Estamos de enhorabuena: la frontera se ha vuelto a abrir. Con limitaciones, muchos recelos por parte de los representantes sindicales de los miembros de la FCSE y otros colectivos sociales y con incertidumbres, muchas incertidumbres sobre las condiciones pactadas y las siguientes fases. Pero después de 795 días, ya podemos salir de Melilla, como San Fernando: un ratito a pie y otro andando… y eso debe alegrarnos a todos.
Voy a cambiar de tercio porque ya no merece la pena seguir elucubrando sobre las condiciones, los tiempos y la forma en que van a poder circular las personas y las mercancías –y los vehículos– a través de la frontera, pues eso está en la Hoja de Ruta que nuestro presidente ha pactado –sin mucha concreción, por cierto– y que ahora se está ‘negociando’. Yo pensaba que primero se negocia y luego se pacta, pero me temo que me he quedado anticuado en lo relativo a esta “nueva etapa sin precedentes”. Por tanto, aprovechando que el Río de Oro pasa por la frontera, voy a retomar el tema del Plan Estratégico que lo tenemos un tanto abandonado y es la clave de nuestro futuro y que, hasta la fecha, sus propuestas no se han puesto en marcha.
Me centro en las conclusiones que en el mismo se incluyen en las Orientaciones Estratégicas denominadas ‘Conectividad’ y ‘Nuevo Modelo Productivo’ y que nada tienen que ver con la recuperación de la aduana comercial o del flujo de personas a través de la frontera que, aunque no debemos despreciarla como parte de nuestra economía, no debe ser el centro de la nueva estructura económica. En esto último, todos estamos de acuerdo. De lo primero, tengo mis dudas que haya consenso pues muchos siguen empeñados en mirar solo al norte.
Pues bien, empiezo por el primer y gran problema a solucionar: el transporte de personas y mercancías. Está claro que el elevado coste de los billetes aéreos no se ha solucionado con la bonificación del 75% a los residentes, ni con las condiciones establecidas en las OSP aéreas o con el mejor contrato marítimo de la historia. El problema, en el primer caso, deriva del monopolio ‘de facto’ que las actuales condiciones del aeropuerto impiden la llegada de otras compañías con posibilidad de operar otro tipo de aviones y de eliminar el tope máximo de la bonificación a percibir por la compañía aérea. No hace falta un nuevo aeropuerto internacional ni en el mar ni en la tierra. Bastaría con aprovechar el punto 7 de la Declaración conjunta de Rabat sobre la gestión de espacios aéreos y convertirlo en la gran oportunidad para acordar con Marruecos las nuevas rutas de aproximación que permitan la imprescindible ampliación de la pista del aeropuerto de Melilla. Y sobre las conexiones marítimas, tres cuartas partes de lo mismo: tenemos los peores barcos de la naviera adjudicataria de las tres líneas subvencionadas y menos conexiones con horarios poco atractivos. Y encima, los políticos de turno se permiten el lujo de seguir poniéndose medallas.
La última ‘hazaña’ que nos han vendido como un éxito –fruto de un intenso trabajo–es el borrador del Real Decreto que desarrolla la bonificación a los transportes de mercancías que tenemos aprobada desde los PGE de 2017 tras cinco años desde su aprobación. No puede ser que las bonificaciones previstas sean peores que las que tienen concedidas Baleares o Canarias y que no contemplen las que realmente necesita esta ciudad para que el abastecimiento de la ciudad se abarate y el comercio local sea más atractivo y competitivo para los melillenses respecto a la Península. Así no es posible atraer turismo de ningún tipo: ni el de congresos, ni el deportivo, ni el cultural ni el de vacaciones. Los miles de turistas que nos dijeron que iban a llegar del norte siguen sin llegar y me temo que a los del sur tampoco les va a convencer nuestra actual oferta turística salvo para venir a solicitar asilo político y poder llegar a la soñada Europa en busca de un futuro que no tienen en sus países de origen. ¿Esto es lo que nos espera?
