Andrés Cabrero es un agente de aduana. Su empresa es una de las que ha sufrido un duro golpe por el cierre de la aduana comercial, pero lucha, como tantos otros, por mantener su negocio. Afirma que hasta hace un año el nivel de exportaciones iba siendo más elevado que en el mismo periodo de 2017, cuando en doce meses hubo 9.000 gestiones. Desde el 1 de agosto de 2018 no se ha producido ninguna. Remarca que no se sabe qué hace Madrid y eso desmoraliza a los empresarios. Es más, espera que si no se puede reabrir la aduana, que el Gobierno central lo diga ya de forma clara. “Sería una pérdida absoluta”. Además, recuerda que todo lo que pasaba documentado pagaba sus impuestos en el país vecino por lo que no ve ningún inconveniente al comercio documental.
–¿En qué consiste ser agente de aduanas?
–Es una profesión muy antigua. Se trata de intermediar entre los operadores económicos como son los importadores de mercancías a Melilla y los exportadores a Marruecos. Está la modalidad marítima, que es la más frecuente, y también se despachan cosas por avión, como paquetes postales. Antes contábamos con la carretera para la exportación de mercancías a Marruecos con la aduana comercial. Ahora nos llamamos representantes aduaneros porque es la denominación que le ha dado la UE a la profesión, englobando tanto a transitarios, como a agentes de aduanas. De hecho, en el Colegio de Agentes de Aduanas de Melilla, del que soy tesorero, estamos tanto unos como otros.
–¿Cómo era el trabajo cuando la aduana estaba abierta?
–Había más actividad. Parte del comercio que se hacía con el país vecino era con el comercio documental. En el año 2017 se hicieron 9.000 declaraciones aduaneras. En el 2018 se hicieron un poco más de la mitad, pero cerró la aduana el 1 de agosto, y desde ahí no hay actividad, salvo algunas furgonetas que se despachan ahí en frontera con pequeños bultos. Pero lo que son camiones completos o contenedores de tránsito, de eso ya no. Es un perjuicio para la ciudad absoluto. Nosotros, al fin y al cabo, somos una gestoría. Pero a todos los clientes que tenemos detrás, que compraban mercancía y tenían la vía documental para enviarla a Marruecos, se les cortó. Es una china en el zapato, pero muy gorda.
–¿Cómo conoció la noticia? ¿La creyeron?
–Marruecos puso un documento colgado de la pared sin fechar, sin sellar y sin datar. No sabíamos si era un bulo o no. Lo que pasa es que los rumores en Marruecos luego se hacen realidad. Los clientes que tenemos allí nos avisaron de lo que les habían dicho en la aduana. Eso fue un viernes a mitad de julio. Se avisó a varios políticos de la ciudad. Y al final, se confirmó.
Lamentablemente, no sé lo que haría Delegación del Gobierno, pero no trasmitiría la gravedad de este asunto con suficiente rotundidad a Madrid porque el Ministerio de Asuntos Exteriores no llamó al embajador Marroquí a consultas. Esto lo tendrían que haber hecho para sacarle tarjeta amarilla o roja. Para decir: “no estamos de acuerdo con esto porque es un perjuicio para la ciudad”. Es algo habitual en diplomacia. No es lo mejor, pero es una manera de protestar educadamente a otro país.
Aquí tampoco se salió a la calle. A toro pasado se ven las cosas más fáciles y debimos hacer una protesta masiva porque cortar el comercio documental con Marruecos es cortarnos las alas a medio y largo plazo. A corto plazo podemos seguir con el comercio atípico, pero Marruecos cada vez lo acorta más porque para él es un agujero fiscal y poco tenemos que decir ahí. Pero el comercio entre dos países amigos, que están en la Organización Mundial del Comercio no tiene sentido que se cierre.
Es que ahora no se produce esto nada más que en casos específicos, como que cierre la frontera Corea del Norte a la del Sur. Pero en nuestro caso no hay problemas y, según dicen, las relaciones entre España y Marruecos son magníficas. Pero lo son obviando a Melilla y Ceuta.
Quedarnos sin aduana, teniendo en cuenta nuestra situación geográfica y la orientación comercial de la ciudad, supone un handicaps importante, porque no hay industria ni agricultura. Esto genera incertidumbre, ésta a su vez que no se generen más negocios y el dinero mientras en el banco o pensado para una empresa en la península. ¿Por qué? Pues porque si la aduana sigue cerrada y no se puede negociar con nuestro vecino natural. Poco más se puede añadir. Se ve bastante negro.
–¿Tiene esperanzas de que se pueda reabrir?
–Quiero pensar que sí. Desde Madrid no se ha hecho la suficiente presión a Rabat para que vea todas las ventajas que conlleva una relación fluida entre Melilla y el entorno marroquí. No entiendo por qué no se lo ha hecho ver. Cuando España muestre a Rabat todo lo que Melilla aporta al entorno por su propio peso caería que Marruecos abriera la aduana. En una relación de amistada, se da y se recibe y debe ser una situación más o menos equilibrada.
