Me sorprendió encontrar en una librería -La Central del Raval- los Días 1931-1934 de Yorgos Seferis, y los leí. Estaba leyendo ya no sé por qué vez sus poemas, y habían vuelto a acompañarme. Así lo hicieron poemas muy recordados y otros versos o poemas que en ese particular momento de modo especial me llegaron. Veo también con sorpresa y agrado en la librería La Central un libro de Yannis Ritsos, y que siento y sé que por muchas cosas es un encuentro. Es el libro Quarta dimensió, que publican por primera vez de modo íntegro en traducción al catalán. Los diecisiete monólogos en su edición definitiva en 1978. Es un encuentro este libro, sí, y en él se dan muchas cosas, y pueda quizá ya algunas decir. Leeré el prólogo del profesor que lleva el libro, que ha de interesarme, así como el epílogo del traductor, de un título que promete interesarme especialmente, “D’una particular experiència traductora”. La traducción, y la traducción de poesía, un asunto al que a veces me he referido o al que he dedicado alguna intervención o conferencia, y la traducción al catalán, y del griego al catalán. En nuestra correspondencia, la llamaba así el otro día, le decía hace años a Coralia Pose que leí por primera vez en la adolescencia a Yorgos Seferis en catalán, en la traducción de Mithistòrima que realizó Carles Miralles. Coralia se interesaba por la cuestión de la muy importante labor de traducción -en cantidad y calidad- de los poetas griegos al catalán, que llamaba la atención. En mi respuesta le refería cómo había que entenderlo en un marco más amplio, y verlo como la prolongación de una tradición de cultura más larga y con raíces profundas. Se desea que el catalán sea una lengua de cultura, y para ello se considera que han de poderse leer en catalán los clásicos griegos y latinos en versiones directas de las obras de estos autores clásicos, y que sean de gran calidad: éste es el empeño y la convicción que hay detrás y hace nacer la colección Bernat Metge, que financia un político, Francesc Cambó, y es que detrás de una mentalidad de cultura hay también la voluntad de hacer desde ella un país. Se ve de un modo clarísimo en las glosas de Eugeni D’Ors. A la tradición griega y latina habría que sumar la de la Biblia, pues a idéntico empeño responde la traducción al catalán desde su original que es el empeño colosal de la Bíblia de Montserrat, y que es un empeño de generaciones. Literalmente, y lo sé bien. Estaba suscrito a ella mi abuelo materno, un ilustre médico humanista, Antoni de Balanzó i Echevarría, que murió joven, y continuó su suscripción mi padre. Hay esta mentalidad y esta voluntad y esta convicción, y también esta sensibilidad. Hacia la cultura y también hacia la lengua griega. Y que haya versiones de los poetas griegos modernos en el fondo se enmarca en ella, porque es como una prolongación de ésta. Así Carles Riba traduce La Odisea y también a Kavafis, como Carles Miralles traduce a Seferis. Así contestaba más o menos un día hace años en nuestra correspondencia a Coralia Pose, y lo referí parcialmente en una conferencia que di en Amics de la UNESCO de Barcelona para presentar mi libro La poesía es un fondo de agua marina y en torno o a partir de él.
Las lenguas, la traducción, la poesía. He dicho que he dedicado alguna conferencia o intervención a estos asuntos, y es cierto. Así, para empezar mi colaboración con la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción (ENALLT) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de la que soy integrante de su Línea de investigación de Semiótica y en la que imparto videoconferencias en una asignatura, di por título a la primera de ellas el de “La poesía y las lenguas: un lugar de encuentro”, y su contenido por supuesto respondía a éste. Recordé que Augusto Guarino, un profesor de la Università L’Orientale de Nápoles, discípulo de Giuseppe Bellini, al presentar mi libro Hasta el final camina el canto en el Instituto Cervantes de Nápoles, y para introducir y explicar que había traducido al italiano algunos poemas del libro y que iba a permitirse leerlos en estas traducciones, y para explicar también el que se hubiera permitido realizar éstas, dijo que a la habitual pregunta de si puede traducirse la poesía él la sustituiría por la de si puede no traducirse. Salvador Espriu decía del catalán que era el latín que hablamos en estas costas, y en el latín de las costas de enfrente pudieron escucharse mis poemas esa tarde en Nápoles. Es una profunda verdad lo que dice Espriu, dicha además con sencillez y belleza. Y es que hay una hermandad entre las lenguas latinas, una hermandad que se nota de manera íntima, y a la vez conforma por ello una natural comunidad de cultura. Es fama que Borges leyó la Divina Comedia en italiano, lengua que en principio no conocía, para mitigar un largo trayecto en autobús, que le llevaba a una biblioteca de las afueras. No tuvo ningún problema con esa lectura, y un día, en conversación con uno de los traductores de Dante al castellano, le censuró que hubiera hecho esta traducción, pues fomentaba la superstición -falsa- de que italiano y castellano