo todos esos resortes de protección que deben tener las personas. El asilo es un derecho, otra cosa es que tenemos que hablar de qué está pasando estructuralmente en el mundo en estos momentos tantas personas estén siendo desplazadas forzosas de sus territorios, entre otras cosas por el cambio climático, que está produciendo hambrunas terribles. Y tendremos que tomar más medidas. Medidas más integrales. No nos podemos quedar con ese pequeñito discurso de nuestro territorio local, que es importante. Pero hay que ver y analizar qué es lo que está provocando que una persona, después de jugarse la vida se juegue la vida para pedir asilo. Siempre hay que respetar el derecho de asilo.
El empadronamiento es otro derecho que tiene que ser respetado. Es otro derecho básico y además estamos viendo, es vergonzoso, que se use el empadronamiento de forma fraudulenta para conseguir beneficios políticos, como en el caso que hemos visto en Andalucía, con una candidata a la Junta de Andalucía, y luego se esté negando el derecho de empadronamiento a personas que lo necesitan. Son resortes democráticos. Creo que, y lo hemos dicho muchas veces, Ceuta y Melilla han bajado sus estándares democráticos por cuestionar, porque se cuestione todo este tipo de derechos. No dejéis nunca que vuestros territorios sufran ese descenso de derechos democráticos a través de ese discurso del miedo y ese discurso de la guerra.
–Hace un tiempo vi en Melilla una escena que debo confesarle que me conmovió: se había organizado en una céntrica calle un concierto solidario pro Ucrania y, en una esquina, había una docena de inmigrantes subsaharianos viendo el recital. Todo un contraste ¿Crees que actuamos con un doble rasero según la procedencia de los inmigrantes?
–La dolorosa guerra en Ucrania ha mostrado dos cosas: primero, que sí se puede. Que se puede respetar las leyes y las convenciones internacionales vinculadas al asilo y sí se puede acoger en condiciones de dignidad, cuando Europa siempre dijo que no se podía. Y segundo: nos ha mostrado la cara más dura del racismo. Fíjese, que esos discursos de “Son como nosotros, están más cerca”. Es un discurso de guerra: estos son los nuestros, aquellos no son los nuestros. Entonces, no son como nosotros: me refiero a esos que dicen “Son rubios y de ojos azules, son como nosotros” ¿Cómo se puede sostener ese discurso? O, por ejemplo, dicen: Es un conflicto muy cercano, muy próximo, ellos están al lado. Me lo decía una periodista alemana afincada en Baleares: No, es que eso es por la proximidad. Y yo le decía: No, Ceuta y Melilla están en África. Nos muestra otra vez esa cara del racismo, nos muestra otra vez el colonialismo y nos muestra otra vez cómo en los territorios colonizados siguen siendo territorios expoliados, explotados, y donde se normaliza esa situación de excepcionalidad. Recuerdo cuando llegaron un grupo de inmigrantes a Melilla y yo hice un tuit, diciendo que no nos olvidáramos de estos conflictos que vienen de la frontera sur. Tuve dos mil comentarios o más. Yo pensaba que eran comentarios de reflexión, de es verdad. No, eran comentarios de amenazas, insultos… Terrible. Pero bueno, creo que esto está bien, porque cuando todo sale a la luz, cuando lo nombramos, creo que podemos debatir sobre ello y ver cuál es el camino para poner en el centro los derechos humanos y eliminar esos relatos de odio y de guerra.
–¿Qué hace cuándo recibe una llamada en mitad de la noche desde una patera en mitad del Estrecho?
