Opinión

Ahora nos fiamos de Marruecos

Los pasajeros marroquíes que entren en España entre el 11 y el 24 de enero no deberán presentar una PCR negativa para acceder a nuestro país.

Por motivos que la Embajada de España en Marruecos no ha aclarado, el Gobierno central ha levantado el veto a los ciudadanos procedentes de esta zona del Magreb y aquí en Melilla nos encomendamos a la Virgen de Lourdes, a las siete potencias africanas y a las venerables chowafas de Nador por si a Rabat se le ocurre abrir la frontera de Beni Enzar en esa fecha. Que Dios nos coja confesados.

Es cierto que Marruecos ha ejercido un férreo control de personas, barrios y ciudades para evitar la propagación masiva de una pandemia, a la que las instituciones sanitarias del país no podrían hacer frente si llegara a desmadrarse.

Pero yo no me fío de los datos que ofrecen Estados cerrados como Marruecos, Corea del Norte, China o Cuba, donde el coronavirus, según ellos, ha sido controlado con una eficiencia que no consiguen trasladar a otros sectores.

Mire qué curioso, la COVID no se pega en las colas multitudinarias en las que no se guarda la distancia de seguridad en Cuba. ¿Y saben por qué? Porque el mismo Gobierno que nos dice que todo el pueblo está de acuerdo con el partido único (el comunista), es el encargado de hacer públicos los datos de contagios y muertes durante la pandemia.

Aunque yo, personalmente, no me creo de Marruecos ni la mitad, tengo que reconocer que se han tomado muy en serio lo del coronavirus. En este sentido hemos leído estupefactos que el pasado 14 de diciembre las autoridades marroquíes impidieron a una ciudadana china subir a un avión que salía para España porque la PCR negativa, exigida con un máximo de 72 horas, llevaba 15 minutos caducada. Olé los güevos de ese oficial que echó para atrás a la china.

Sinceramente espero y deseo que el levantamiento del veto a los pasajeros marroquíes esté justificado y respaldado por datos epidemiológicos y no sea sólo un gesto para congraciarse con el país vecino en vísperas de la celebración de la Reunión de Alto Nivel hispano-marroquí prevista para el próximo mes de febrero.

Marruecos, hay que admitirlo, ha ido por delante no sólo a la hora de decretar el cierre de fronteras un día antes que nuestro país. También en la apuesta por la vacuna china Sinopharm, de la que Rabat adquirió 10 millones de dosis con las que a principios de diciembre dijeron que iban a inmunizar a 5 millones de personas, de manera gratuita, priorizando a mayores, personal sanitario y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

La pregunta no es entonces, ¿por qué se relaja la exigencia a los pasajeros procedentes de Marruecos ahora? sino más bien, ¿por qué metimos a los marroquíes en ese saco antes? o quizás ¿por qué levantamos el veto justo ahora que hay un rebrote alarmante en nuestro país?

La boda del año

El coronavirus, como el Sida, no tiene cara. No podemos ni debemos fiarnos de éste o aquel pasajero porque todos somos susceptibles de contagiarnos. ¿Quién nos asegura que la boda del año del cepemista Latif El Fahmi no se ha convertido en un foco de infección en nuestra ciudad? ¿Todos los invitados tenían PCR negativa?

Esas dudas van a más con las declaraciones de Dunia Almansouri en las que se refiere a los vídeos que todos hemos visto de la boda del año en términos muy duros. Según la consejera de Hacienda, las imágenes son “reprochables”, “condenables” y “nada apropiadas para la situación de pandemia que estamos viviendo”.

Yo no digo nada, pero cuando un jefe habla así de una metedura de pata de uno de los trabajadores de su departamento, lo mejor es prepararse para lo peor.

En todo caso vamos a esperar y a estar pendientes para ver en qué quedan las investigaciones que han abierto la Consejería de Salud Pública y la Guardia Civil. Que en esta ciudad todos sabemos cuándo empieza a investigar, pero al final todo se queda en agua de borrajas.

También vamos a estar pendientes de qué consecuencias tiene el levantamiento de la exigencia de PCR negativa a los pasajeros procedentes de Marruecos. Estos vetos se revisan cada dos semanas. En principio puede que el miedo sea sólo por instinto de supervivencia porque en realidad, son muy pocos los que se atreven a viajar en las circunstancias actuales. Es difícil.

Si no, no se explica la calma chicha con que los melillenses se han tomado el contrato marítimo que nos hace retroceder un cuarto de siglo en derechos y calidad de los servicios. Por eso nos pisan la cabeza porque aquí cada uno va a lo suyo. La gente no vela por lo de todos. Hasta que no te afecta a ti, no es un problema que deba preocuparte. Así nos va. Estamos cada vez más abandonados por el Estado. Prometo no asombrarme si en la próxima RAN es España la que pone sobre la mesa del tema de la cosoberanía con Marruecos. Están deseando soltar lastre. Y adivinen cómo se llama el lastre: se llama Melilla y Ceuta.

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