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“Antes morir que volver a mi país”

Los marroquíes expulsados del CETI el pasado día 4 siguen malviviendo a la intemperie   “Prefiero que me metan en la cárcel en España a que me lleven a Marruecos”, afirma uno de ellos.

Es mediodía y ya no hace el frío de la noche, pero Abdelatif, Mohamed y otros compañeros permanecen cerca de una hoguera. Sin embargo, no la están utilizando para calentarse.
Hace rato que la lluvia los sorprendió en su campamento a la intemperie frente al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Allí llevan asentados desde su expulsión del centro el pasado día 4 tras denegárseles el asilo en España.
“Estamos secando nuestros papeles. Están empapados por la lluvia”, cuenta Abdelatif. Entre el material dañado por el chaparrón hay documentación marroquí, el papeleo que recoge sus peticiones de asilo al Gobierno español y otros escritos.

Más de diez días al raso
Llevan más de diez días malviviendo al raso. De noche, combaten como pueden el frío con las mantas que les han prestado algunos melillenses. Y durante el día, viven con miedo a que los sorprenda alguna patrulla de la Policía Nacional que los lleve a comisaría y de ahí a la frontera.
“Cada vez que vemos aparecer un coche de la Policía, corremos a escondernos”, afirma Abdelatif. El pasado martes, agentes del Cuerpo se llevaron a comisaría a cuatro de los 14 marroquíes obligados a abandonar el CETI, como publicó El Faro el día siguiente. Abdelatif asegura que los cuatro fueron expulsados a Marruecos y ni él ni los demás compañeros quieren correr la misma suerte.
“Allí estamos perseguidos. Unos por ser cristianos, otros por ser gays y otros porque hemos recibido amenazas de muerte. Si no nos quieren en España, que nos dejen ir a otro país, pero no a Marruecos”, proclama Abdelatif.

“Mejor morir en Melilla”
Mohamed afirma que prefiere “morir en Melilla” antes que volver a su país. “He sufrido mucho en Marruecos. Me han discriminado por ser cristiano. Me ponen problemas para estudiar, para encontrar un trabajo. Y ni mi propia familia me acepta por haberme convertido al cristianismo”, sostiene.
“Estar tirados en la calle no es vida, pero lo prefiero a que me devuelvan a Marruecos”, añade Mohamed. Y asegura que si se muere de hambre, quiere que sus órganos sean donados.
Yamal es otro de los miembros del grupo. Afirma que en Marruecos está amenazado por pertenecer a un grupo que exige la independencia del Rif.  “Es mejor que cometa un delito aquí y me metan en una cárcel española. Cualquier cosa antes que volver a donde estaba”.
Desde que fueron expulsados del CETI, sobreviven gracias a la ayuda de algunos melillenses que les llevan comida. En un balde, un chico prepara una masa para cocinar dulces. Se llama Mohamed y es sirio. Vino a Melilla desde Bélgica, donde él y sus familiares encontraron asilo, pero volvió para estar junto a Ouafae, su novia marroquí, la única mujer entre los 14 expulsados del CETI.
El Faro publicó la historia de Ouafae y Mohamed el pasado lunes. Ella huyó de Marruecos porque la obligaban a casarse con otro hombre.
Sus compañeros les han conseguido una tienda de campaña para que puedan estar juntos. “Es mejor así. Tienen derecho a estar ellos solos”, dice comprensivo su compañero Abdelatif.  
Este hombre utiliza champú para fregar unos cacharros que les han pasado algunos refugiados del CETI. Afirma que los guardias del centro no permiten a las personas allí acogidas que saquen comida para el grupo. “La que les sobra, la tiran al contenedor. Prefieren eso a dárnosla a nosotros”.
Junto a la tienda de campaña, otros dos jóvenes del grupo combaten el tedio ‘jugando’ al golf. Con una bola procedente del campo vecino y con la rama de un árbol, imitan a los ases de este deporte y sonríen cada vez que hacen hoyo en un agujero que han escarbado en la tierra. “No tenemos nada que hacer. Es mejor que intenten entretenerse”, considera Abdelatif.

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