Amir es de Sudán. Tiene 20 años y fue uno de los migrantes que saltaron la valla de Melilla. El Faro ha hablado con él a través de un hueco en la alambrada del Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI).
"Recuerdo todo porque vi cosas horribles con mis propios ojos", lamenta Amir. Pese al mal recuerdo, da gracias por haber llegado sano y salvo a Melilla.
Por un lado está contento de estar en España y agradecido por cómo lo están tratando en el CETI, pero no puede olvidarse de sus amigos, aquellos que lo acompañaban este viernes y con los que pretendía llegar a España pero que se quedaron en territorio marroquí.
Pese a la alegría que intentaba mostrar, en el fondo todavía recuerda el horror de lo que vivió, dos de sus amigos se quedaron atrapados en Marruecos y otros tres llegaron a Melilla junto a él. Por suerte, ha podido saber que están bien.
Lo último que recuerda de sus amigos es a la Policía marroquí golpeándolos a ellos y al resto de los migrantes que intentaban entrar en España.
Amir afortunadamente ha podido hablar con sus padres, que están muy felices porque ha llegado a España sin que le hubiera pasado nada.
En su mente aún guarda el horror que sintió en ese momento. Nada más que hay que ver las imágenes que circulan por internet, en las que se muestran cientos de cuerpos hacinados en el suelo cerca de la valla que separa Melilla de Marruecos, algunos que todavía siguen con vida, para hacerse una mínima idea de lo que se vivió al otro lado, aunque sería imposible ponerse en el pellejo de Amir, porque nosotros, afortunadamente, no hemos tenido que vivir esa situación.
El Faro pudo contactar con él a través de un pequeño agujero de una de la vallas del CETI. Este es el único medio que tiene para ver lo que ocurre fuera. Amir, junto a los 132 jóvenes inmigrantes que llegaron al centro desde el viernes, están en cuarentena pero tienen comunicación con el exterior desde un agujero de la alambrada.
Apenas sabemos nada de él, no conocemos su cara porque por este pequeño hueco, uno de los dos que hay en la zona, se hace imposible ver de forma completa la expresión de este joven. Lo poco que se puede observar de su cara, refleja miedo. Miedo a lo desconocido, a estar en un país que no es el suyo, a lo que vivió el pasado viernes y a lo que le espera. Pero junto a ese miedo también le queda la esperanza de que lo que ha sufrido hasta llegar aquí merezca la pena. Pese a todo ello, ha sacado fuerzas para hablar con El Faro y contar su experiencia.
Muchos de los otros residentes del CETI se acercan hasta allí para preocuparse por cómo se encuentran los recién llegados. Aunque ninguno de ellos hablaba nuestro idioma, ha sido fácil contactar con Amir, que tampoco lo habla pero ha podido comunicarse en inglés. Uno de los inmigrantes que viven en el centro fue quien nos sirvió de traductor pero no quiso hablar con El Faro porque no se sentía con ánimos, estaba preocupado por escribir el discurso que leerá este lunes en una protesta organizada a las puertas del centro.
Este residente del CETI, siente pena, pero sobre todo dolor, por saber lo que han sufrido niños como él hasta llegar aquí. Porque tenemos que recordar que son jóvenes de 20 años, que como él, han dejado a sus familias y a sus amigos a miles de kilómetros con la esperanza de encontrar una vida mejor.
Algunos ni siquiera han podido hablar con sus padres, decir un "estoy bien mamá, he llegado". No tienen móviles y ninguna forma de contactar con su familia.
Han pasado apenas dos días, y los ánimos se van calmando. Amir nos explicó que ha hecho amigos en el centro y que está muy bien sabiendo que sus amigos que intentaron saltar la valla junto a él, están vivos y que sus padres saben que él también lo está.
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