“Aquí están matando la vaca”

L A frontera de Melilla es como una vaca con las tetas muy gordas, que durante años ha dado mucha leche, pero ya se está secando y hay que exprimirla hasta el final, pero buscando alternativas para cuando llegue el último día de ordeño.

Así resume el empresario melillense Moisés Murciano la situación extrema que vive la ciudad y que, en su opinión, no se debe sólo a Marruecos.

Abdeselam Mohamed, presidente de la Asociación de Comerciantes de la Frontera (Acsemel), coincide en que el problema del tráfico fronterizo en Melilla es grave y está hundiendo el comercio local, pero para él la responsabilidad corresponde a las autoridades españolas encargadas de gestionar los pasos fronterizos en la ciudad. “Aquí se está matando la vaca”, resumió.

Los dos empresarios son melillenses de toda la vida: uno musulmán y el otro hebreo. Ambos estudiaron juntos en el colegio de Ataque Seco y hoy los dos enfrentan el mismo problema: la frontera.

Para hablar de las causas, consecuencias y responsables de la situación de crisis que vive el comercio y la economía en Melilla, Mohamed y Murciano aceptaron la invitación de FaroTV para debatir lo que ambos consideran que está matando esta ciudad hasta el punto de que la Avenida se parece a esas películas del Oeste en las que las nubes del desierto o plantas rodantes cruzan por mitad de la calle sin encontrar a nadie a su paso. Lo dicen en referencia al número creciente de establecimientos que han cerrado sus puertas en los últimos dos años en la principal vía de la ciudad.

Cuenta Abdeselam Mohamed que cuando en 2014, el exdelegado del Gobierno Abdelmalik El Barkani decidió desviar el tráfico de mercancías hacia Barrio Chino para sacar los fardos del paso de Beni Enzar, los comerciantes de la frontera fueron los primeros perjudicados y se tiraron a la calle. Entonces advirtieron de que, de persistir las trabas para que los marroquíes saquen de Melilla, en régimen de viajeros, la mercancía que compran en la ciudad, la crisis se extendería hasta los negocios del centro. Ellos eran los primeros perjudicados, pero sabían que no serían los últimos. El tiempo les ha dado la razón.

Tanto Mohamed como Murciano coinciden en que al paso de Beni Enzar le hacen falta más carriles abiertos al tráfico para que los marroquíes que quieran venir a comprar a la ciudad puedan entrar en una media hora y no en la hora o más que tardan actualmente.

Para que el tráfico fronterizo sea fluido se necesitarán, lógicamente, más efectivos de la Policía Nacional e inversiones como, por ejemplo, poner un escáner como el que existe en los aeropuertos sin necesidad de que los conductores se tengan que bajar del vehículo a abrir el maletero para pasar la inspección de la Guardia Civil.

Moisés Murciano defiende que no es necesario montar una frontera inteligente, sino explicar a los policías y a los responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad encargadas de gestionar la frontera qué es el régimen de viajeros, que en ningún caso se puede definir en el número de bolsas que puede llevar un traseúnte sino en el valor de la mercancía que se saca por la frontera, que no puede exceder los 300 euros.

Sin embargo, en Melilla a alguien se le ocurrió que podía medirlo en número de bolsas.

Según Mohamed, las ganancias de las empresas melillenses han ido a menos en la frontera debido a la llegada de un grupo de empresarios marroquíes que funcionan con testaferros en la ciudad, no pagan impuestos y sacan por la frontera los productos que antes compraban a los comerciantes de Melilla. Al eliminar el intermediario y no cumplir con Hacienda, llegan a ofrecer hasta 6.000 euros a los conductores de furgonetas por sacar la mercancía desde Barrio Chino hacia Marruecos. En esta situación habría entre 120 y 130 empresarios. Con ellos no puede competir el comercio local.

Esta anomalía fue informada en su momento a la Delegación del Gobierno, pero lejos de iniciar los controles pertinentes para erradicar este problema terminó cayendo una lluvia de inspecciones sobre los empresarios de Melilla que sí están al día con sus impuestos. A estas alturas, el problema persiste.

Tanto para Moisés Murciano como para Abdeselam Mohamed, lo ideal sería que la frontera volviera a ser lo que era en los años setenta, cuando el tráfico era fluido y la gente entraba y salía por Beni Enzar cuantas veces quería.

Hoy no se explican cómo es posible que quienes vienen a Melilla a delinquir no encuentren obstáculos para acceder a la ciudad, mientras que a los turistas se les exige incluso que enseñen el dinero que traen para gastarse.

De hecho, Abdeselam Mohamed asegura que él ha sido testigo de situaciones como ésta, cuando en una ocasión, estando en la frontera, vio a un policía preguntar a una mujer marroquí cuánto dinero traía para comprar en Melilla y ésta le enseñó 1.000 euros.

Lo que está ocurriendo en la ciudad no pasa, según Moisés Murciano, en fronteras como la de Estados Unidos con México, donde el tráfico es fluido y los controles son aleatorios.

El presidente de Acsemel, por su parte, no entiende que sea España la que ponga pegas a la salida de mercancías o a la entrada de visitantes. Eso significa que somos nosotros mismos los que estamos matando la gallina de los huevos de oro.

En este sentido, Murciano aclara que no comprende cómo los políticos de Melilla se han atrevido a querer regular el comercio fronterizo, sin entender que la actividad comercial es como un río que fluye y el agua que lleva sólo depende de dos factores harto conocidos: la oferta y la demanda.

Abdeselam Mohamed considera que el tema del veto al borrego marroquí no ha influido en la mala evolución de la frontera. Sí cree que ha podido pesar el hecho de que la Policía española le haya dado la vuelta a jueces, políticos y empresarios marroquíes que querían acceder a la ciudad.

“No existe ningún país en el mundo que impida la libre salida de mercancías de su territorio. Sólo en Melilla. Será que somos especiales”, concluye Murciano.

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