eran lenguas distintas. Y es verdad que hay una comunión y un natural sentir que las une. A las lenguas latinas, desde el latín en el que se ramifican. (Diré también, entre paréntesis, que la cercanía y la lejanía de las lenguas es cuestión capital y no baladí, y desde esta comunión que cabe entre ellas sentir o no sentir, se infiere también su posibilidad y dificultad de traducción. Ya Don Quijote nos dice que es más difícil la traducción a una lengua alejada, con la que hay una distancia – y El Quijote tuvo traducciones casi inmediatas. Puedo dar fe que en la traducción de mi obra al neerlandés el traductor quiso ser fiel en su versión al ritmo, algo que me parece fundamental, y quiso hacérmelo percibir, mas puedo también decir que en nuestra correspondencia en torno a esta labor de traducción queda testimonio de la dificultad que crea una mentalidad distinta como es la que produce una cultura distinta). A igual convicción -la de una comunión o hermandad entre las lenguas que suelen considerarse distintas y que en realidad las une, y literalmente, pues las nace una- responde el empeño del Foix para renovar el catalán en que quiso escribir -y escribió. Los escritores catalanes de principios del siglo XX se encuentran con una lengua empobrecida, tras una decadencia de siglos. Josep Pla lo expresa perfectamente al leer a uno de sus clásicos medievales: “La riquesa de lèxic, l’adjectivació infal.lible, el coneixement de la llengua de Roig són un prodigi -un prodigi en certa manera desagradable, perquè posa de manifest la precarietat i pobresa de la llengua actual-“. Los clásicos del catalán son medievales, y fueron los grandes clásicos de Europa, como Ausiàs March o el Tirant lo Blanch de Joanot Martorell, el único libro que salva de la hoguera Cervantes, pero están lejos y hay una gran distancia con ellos. J. V. Foix quiere que su catalán enlace directamente con ellos, y escribir como si esta decadencia no se hubiera producido. Para ello, considera que el catalán en que escriba puede y debe nutrirse de las otras lenguas hermanas. Así lo indican y éste es el sentido que tienen los epígrafes de poetas catalanes medievales pero también toscanos y provenzales que llevan los espléndidos sonetos de Sol, i de dol. He comentado a veces estas cuestiones. Me referí a ello y a esta cuestión de las lenguas en la conferencia que impartí sobre Rubén Darío en varias entidades de cultura de Nicaragua y que publicó en su Repertorio dariano la Academia Nicaragüense de la Lengua, y también en mi intervención con motivo de la presentación en el Istituto Italiano di Cultura di Barcellona de un libro con narraciones de Salvador Espriu traducidas por primera vez al italiano, y que dio lugar al texto ‘Palabras para Salvador Espriu’ que publicó la revista Babab de Madrid. Y constituyó punto angular y más detallado en esa conferencia de la UNAM, y fue también cuestión de mi intervención titulada “La poesía, camino y puente entre lenguas y países”, con la que participé en el Festival Remover Roma con Santiago el 29 de octubre de 2017. Ese día presentamos mi poesía y mi último libro en ese momento, La antigua luz de la poesía, con Carmelita Ferreri en la Real Academia de España en Roma, pero en nuestra intervención nos referimos también a estas cuestiones, como estaba anunciado en el título de la misma. Me hace volver sobre ellas este libro de Yannis Ritsos, que por muchas cosas es un encuentro. En él los poemas están en su traducción al catalán y en el original en que el poeta los escribió, esto es, en griego moderno. La comunidad natural que conforman las lenguas a las que ahora me refería permite que en las ediciones de poemas en dos lenguas el lector pueda leer los poemas en las dos, o comprobar o contrastar en cualquier momento un matiz, sea para ver cómo estaba escrito en el original o cómo se ha resuelto y devenido en la traducción. No voy a poder hacerlo con estos poemas de Yannis Ritsos en el griego moderno en que los escribió. No sé griego moderno, como nos dice que tampoco lo sabe Andrés Sánchez Robayna, y es por ello que los dos hemos, habíamos leído el Diario de Seferis en las selecciones que se habían publicado en lenguas que sí conocemos, francés o castellano. “Única cuita mi lengua en las arenas de Homero” es un verso de otro poeta griego de esta generación que, como su coetánea española del 27, me ha acompañado siempre, Odisseas Elytis, en el que me fijé cuando lo leí en la adolescencia y que Elytis cuando le es posible practica y hace que se encarne en alguno de sus versos, y la ejemplifica. Porque, cuando le es posible, esmalta en ellos, y lo digo así para indicar su carácter precioso, una palabra que pervive y sigue intacta y es tal como se decía y puede decirse en griego clásico. Es una actitud y una sensibilidad, una voluntad hacia la lengua que no está lejos de la que comentaba de Foix en relación al catalán, aunque su concreción en la lengua en que el poeta catalán escribió tuvo otra encarnación y alcanzó otra dimensión, pues esta convicción y actitud de cultura transformó y fecundó por completo la lengua en que escribió.
