La melodía de Alegría del Circo del Sol acompaña esta opinión, porque cada primero de agosto dedicamos un día a esta emoción que nos hace reír, sonreír, y saltar. Pero también porque justo ese día, la Consejería de Desarrollo Educativo y FP de la Junta de Andalucía otorgaba uno de los premios Educaciudad, al proyecto Aula de Ecología Urbana del Ayuntamiento de El Ejido, del que me siento arte y parte.
No lo hago para reivindicarme o a la asociación El árbol de las piruletas, (un poco sí, para qué negarlo), sino porque viendo a los deportistas olímpicos recibir sus medallas y contar la historia que hay detrás de ellas, he sentido la necesidad de hacer lo mismo, ya que con la presea al cuello la hazaña tiene más valor.
Alegría por haber sacado adelante el proyecto. Comenzamos en el 2012, tres ciclos olímpicos, a presentar, sin éxito, la idea en diferentes concejalías del ayuntamiento, pero supongo que todo tiene su momento, su tiempo de maduración, su oportunidad. Hasta que nos dimos cuenta, de que habría que cambiar un pequeño detalle en el planteamiento.
Aunque ya se contemplaba en la justificación del proyecto, decidimos incluir, junto al patrimonio ambiental, el cultural. Es de Perogrullo que si no tienes los recursos naturales necesarios, los logros, el ingenio y la inteligencia humana no son suficientes para desarrollar una civilización. Por eso, para explicar nuestra gran biodiversidad, los cuatro bosques de los que disfrutamos, protegidos por legislación europea, los relacionamos con la ciudad romana de Murgi. Con ese minúsculo giro de tuerca se abrieron puertas más receptivas.
El nombre de Aula de Ecología Urbana, es porque esta disciplina estudia las interrelaciones entre la población, la ciudadanía, y sus múltiples interacciones con el medio ambiente. Hunde sus raíces fundamentalmente en los conceptos y teorías de la ecología, pero se ramifica para nutrirse de otras disciplinas como la sociología, antropología, geografía, historia, urbanismo, derecho, ingeniería y economía. Todo comienza y termina, si queremos sobrevivir, en la conservación de la naturaleza.
Alegría, al escuchar al alcalde y al concejal de Educación hablar de un proyecto colaborativo, que parte del Ayuntamiento, pero implica a muchos sectores sociales. Teníamos claro que debía ser así, porque no solo se trata de llevar a los escolares de excursión a conocer el Abuelo Acebuche, los artales, Punta Entinas o la orilla de la playa, sino que había que implicarlos en la solución de los problemas, y eso debemos hacerlo entre todos.
Alegría por el compromiso con el proyecto. Presentarse a estos premios fue un acierto de los técnicos de educación, porque para poder hacerlo había que tener una trayectoria de cuatro años, y debía haber un compromiso de continuarlo al menos cuatro más. Ese es el verdadero premio, el demostrar la confianza y la seguridad de que se quiere mantener en el tiempo y convertir el Aula de Ecología en semilla, una herramienta útil, adaptable, viva, sinérgica, transversal, soporte, transformadora, inspiradora y educativa, para mostrarle a los vecinos el maravilloso pueblo donde viven, y que se sientan orgullosos de sus 5000 años de historia, y de una naturaleza envidiable que debemos aprender a mirar, valorar, amar, mimar y conservar.
Alegría, porque la educación ambiental ya está enraizando en el municipio, no solo con este proyecto, sino también con los itinerarios educativos y talleres que Turismo organiza para conocer la naturaleza de El Ejido desde el Centro de Interpretación de Punta Entinas. Deberían sumarse más concejalías, y convertir el Aula de Ecología en el epicentro de todas las actividades relacionadas con la sostenibilidad y la conservación de la biodiversidad. Crear, copiando, nuevos proyectos con los mismos objetivos, es dividir recursos y dar una sensación de poca unidad, de nulo diálogo.
Alegría por todos los centros escolares que han confiado desde el principio en el proyecto, haciéndolo suyo y aprovechando sus oportunidades, pero también por la apuesta del Ayuntamiento y, sobre todo, de los técnicos de la Concejalía de Educación, Juventud y Participación, porque ellos, los invisibles, los creativos, los que de la carestía hacen virtud, son los verdaderos impulsores y la correa de transmisión para que todo haya salido adelante.
Sé que este premio no significa gran cosa, ni trascenderá más allá de estos días, ni yo puedo atribuirme más que una pequeña parte del mismo, pero sólo quería que sepan, como cantaba Marisol, que tengo el corazón contento, lleno de alegría, lleno de ecología.