Pero si Marruecos lo único que hace es un poco de tope con el tema migratorio, pero no quiere hacer negocios con Melilla porque no reconoce que la ciudad sea española y ahora, además, quiere asfixiarla económicamente... Las guerras ahora no son de pistolas, sino económicas. Marruecos está jugando sus bazas, pero España tiene que también buscar su sitio. Lo suyo es buscar un entendimiento entre ambos países.
Queremos que Melilla esté dentro de la agenda del Gobierno central. Marruecos habla con España de múltiples temas, pero el tema de Melilla parece que lo tienen escondido. No entendemos por qué. Aquí viven más de 80.000 personas, la mitad de origen rifeño y con una presión migratoria importante. Tenemos más de 500 años de historia como ciudad española. Melilla cuenta con una masa social. Esto no es Perejil. Hay mucha gente enterrada en los cementerios y queremos seguir viviendo en la ciudad. Pero para ello tiene que haber actividad económica.
Es muy complicado cambiar de un día para otro el rumbo económico de la ciudad. Podemos mirar al norte, pero eso se hace en diez o quince años. Ojalá podamos convertir a Melilla en una ciudad turística y veamos cuatro cruceros en el puerto y a japoneses e ingleses paseando por la ciudad. Pero eso se puede lograr a medio plazo no ya. Mientras, Marruecos hace un efecto pinza. Por un lado, corta el comercio atípico y, por otro, cierra la aduana comercial. Esto ha sido un palo enorme para la ciudad. También fue un bofetón diplomático enorme al que España ha respondido de forma muy blanda.
–¿Desde el punto de vista empresarial ve una solución que se pueda firmar con Marruecos?
–Por mi experiencia profesional y personal los importadores del otro lado de la frontera marroquí están a favor de que la aduana comercial se reabra. Es que esto no significa que el puerto de Nador no siga funcionando con contenedores.
A escala 1:100, pasaría lo mismo aquí que con los puertos de Algeciras y Tánger. El primero te da seguridad y el segundo, precios mejores. Cada puerto compite con sus mejores armas. Los puertos de Nador y de Melilla podrían competir así, uno en precios y otro en seguridad. Pero si Marruecos no admite esta competencia y quiere que todo pase por su puerto es una medida que ni los comerciantes melillenses ni los marroquíes entendemos.
Se trata más de un tema político. Desde aquí de la Ciudad poco se va a arreglar. Lo único que se puede hacer es impulsar una acción en Madrid seria. No sé si una manifestación, como cuando se solicitó el Estatuto de Autonomía en Madrid o que vayamos 40 empresarios al Ministerio de Exteriores, porque estamos todos muy preocupados.
No me gusta ser catastrofista, pero el ambiente comercial no es el mejor en la calle. Estamos en un bache empresarial muy importante que no recuerdan ni los más antiguos del lugar. Es que es un tema político porque desde aquí no podemos hacer nada. Es que a los vecinos de Nador no les dejan reunirse con nosotros y la cosa está fea porque Rabat no quiere que se hable con Melilla.
Los empresarios podemos contar con lo que pasa y los políticos, que están para resolver los problemas de la gente y por eso se presentan voluntariamente, están para dar soluciones. Para nosotros, como agencia, ha supuesto un bache, pero lo es más aún para los comerciantes. No hay más que ver cómo está el muelle de contenedores del puerto. Casi vacio.
–¿Ha tenido que cambiar la forma de trabajar de su empresa?
–Estamos echando el resto, como todos mis colegas de la competencia. Intentamos mejorar el servicio, atender mejor aún a los clientes para fidelizarlos. Clientes nuevos no hay. Nos amoldamos un poco a la situación. Ahora por ejemplo, para mandar mercancía de Melilla a Marruecos hay que hacer un triángulo y llevarla a Almería y de allí a Nador. Eso lleva un sobrecoste de más de 1.500 euros. No es lo mismo gastarse 150 euros para llevar el contenedor de Melilla por Beni Enzar, que embarcarlo hasta Almería y luego volver a traer el contenedor de vuelta. Esos son costes que hacen que la gente se canse y dejen de exportar.
En cambio, la aduana de Melilla está abierta para Marruecos y sigue entrando el árido documentado, el pescado o la fruta. Todos son argumentos a favor de que reabra la aduana para Melilla. Pero si Rabat no da su brazo a torcer, tendrá que ser Madrid o Bruselas las que intenten razonar e insistir en este tema.
Quizás sería interesante montar una oficina de Frotex en Melilla u otras instituciones en la ciudad o una oficina de desarrollo para que Marruecos vea que Melilla es Europa, le guste o no.
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