Antonio Bravo, escritor, cronista oficial de Melilla, doctor en Historia de Arte y miembro de la Academia Andaluza de Historia, tiene uno de los archivos más impresionantes de esta ciudad. Da igual lo que le preguntes, él siempre lo sabe, siempre lo tiene a mano y además, lo puede documentar y lo documenta. El ex director de la UNED acaba de presentar su nuevo libro "Las Guerras Internacionales en la Escultura Pública Española. 1850-2020" y sobre este tema ha conversado con El Faro.
¿Qué le motivó a escribir un libro sobre el reflejo de las guerras exteriores en la escultura pública española?
Se trata de un libro que arranca de hace ya bastante tiempo. Para ser exactos del año 2005. Es un libro hecho a fuego muy lento, a ratos y conforme tenía la posibilidad de ir visitando los lugares donde están situados estos monumentos.
Si tenemos en cuenta que se relacionan 180 localidades españolas y casi 75 en el extranjero, puede entenderse realmente su complejidad, porque he intentado, en la medida de lo posible, fotografiar personalmente todas las obras relacionadas en el trabajo.
Y el inicio de la idea surge, una vez más, en Melilla, puesto que en esta ciudad existe una magnífica representación de monumentos y relieves relacionados con las guerras de Marruecos, lo que me sirvió de punto de arranque del proyecto.
Por otra parte, el libro intenta acotar un periodo cronológico que va desde 1850 hasta la actualidad, y en cuanto a temática, se abordan todos los conflictos exteriores, guerras internacionales, en las que España se vio inmersa. No tienen cabida las representaciones derivadas de la Guerra Civil de 1936 ni de las tres guerras carlistas en el siglo XIX, que por su naturaleza y extensión merecen realmente un libro aparte.
¿Cuál es la principal conclusión que saca usted de su trabajo?
El análisis de más de 600 representaciones me ha permitido estudiar de primera mano cómo las diferentes guerras exteriores fueron asimiladas por la sociedad española. Algunas aclamadas por todos, caso de la guerra de África de 1859-1860; otras reflejan vivamente la tragedia sufrida en ellas, mientras que otras fueron silenciadas mediáticamente, como la guerra de Ifni.
Siempre la obra de arte refleja su contexto histórico, y mediante su estudio podemos entrever los condicionantes donde surge y que terminan explicándola. Por ello, cada conflicto tuvo una representación diferente, individualizada y es imposible generalizar por la variedad de tratamiento y de repercusión que tuvieron. El único rasgo que une todo este ciclo, es el de la necesidad de erigir panteones adecuados para enterrar a las víctimas de las diferentes guerras, por lo que la escultura funeraria tiene un peso importante en el trabajo.
¿Si tuviera que recomendarnos un monumento de todos los incluidos en su libro, cuál representa mejor la idea del conflicto internacional?
La obra no deja de ser una forma de hacer memoria sobre la memoria, entendiendo que todos los monumentos, relieves conmemorativos y panteones reflejan el interés por rememorar unos hechos por parte de la sociedad española de su momento. Por tanto, una reflexión sobre la memoria es pertinente cuando en los tiempos presentes obviamente la sociedad española ha cambiado, es diferente y tiene otras preocupaciones y objetivos.
En su momento los monumentos representaron a diferentes personajes que fallecieron en los conflictos (unos eran prestigiosos militares -Vara de Rey- pero muchos otros eran soldados humildes -Eloy Gonzalo-) y a los que se honraba de diferente manera en sus localidades de origen o a nivel nacional.
También se rendía homenaje a diferentes armas -Caballería- o acciones destacadas -Desembarco de Alhucemas-, todo ello dentro de un sentir nacional por honrar a unas personas que habían destacado en estos conflictos.
La variedad de circunstancias, de conflictos, de enfoques a lo largo de casi siglo y medio hacen muy difícil seleccionar un monumento concreto, porque realmente el valor lo tiene el conjunto en sí mismo, en el que participaron casi 180 escultores diferentes creando un “sentimiento nacional en piedra y bronce”.
¿Qué no podemos perdernos de este ciclo en Melilla?
Melilla alberga importantes referencias que se vinculan con las guerras de Marruecos, tanto la de Margallo de 1893, como las campañas que se inician en 1909 y que no se terminan hasta 1927. Ello ha convertido a la ciudad en un verdadero museo de la memoria de estas campañas, tanto en diferentes monumentos que fueron trasladados desde Marruecos a nuestra ciudad (Taxdirt, Drius, Monte Arruit, Nador, Casabona, etc…) como en los panteones que existen en el cementerio de la ciudad, entre los que destacan el de Margallo y sobre todo el de Héroes, un verdadero museo de la historia militar del país y una obra de arquitectura de una belleza e importancia singulares.
¿Qué aporta su libro al panorama de la escultura pública española?
Hasta el momento no se había abordado este tema dentro de la bibliografía de arte en España. Hay importantes obras sobre escultura pública, pero ninguna se había centrado en este tema en concreto, salvo algunas certeras aportaciones del profesor Portela Sandoval. Por ello este trabajo pretende ofrecer luz sobre un periodo tan interesante como intenso de la historia de España, aportando humildemente una visión diferente desde la óptica de la Historia del Arte.
Su libro incluye también monumentos desde América a Filipinas, ¿qué reflejan históricamente estas representaciones?
América está muy presente en este trabajo, dando testimonio del final de un periodo en el que España podía desplegar su bandera desde Manila hasta La Habana, pasando por Madrid. Perú, Puerto Rico, Cuba y Filipinas forman parte de la historia del país y, como tal, de este trabajo destacando en ellos curiosamente cómo se pasó de la representación de los hechos bélicos que terminan en 1898, hasta la “superación emocional” del conflicto que se refleja en varios monumentos en la década de los años veinte, en los que se rendía homenaje y respeto al anterior contendiente, y de los que encontramos interesantes ejemplos en Cuba, Filipinas y España.
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