Ya no es tiempo de seguir discutiendo sobre la entrada en la Unión Aduanera o no. En breve, podremos conocer el estudio de EY sobre el tema y a lo mejor encontramos alguna razón además del ‘más España y más Europa’ para optar por una u otra opción. Ya daré mi opinión sobre las conclusiones del mismo cuando lo lea. Pero mientras se decide, se solicita y se tramita –y sin que ello sea incompatible con la inclusión o no de Melilla en el TAC– se debería haber solicitado ya al Gobierno de España la Zona Economica Especial tal y como plantearon los integrantes de la Comisión Técnica del Plan Estratégico y apoyamos desde la CEME hace muchos meses. ¿Por qué no se ha hecho?
En la solución del otro gran problema de Melilla, el paro juvenil y la falta de cualificación profesional, tampoco se ha avanzado mucho. Ni rastro de la oferta a la Fundación Laboral de la Construcción ni del proyecto de PROMESA para crear una escuela de construcción en los oficios propios del sector ni de los casi 5 millones de euros en fondos para cursos de formación para desempleados perdidos en 2020, 2021 y sin rastro de los de 2022 ni de las propuestas de adaptación de las condiciones exigidas a las empresas de formación de nuestra ciudad para poder desarrollarlos. Tampoco se han ofrecido cursos para posibles empleados en las empresas de juegos on–line instaladas en Melilla o de las que se vayan a instalar relacionadas con la economía del conocimiento, los servicios digitales y otras actividades de base tecnológica.
Tampoco hay nada nuevo sobre la –reconocida por todos– necesidad de ganar terrenos al mar, se llame ‘isla’ o ‘ampliación exterior del puerto’ –tanto monta, monta tanto– ni de mejorar la infraestructura portuaria con el famoso pantalán para barcos de gran eslora. Ni de incrementar la oferta hotelera ya que el famoso proyecto del hotel ‘Mar de Alborán’ en el Cargadero anunciado en la FITUR de 2021 por el anterior consejero de Turismo, ya no es prioritario para su compañera de partido, la actual responsable de Turismo. Ni se ha puesto un euro en acondicionar el edificio antiguo de Correos para mejorar la oferta universitaria y dinamizar la Zona Centro, pero se han gastado un dinero en hacer un video del nuevo Campus universitario en los mismos terrenos que se pretende instalar el Campus Tecnológico. Tampoco se ha ampliado el aforo del Pabellón Javier Imbroda como prometió el Gobierno anterior y sigue sin funcionar la piscina municipal cuando ya se ha anunciado la construcción de otro pabellón, otro estadio y otra piscina. Y nos quedamos sin ‘aquapark’.
El otro día vi publicado un artículo en el que se decía que en 2020 se habían dejado de invertir unos 42 millones de euros y en 2021 unos 85 millones y que a final del ejercicio pasado han dejado un remanente de casi 186 millones de euros sin gastar del Presupuesto. Debo entender que son ciertas estas cifras pues no se han desmentido que yo sepa. Y esto no es nada bueno ni halagüeño para la gestión que requiere la puesta en marcha de la nueva economía de Melilla.
Por cierto, ¿a qué esperan nuestros políticos locales para aprobar en la Asamblea el Plan Estratégico terminado en septiembre de 2021? ¿Cuánto más va a seguir el Gobierno central esperando el diagnóstico que está haciendo TRAGSATEC para concretar su anunciado Plan Integral y presentarlo a los ciudadanos de Melilla? Qué manera más absurda de malgastar tiempo y recursos públicos. El diagnóstico lo tenemos encima de la mesa desde hace más de año y medio. Ya tenemos abierta la frontera después de más de dos años de estar cerrada a cal y canto. Y, ahora, la pregunta: ¿cuándo empieza nuestro futuro y quién abre la puerta al mismo?