Aunque el nombre más común de los alfileteros (Trachelium caeruleum) es "flor de viuda", sus estambres asomando del receptáculo de la flor y el aspecto almohadillado de la inflorescencia hacen que el nombre de alfiletero, o alfileres, sea el que mejor describa estas flores.
Si se observan con detalle una a una las flores que componen la inflorescencia se evidencia que esta planta pertenece a la familia de las Campanuláceas pues cada una de las muchas flores que componen la umbela del alfiletero tiene la característica forma de campanilla que identifica a las flores de esa familia y que ha motivado su nombre.
Las plantas de la gran mayoría de los géneros que componen la familia de las Campanuláceas suelen presentar sus flores de forma individual o, como mucho, en espiga; aunque las flores de algunas especies presentes en la Guelaya, como la escasa Jasione corymbosa, también se presentan formando una inflorescencia en forma de sombrilla, el género Trachelium es un caso especial dentro de la familia, pues sus inflorescencias pueden llegar a tener cientos de flores. En el caso del alfiletero, su nombre científico alude al color azulado de la flor, caeruleum, que la distingue del resto de las especies que componen el género.
En el medio natural, los alfileteros suelen crecer en las rocas húmedas, lo que hace que las poblaciones de estas plantas en la Guelaya sean muy escasas y se compongan de pocos ejemplares, debido a la proverbial aridez de nuestro entorno,. Sólo aparecen en pequeños grupos en algunos de los manantiales que hay en la zona de Taxdirt.
Estos manantiales surgen en diferentes puntos a lo largo de la fractura de la costra caliza que forma el suelo de la costa occidental de la península de Tres Forcas. Son auténticos oasis de biodiversidad, y a pesar de que de ninguno de ellos mana agua en cantidades considerables, el hecho de ser los únicos puntos de agua en un entorno especialmente árido como el de los arenales de Taxdirt hace que sean vitales para la fauna que vive allí.
El tipo de agricultura que practican aún en esa zona, que ha mantenido los usos tradicionales, ha conservado estos manantiales casi intactos. En ellos hay muchas especies botánicas que ya han desaparecido en casi todo el entorno de la Guelaya. Un buen ejemplo son los pequeños bosquetes de álamos blancos (Populus alba) que hay en algunos de ellos, unos árboles que poblaban antaño gran parte de las riberas de los ríos y arroyos de la Guelaya, incluyendo nuestro río de Oro.
Estos manantiales son un ejemplo de cómo la agricultura tradicional se integra en el medio natural y, en muchas ocasiones, lejos de entrar en conflicto, ayuda a conservar la biodiversidad. Las balsas que los agricultores construyen bajo las surgencias para acumular el agua que permita el riego de sus huertas y saciar la sed del ganado crean un pequeño entorno acuático donde la vida florece por doquier.
Aunque las paredes de estos pequeños estanques suelen estar construidas de barro, el mismo que se extrae del fondo de ellos regularmente, en algunos el material empleado son rocas calizas que dejan escapar parte del agua entre sus junturas. Este es el entorno perfecto para que crezcan los alfileteros, y permite que estas plantas conserven su lozanía en pleno estío, cuando la vegetación de todo su entorno ya está más que agostada.
En Melilla hay una pequeña población justo bajo una estación de bombeo vinculada a las infraestructuras del pantano de las adelfas. Esta estación de bombeo se encuentra sobre el cauce del barranco del Nano, y una pequeña pérdida de agua que se escapa de los grandes tubos mantiene la suficiente humedad sobre las rocas del cauce para que los alfileteros puedan crecer, y además hace las veces de manantial para las aves y pequeños mamíferos de la zona.
Es la única población de Trachelium de Melilla, pero sustituye a otra que hallaron cien años atrás los hermanos de La Salle Sennen y Mauricio, que dentro de sus famosas expediciones botánicas documentaron una pequeña población de estas plantas en donde actualmente se ubica la fuente de Cabrerizas, y que en aquellos años era un bonito manantial que manaba de la roca caliza.
Los jardines de la ciudad siguen llenos de especies exóticas, que exigen un mantenimiento caro y complicado, y en muchos casos con un potencial invasor que las hace muy peligrosas.
Hace tiempo que se ha empezado a usar flora autóctona en casi todos los jardines del estado, con ventajas más que evidentes. La belleza de los alfileteros, que atraen además a multitud de insectos y mariposas, son una muestra de las especies que deberían estar en todos nuestros jardines.
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