Mohamed Bakali y Jakin Mohamed Mimun son dos camilleros del 061 que el pasado 6 de febrero atendieron un parto a domicilio, en el que consiguieron salvar la vida de un bebé que nació en parada respiratoria.
La mayoría de los trabajos corren el riesgo, por emocionantes que pueda parecer al principio, en convertirse en una rutina con el paso del tiempo. Sin embargo, y afortunadamente, dentro de la monotonía diaria, a veces surgen historias inesperadas, que hacen que merezca la pena empezar de nuevo al día siguiente. Mohamed Bakali y Jakin Mohamed Mimun, comenzaron el día 6 de febrero su jornada habitual cómo conductor de ambulancia y camillero, sin imaginarse que terminarían la jornada convertidos en dos héroes, tras salvar la vida de un bebé, que nació en casa, sin tiempo de que llegara el resto de atención sanitaria.
El padre de la niña agradeció ayer en el Faro, la intervención de los dos hombres, que lograon que su hija “reviviera”. Bakali recuerda perfectamente el día en el que nació Lubna Mohamed. Pasadas las ocho de la mañana recibieron un aviso a través del 061 para atender a una mujer que se estaba poniendo de parto. La ambulancia se dirigió a la vivienda para trasladar a la mujer a un centro hospitalario, donde pudieran atenderla, pero cuando llegaron a la casa, se encontraron con un panorama que no les dejaba tiempo a mucho más que actuar.
Bakali, conductor de ambulancia desde hace doce años y técnico en emergencias, llamó a la UVI móvil, mientras que su compañero trataba de tranquilizar al padre de la futura niña y de atender a la mujer. Sin tiempo para que los médicos llegaran, la mujer dio a luz una niña, con ayuda de Bakali y Hakín, que seguían indicaciones de los médicos. Pero el parto no fue el final de la historia, la niña salió con la placenta, lo que complicaba mucho la situación.
Bakali afirma que en esos momentos sintió algo de miedo, “nosotros no tenemos todos los conocimientos, aunque después de tantos años atendiendo emergencias, la intuición nos ayudó”. Así, explica que primero intentó romper la membrana con las manos, pero era demasiado resbaladiza, así que buscó una tijera y rompió la placenta, buscando un hueco por el que no afectara al bebé.
Pero la niña no respiraba. “Escuché a la madre decirle a su marido que la niña estaba muerta y entonces pensé en mis hijos y quise ayudarlos”, dice Bakali, que dio una palmadita en la espalda al bebé esperando que reaccionara.
Sin embargo la niña no volvía a respirar, así que trató de buscar en la boca de la niña si algo estaba obstruyendo e impedía que pudiera respirar, y finalmente la pequeña reaccionó. “Fue muy emocionante ver cómo la niña volvía a respirar y sentir que habíamos ayudado a ello”, explica.
No obstante, tanto Bakali como Hakin, insisten en que su actuación no fue nada “extraordinario ni heróico”, sino que es simplemente parte de las obligaciones de su trabajo. “Nosotros tenemos que intentar ayudar en la medida de nuestras posibilidades hasta que lleguen los médicos”, insisten.
Para los padres de la criatura, que esperaban con ilusión la llegada de la primera niña, después de cuatro varones, los dos trabajadores se convirtieron casi en dos ángeles de la guarda, gracias a los que pudieron tomar a su hija entre los brazos.
Bakali y Hakin agradecen que los progenitores hayan querido reconocer su labor, aunque no quieran copar protagonismo. Los dos camilleros llevaron la calma a una situación de nervios, y desesperación, pero el padre de la niña no era el único que rezaba, Bakali asegura que mientras atendía a la pequeña, él también pidió a Dios ayuda para que todo saliera bien.
“Después de que todo pasara, cuando lo ves con más tranquilidad, piensas en lo mal que te hubieras sentido si el final no hubiera sido feliz”, explica Bakali.
Pero la vida de Lubna no ha sido la primera que ha salvado esta pareja de trabajadores sanitarios. Bakali y Hakin ya tuvieron que enfrentarse a una situación similar hace algunos años. “Algunos compañeros me conocen como el partero”, indica Bakali.
Los dos camilleros, atendieron entonces un parto “más sencillo”, aunque los nervios fueron los mismos o incluso más, ya que se trataba de la primera vez. Y aunque habitualmente no son compañeros en la ambulancia, parece que el destino o la casualidad han hecho que la situación se repita por segunda vez, con los mismo nombres propios.
Pero no sólo en estas situaciones extraordinarias su labor es valiosa, sino diariamente. El traslado de enfermos y las primeras atenciones que dan los trabajadores de las ambulancias cada día a los enfermos a cuya llamada acuden suponen el primer paso hacia la curación de estas personas.
Bakali y Hakin son sólo dos de los nombres propios de cientos de personas anónimas que cada día trabajan para salvar a otros. Y es que al final los verdaderos héroes, están cerca y no tiene superpoderes sino ganas de ayudar.
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