Apagón

Melilla sufrió ayer un apagón de casi una hora de duración entre las 9:52 y las 10:42 de la mañana. El corte de luz, del que aún desconocemos las causas, desconectó las pizarras electrónicas en los colegios; dejó los bares sin cafetera ni lavavajillas en hora punta de desayuno; las tiendas a oscuras, las clínicas paralizadas y hasta la seguridad de la alambrada sufrió los efectos del corte de luz, según fuetes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

“No es de recibo que una ciudad de 85.000 habitantes sufra cortes de luz como el de ayer. Ya basta”

¿Cómo es posible que estas cosas pasen en plena campaña electoral y un día después de un salto a la valla? ¿Quién es el responsable? ¿Qué hacemos? ¿Fingimos que no ha pasado?

Mientras la España peninsular se adentra en la era tecnológica, aquí en Melilla todavía estamos lidiando con cortes de agua y apagones. No sólo estamos, sino que además nos sentimos a años luz de la Europa cosmopolita y desarrollada. Nosotros somos la frontera sur. Nos obligan a compararnos con el Magreb.

Me cuento entre los que apuestan por que nuestros políticos centren sus esfuerzos en solucionar los problemas de infraestructuras básicas que tenemos en esta ciudad. Es algo que el resto de autonomías españolas tiene superado desde hace décadas.

No es de recibo que en pleno siglo XXI una ciudad europea de 85.000 habitantes sufra interrupciones del servicio eléctrico como las que padecemos en Melilla. ¿Con quién queremos que nos comparen? ¿Con Cuba y Venezuela? ¿Con Burundi?

Lo de ayer fue brutal. Casi una hora de apagón y grandes afectaciones a la economía de una ciudad que no se puede permitir este tipo de fallos.

A los empresarios de Melilla habría que ponerles una medalla. Luchan contra todo y contra todos. Justo ayer le escuché decir a un comerciante del Rastro que las ganancias de su negocio han bajado un 70%. Desde luego, un apagón a lo bestia no ayuda mucho.

Lo peor, si es que hay algo peor, es que no nos falla sólo la electricidad. Tenemos más de un talón de Aquiles en Melilla. A estas alturas seguimos sin que a nuestros grifos llegue agua de calidad. La falta de inversión o lo que es peor, las inversiones que no llegan, obligan a los melilenses a gastarse un dineral al mes comprando garrafas. Eso, claro, quienes se lo pueden permitir. Los que no tienen posibles están condenados a rellenar botellas en las fuentes públicas.

Creo que ya es hora de que exijamos más inversiones a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Será bueno para todos, sobre todo para el político o la política que consiga el mérito de pasar a la historia como la persona que convirtió en realidad el sueño de poder beber agua del grifo en Melilla. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero lo veo lejos.

Nuestra ciudad necesita pensar en sí misma. Repensarse a sí misma y preguntarse por qué estamos como estamos.

Casi una hora sin luz no es moco de pavo. Sólo nos falta que nos digan, que fue un ciberataque de los Estados Unidos como el que dice Nicolás Maduro que dejó a Venezuela a oscuras en marzo pasado.

Aquí siempre hay una justificación al alcance de la mano. Y si no la hay, se inventa. Pero los verdaderos culpables somos los melillenses que no nos quejamos, que no decimos basta.

Se va la luz, perdemos dinero en los negocios, pero nos da igual. Ni siquiera nos quejamos porque si alguien protesta lo único que consigue es que le pongan una etiqueta, de esas que espantan las ofertas de trabajo. En una ciudad tan pequeña donde no es cierto que nos conozcamos todos, la gente no quiere sambenitos. Prefiere que ni siquiera le llamen por su nombre.

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