–Cuando recibimos una llamada, en mitad de Alborán, en mitad del Estrecho, lo que hacemos es, primero, intentar obtener la mayor información para poder ayudar a los Servicios de Rescate: dónde están, si pueden mandar una localización, cómo va la embarcación, cuántas personas son, si hay mujeres, si hay niños, si hay mujeres embarazadas, si ha habido alguna pérdida, si están viendo algo… Toda la información que podamos. Son momentos muy complicados, la gente está muy nerviosa, a veces hay que calmar… Tenemos todo un protocolo de cómo debemos actuar en este tipo de llamadas. Después, inmediatamente después, avisamos a los Servicios de Rescate. En este caso, los Servicios de Rescate, en vuestra zona podría ser que también Argelia, por la deriva que tiene esa zona, podría ser un Servicio de Rescate concerniente. Nosotros avisamos tanto a Marruecos, como a Argelia y al Estado español. El Estado español tiene la obligación, porque han firmado convenciones internacionales, de defensa del derecho a la vida, de coordinarse para que esas personas terminen siendo rescatadas. Pasamos toda esa información y luego hacemos seguimiento: seguimos llamando a la embarcación, seguimos obteniendo datos, y acompañamos a las familias porque muchas veces las familias están llamando también a la vez, angustiadas. Acompañamos hasta que el rescate se produce o hasta que, desgraciadamente, como en muchos casos, se produce una tragedia. A partir de ahí hacemos un relato de esa tragedia y vemos cuánta gente falta y, si hay cuerpos que se han recuperado, quiénes son esos cuerpos. Vamos a identificarlos, acompañamos a las familias o, en muchos casos, hay desapariciones, nunca se encuentra la embarcación. Y ahí también es importante construir un relato porque las familias después necesitan saber; saber la verdad es importantísima. Y esta verdad está muy oculta. Oficialmente, luego es muy complicado encontrar cifras, encontrar datos.
–¿Cuáles son sus sentimientos cuando recibe una de estas llamada?
–Los sentimientos son de dolor. Cuando deje de dolernos, tenemos que dejarlo. El dolor es algo natural. El dolor viene acompañado también de rabia. Rabia porque una persona tenga que arriesgar su vida por cruzar una frontera. Y rabia también cuando los Servicios de Rescate son negligentes o no hacen todo lo que tenían que hacer. Lloramos. Lloramos mucho. Cuando identificamos un cuerpo es un alivio para las familias. Muchas veces cuando ha habido un naufragio, se han encontrado tres cuerpos y otros nueve no, las familias que han encontrado los cuerpos se consideran, imagínese qué horror, privilegiadas respecto a las otras porque, por lo menos, tendrán a alguien a quien enterrar. Efectivamente, cuando sabemos que en Nador hay cuerpos que no se identifican, porque ahí también opera el racismo. Muchos de esos cuerpos no se identifican porque no se toman todas las medidas necesarias sanitarias, cuando hay miles de familias que sabemos que están buscando a sus familiares desaparecidos. Esto se ve también en el Estado español. Hay mucha negligencia, hay que tomar muestras sabiendo las circunstancias excepcionales de estas personas que mueren en frontera. O hay que ser también diligente en intentar hablar con los supervivientes, no solo para obtener información policial para el control migratorio. Sino también enfocándola para intentar identificar a las personas que han muerto.
Es una situación muy terrible. Estamos hablando de miles y miles de familias. Es algo colectivo que, aunque esté invisibilizado, son los mismos dolores que sienten las familias que están en lucha en la memoria histórica. Creo que la dimensión de la tragedia la podremos ver dentro de unos años, cuando se investigue lo que ha pasado en nuestros mares y en nuestras tierras.
–¿Qué les diría a quienes dicen, por ejemplo, que es muy fácil opinar o defender la inmigración pero después no se le ocurre acoger a un inmigrante en su casa? O a quienes afirman directamente que no quieren que vengan inmigrantes a nuestro país.
–El racismo ha sido y es el sustento ideológico en el que se oculta una serie de intereses económicos muy grandes. Las industrias de la guerra han invertido en el control migratorio y son las principales beneficiarias de todas las personas que mueren al intentar cruzar una frontera. Pero hay una serie de industrias de la esclavitud ligadas a la explotación, ya sea laboral, ya sea del servicio doméstico, de los cuidados, sexual, donde hay mucha gente también ganando dinero. Entonces, fíjese que paradójicamente, mire Murcia: el porcentaje de votos a ese discurso anti migración. Y sin embargo, paradójicamente y de forma paralela, Murcia es una de las zonas con mayor índice de explotación laboral hacia esas personas migrantes. No es que el sistema no quiera que haya personas migrantes trabajando, es que el racismo las quiere invisibilizar, fuera de la sociedad, y las quiere explotadas ¿Qué pasaría si de repente todos se fueran de los invernaderos de Almería, del campo de Murcia, de la fresa…? Al final, no es un discurso anti inmigración. No es ni un discurso; es una gramática, un léxico de guerra. Alrededor de la inmigración, alrededor de la frontera, se ha construido un léxico de guerra. En Melilla lo conocéis: avalancha, invasión… y no hay un análisis, no se va más allá, no son personas, se deshumaniza, se cosifica. Y eso te permite, en ese léxico de guerra, montar toda una serie de estructuras económicas que se oculta y se deja de analizar en la sociedad.
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