Este libro de Yannis Ritsos que veo en librerías y al momento compro y he de leer enseguida es un encuentro por muchas cosas, sí, ya así lo siento y digo aun antes de leerlo, aunque sé que su lectura ampliará el encuentro que siento es y hará que así aún más resuene como tal en el adentro. Lo es también por cómo reúne y presenta en él el poeta sus poemas. Yannis Ritsos presenta y publica de manera que siente definitiva en un fundamental libro para su obra sus diecisiete monólogos, los ha ido escribiendo y siente y quiere que sean un libro. He leído alguno de ellos, y asistí a una lectura de “Helena” en la Pedrera, monólogo que conozco bien, pues se incluye en la Antología de Ritsos que se publicó en las Selecciones de poesía universal de Plaza y Janés que leí en la adolescencia y he leído muchas veces. El otro día, en la presentación de Días en Venecia, leía de este libro un fragmento que habla del necesario, indispensable respeto que hay que tener hacia cómo se ha dado una escritura. Que se ha dado según un particular ritmo y como una naturaleza. Esto ha sido a veces causa de su incomprensión. Y este cercano día, el pasado 21 de marzo de 2024 en el Ateneo Barcelonés, me hizo recordar la presentación de mi libro La poesía es un fondo de agua marina el 14 de marzo de 2012 en el Centro de la UNED de Barcelona, en el que también mencioné a Proust. Hablaba ese día de cómo había decidido presentar los poemas que constituían ese libro -y es decisión que mantendré ya con todo lo que he escrito- por orden de aparición, como plantea tal posibilidad uno de ellos, es decir, como se han escrito, en su misma sucesión, y que podría considerarse por ello que es una estructura sin estructura. Recordé entonces a Proust porque es por considerar su extraordinaria novela como falta de estructura por lo que la condenó Ortega. La misma razón da para condenarla Eugeni D’Ors en su Glosari, ya que dice que es informe. D’Ors sabe entender muy bien a Montaigne, y dice algo muy bonito de su escritura (dice que escribe “al compás de la vida”), pero no sabe entender ni sentir a Proust. Tampoco Ortega y Gasset. No comprenden que Proust se acerca en su composición a la poesía y a la música. Lo supo ver y decir con gran belleza en un ensayo de juventud Octavio Paz: “Su novela, de manera semejante a lo que ocurre en la poesía, se despliega como un desarrollo, como un devenir; recorre sus páginas una tensa sensación de vida que se está realizando, luchando contra la muerte y el olvido, como nosotros combatimos con el dolor y el tiempo”. La reaparición de los motivos, que es como en realidad se despliega una sensibilidad, ha desde la sensibilidad sentirse y dejar y asentir desde ella que así se den. Podía no entenderse en la composición y manera de presentarla -tal se dio- que yo había decidido, y por esto comentaba que no sería quizá de extrañar. Porque tampoco se ha comprendido en su día la manera en que se compuso una gran obra, que luego se ha tenido indiscutiblemente como tal. Este libro, Quarta dimensió, permite acercarse desde su traducción al catalán a la manera en que el poeta que escribió estos monólogos, Yannis Ritsos, quiso que se pudieran leer y presentarlos. Si así lo quiso hemos de pensar que es voluntad y decisión que responde a una motivación profunda. Son constantes y ejes de su obra, y su lectura como conjunto, reunidos en un gran libro, ha de permitir que tengamos de ellos otra perspectiva, ha de cambiarlos y hacerlos otros de algún modo, para nosotros que los leemos e incluso a ellos mismos. He estado siempre atento a lo que se publica de Seferis o de Elytis o de Ritsos. Leí hace poco un libro de Ritsos que no se había publicado hasta ahora y que encontré bellísimo, Sueño de un mediodía de verano. Lo leí en su traducción al castellano. En su traducción al catalán leeré estos diecisiete monólogos que escribió el poeta griego. Reunidos. Ha de ser una impresión riquísima su lectura, y estoy seguro que me permitirá volver a entrar en la fuerza de su poesía, la fuerza y la belleza y tantísimos matices que tiene la creación extraordinaria que es.