Opinión

“Al Hudud”: La frontera

Creo que es un tema que merece algunos artículos de opinión –en este caso, la mía personal, claro– para poner de relieve la importancia que para Melilla ha tenido, tiene y tendrá la frontera. Pero en este primero de la serie, permítanme que hable de la carta enviada al rey de Marruecos por Pedro Sánchez una vez que he podido leerla junto a los distintos comentarios y artículos sobre el fondo y la forma de la misma. Carta que, por cierto, no ha sido contestada por Marruecos.

La carta, aun valorando el ánimo apaciguador de nuestro presidente para acabar la crisis diplomática iniciada por Marruecos, no me gusta. No me gusta que sin tener en cuenta la opinión ni de los expertos o asesores del ministerio, ni la del Consejo de Ministros y –ni de lejos– la del Parlamento y ni siquiera la Estrategia de Acción Exterior 2021–2024 aprobada por su propio Consejo de Ministros en abril del año pasado haya decidido – por su cuenta y riesgo– dar un giro de 180º en la postura del Reino de España sobre el futuro del antiguo Sáhara español. No me gusta que se haya intentado cerrar la crisis diplomática con Marruecos abriendo otra con Argelia. Puedo llegar a entender el ‘buenismo’ de sus razones, pero no el fondo ni la forma. Difícil papeleta tiene nuestro Ministro de Asuntos Europeos (sic) para ir a negociar con Marruecos o con Argelia (al que se le avisó, pero no se le avisó del cambio de posición y ya hemos visto las consecuencias) sin el respaldo de todos los partidos políticos españoles –salvo el PSOE y con discrepancias internas– como se puso de manifiesto en la comparecencia del ministro Albares en la Comisión de Exteriores y en la del miércoles por el propio presidente Sánchez ante el Pleno del Congreso.

Yo pensaba cuando se anunció su visita que vendría a reunirse con el Pleno de la Asamblea, los agentes sociales o con el Gobierno de la Ciudad para explicarnos con detalle lo que han estado haciendo estos largos meses de negociaciones, los puntos que se han tratado, los avances y las líneas rojas, los plazos y los acuerdos que –según han dicho– se habían alcanzado. Pero no. Vino a ‘darse un rule’, a escuchar los vítores de unos pocos militantes o simpatizantes socialistas (el titular de que ‘Melilla, está contigo’ me parece un tanto exagerado), a intercambiar confidencias o instrucciones con su Delegada y la secretaria General de su partido, a recordarnos lo que está aprobado en los Presupuestos Generales del Estado –pero no, lo que no se ha incluido en ellos– y las grandes inversiones del Estado –que no del Gobierno, como siempre matizo– en nuestra ciudad.

Por tanto, no estoy muy contento ni tranquilo tras la visita del presidente a nuestra ciudad. Me gustó y agradezco –faltaría más– que se desplazase a Melilla y Ceuta en un breve intervalo de su periplo europeo. Pero, sinceramente, para ver los planos y la maqueta de la nueva Estación Marítima de Ceuta y visitar las obras de nuestro futuro Hospital Universitario y firmar en los Libros de Oro de ambas ciudades no hacía falta perder un tiempo precioso –y mucho más que necesario– para arreglar los problemas y la gravísima crisis en que está inmersa nuestro país: los problemas de los agricultores, ganaderos, del sector cinegético, los pescadores, transportistas; con la inflación desbocada, los precios del combustible, de la energía y la cesta de la compra por las nubes llevando al IPC casi al 10%... y no sigo para no agotar el espacio y cansar a los lectores. ¿Crisis? ¿Qué crisis? Las caras de incredulidad o espanto –vaya usted a saber– que pusieron el presidente y la delegada cuando De Castro aludió a la crisis fue todo un poema…

Según la nota de la propia Presidencia del Gobierno “Sánchez pone en valor en Melilla el acuerdo entre España y Marruecos, que abre un horizonte de cooperación reforzada entre ambos países”. El presidente dijo que lleva meses trabajando para tener el acuerdo que hoy tenemos. ¿En qué quedamos? ¿Hay o no hay acuerdo? Yo no escuché nada de lo que, como todos los melillenses, queríamos oír: los detalles de dicho acuerdo (si es que existe), de cuándo y cómo se va a abrir la frontera; de cuándo y cómo se va a poder transitar mercancías por la aduana terrestre con Beni–Enzar; que, cuando se organice la nueva OPE, los puertos de Melilla y Ceuta no van a ser excluidos por Marruecos; el cómo se va a resolver el problema de que cualquier extranjero que esté o vaya a estar en nuestra ciudad de forma irregular va a poder solicitar el asilo, y tras tramitarse la petición –con plenas garantías, por supuesto– en un plazo brevísimo podrán irse libremente donde le venga en gana con el consiguiente ‘efecto llamada’ para beneficio de las mafias.

Me hubiera gustado oírle decir que “el lunes, lo soluciono” –como dijo la ministra de Hacienda hace unos pocos meses para otro asunto– de cuándo y cuántos refuerzos de las FCSE van a llegar a Melilla para atender las necesidades de control fronterizo en la valla y en los pasos autorizados. Tampoco me ha quedado muy claro en que qué consiste la normalización del tráfico de personas, mercancías y ‘servicios’.

Me hubiese gustado oírle decir que el Gobierno –aparte de solucionar los temas urgentes de seguridad y sanidad en nuestra Ciudad– asumirá los programas y actuaciones que se incluyen en el acabado Plan Estratégico de Melilla 2020–2029 – pendiente aún de aprobación, tristemente, por falta del necesario consenso político– y aportará los recursos financieros y humanos necesarios para su puesta en marcha.

Me hubiera encantado oírle decir que de una vez – y esta vez de verdad– vamos a tener las mejores comunicaciones marítimas de nuestra historia, que los precios de los billetes aéreos bajarán a los niveles necesarios para que la gente pueda venir a disfrutar de nuestra maravillosa ciudad y que los altos costes del transporte de mercancías se van a reducir drásticamente al poner en marcha las bonificaciones previstas desde 2017.

Tampoco me hubiese disgustado escuchar de su boca que, por mucho que quiera el rey de Marruecos, no se va a consentir que se siga pasando por el forrillo de los ‘sarweles’ la españolidad de Melilla y Ceuta y que se le exigirá que se olvide de sus deseos de anexión y de asfixiar social y económicamente a ambas ciudades y que se olvide de mantener su anunciada intención de que los turistas que visiten Marruecos no entren o salgan por los puestos fronterizos de Melilla y Ceuta y que no va seguir inundando las aguas cercanas a Melilla o los peñones con piscifactorías ilegales. Pero, sobre todo, no me gusta que en la carta se hable de la integridad territorial sin nombrar expresamente a Melilla, Ceuta y las Canarias, al menos, por parte de nuestro Gobierno.

Pero no. Nada de eso pude escuchar, lamentablemente. Lo único que me gustó de su discurso fue lo relativo a que “Melilla es una cuestión de Estado” y “reafirmar el compromiso del Gobierno de España con el presente y el futuro de Melilla”. En eso no tengo nada que objetar, pues es lo mínimo que debe decir el presidente del Gobierno. Lo importante son los hechos, no las palabras.

En el próximo artículo –emulando a los recordados Tip y Coll– hablaré de la frontera. Gracias.

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