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Anguilas en el río de Oro

La anatomía de la anguila europea (Anguilla anguilla) es muy similar al de otros peces con aspecto de serpiente que viven en el litoral de Melilla, el congrio (Conger conger) y la morena (Muraena helena). La similitud entre estas tres especies no es casual, ya que pertenecen al mismo orden, el orden Anguilliformes.

Las especies que componen este orden faunístico coinciden en su morfología análoga a la de los ofidios, y en un comportamiento que recuerda también mucho a estos. Esta adaptación evolutiva permite a congrios y morenas moverse por fondos marinos más o menos agrestes, deslizándose entre las grietas y oquedades de las rocas con gran facilidad tanto para buscar presas como para cobijarse.

En el caso de las anguilas, teniendo en cuenta que las hembras pasan la mayor parte de su vida en los ríos y cursos de agua dulce, y que en el Mediterráneo es muy frecuente que el caudal de estos ríos en verano no sea continuo, sus características anatómicas les permiten deslizarse por tierra firme para desplazarse de una charca a otra, venciendo incluso saltos de agua sin dificultad reptando por las paredes rocosas de forma no muy distinta a como lo haría una culebra de río.

 

Una odisea transoceánica

La diferencia principal de la anguila europea con sus parientes el congrio y la morena es por tanto que la primera vive en agua dulce la mayor parte de su vida, mientras los otros son seres netamente marinos. Pero si hay algo que hace especial a la anguila, y supuso un misterio que trajo de cabeza a científicos de talla mundial durante muchos siglos, es su reproducción, que constituye una aventura vital en toda regla. Ahora que ya se conoce el secreto, vamos a intentar contarlo de forma breve:

Las anguilas viven en ríos y cursos de agua durante la mayor parte de su vida, por un período que va de los seis a doce años en el caso de los machos y de nueve a dieciocho en el de las hembras, hasta que en el último año alcanzan la madurez sexual y su reloj biológico les hace cambiar de aspecto, pues pasan de tener el tono amarillento característico a tener un tono plateado.

Este mismo reloj biológico les ordena abandonar los cursos de agua en los que han crecido y dirigirse hacia el mar, nadando mientras sea posible y deslizándose por tierra firme cuando sea preciso. Una vez que llegan al mar emprenden un increíble viaje que le llevará a cruzar todo el océano atlántico hasta el Mar de los Sargazos; estos peces capaces de reptar fuera del agua cruzarán el océano nadando a más de 700 metros de profundidad. Ciertamente la realidad supera siempre a la ficción, y aquí tenemos una buena prueba.

Una vez en el mar de los Sargazos, frente a la costa americana, las anguilas se reproducen y mueren después de haber completado su misión. Allí nacen los alevines, y la corriente del Golfo los arrastra por todo el océano hacia las costas de Europa en un viaje que puede durar un año. Una vez llegados los alevines a las costas europeas crecen hasta alcanzar la etapa de juveniles, pasando a denominarse “angulas”. Es en esta etapa donde la especie sufre mayor presión debido a la pesca, ya que las angulas alcanzan precios astronómicos en el mercado.

Si consiguen sobrevivir a su fase juvenil pasarán a tomar el aspecto amarillento característico de las anguilas adultas, y abandonarán los estuarios y ensenadas para ascender por los cursos de agua donde vivirán hasta alcanzar la madurez sexual y comenzar de nuevo la odisea.

Viendo el ciclo reproductivo de la anguila, es comprensible que fuera un misterio durante tantos siglos, y consiguiera atraer a lo largo de la historia la atención de personajes tan ilustres como Aristóteles o Sigmund Freud. La ciencia tuvo que esperar hasta el siglo XX para desvelar el misterio, cuando en 1920 el danés Johannes Schmidt siguió las larvas de anguila por todo el océano hasta dar con su lugar de nacimiento.

 

Pasado y presente en el río de Oro

No hace muchas décadas las anguilas eran aún abundantes a lo largo de todo el cauce del río, y fáciles de observar en las pozas menos profundas. Se podían ver, coincidiendo con las crecidas del río, grupos grandes de juveniles ascendiendo el cauce, y los individuos adultos, más escasos, se refugiaban bajo carrizos y juncos, y bastaba con levantar la vegetación ribereña para observar a veces varios ejemplares juntos.

Las pozas situadas en las cercanías de la cañada Hidum, las más profundas, fueron finalmente sepultadas hace unos años, y las sucesivas “limpiezas” de la vegetación del cauce acabaron con la biodiversidad asociada al agua de toda esa zona, convirtiéndola en el erial actual. Sin embargo, se siguen observando anguilas en los tramos del río que conservan agua todo el año y en la balsa de la Confederación Hidrográfica próxima a la frontera de Mariguari, que se llena a través de sondeos del río de Oro. Suponemos que la facultad de la anguila para desplazarse por tierra cuando es necesario es la razón de que se sigan citando ejemplares en lugares tan alejados de la desembocadura, pero con la situación actual la especie no tenía otro camino que el de la desaparición en nuestro río.

El proceso de renaturalización que se está llevando a cabo en la actualidad debe tener como uno de sus objetivos el regreso de esta especie al río y que pueda llegar sin problemas hasta la madurez sexual. Es una tarea que tenemos en cuenta, como parte integrante del proyecto. La anguila realiza una hazaña increíble para llegar hasta aquí, y está en nuestras manos que pueda seguir haciéndolo.

 

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