UN vecino se quejaba hace poco en las redes sociales de que su perro tenía diarreas debido a la mala calidad del agua del grifo en Melilla. Eso, añadía, le impedía recoger la caca de la calle por motivos obvios.
Otro melillense usó un grupo local de Facebook como tribuna para criticar el mal sabor del agua que convierte en un trago amargo la higiene bucal.
No tengo claro cuánto tiempo pasará hasta que se amplíe el cuarto módulo de la desalinizadora de Melilla. En principio se acaban de licitar las obras por 19 millones de euros y el Gobierno nos asegura que empezarán a ejecutarse entre abril y mayo del año que viene. Si esto finalmente se cumple, la producción “con calidad de agua mineral” aumentará de 20.000 a 30.000 metros cúbicos.
Sonar, suena de escándalo. Otra cosa es que se haga realidad. Sin ir más lejos, en 2007 la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir anunció a bombo y platillo que en diez días tendríamos “agua de calidad” las 24 horas del día.
Eso fue hace 12 años y a día de hoy seguimos teniendo irregularidades con el servicio de agua potable (si es que a lo que sale del grifo se le puede llamar así) que se permiten muy pocos gobiernos en este país porque saben que las urnas no lo perdonan. Justo ayer, tragamos con un corte programado del suministro de agua potable a las tres de la tarde.
Mucho me temo que aquí la gente no tiene rencor hídrico, ni memoria hídrica ni estrés hídrico. ¿Es normal que nos corten el agua? ¿Es normal que no se pueda beber, por mucho que digan que sí?
Para una persona de una aldea del Sahel, tener agua en el grifo con la calidad de la de Melilla sería una fortuna. Pero no podemos aspirar, únicamente, a estar mejor que en Malí. Si comparamos nuestra agua con la de Granada, Segovia o Madrid nos damos cuenta de que la nuestra es infame.
Pues bien, después de no sé cuántos años vendiéndonos la burra, ahora parece que va en serio y el año que viene empezarán las obras de la desaladora, pero no se terminarán de la noche a la mañana sino dentro de casi dos años. O sea, queridos, poneros cómodos porque el viaje es largo.
Ahora sabremos si en esto basta con voluntad política o si en Melilla llevamos años luchando contra molinos de viento, que sólo el bendito loco de Don Quijote reconoce como desaforados gigantes.
Ayer el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, fue realista y aconsejó que mientras empiezan las obras, habilitar depósitos de almacenamiento de agua en las viviendas, como los tienen todos los vecinos de La Habana o de Caracas, porque saben que en cualquier momento cortan el servicio y allí es normal pasar uno, dos, tres y hasta una semana sin ver el líquido aparecer por casa.
Bueno, por lo menos es honesto. Pues eso, señores, que esto no va a ser coser y cantar. Vamos a pasar la barrera de 2020 sin tener el agua potable de calidad garantizada las 24 horas del día. En Cuba, cuando alguien dice “¡Agüita!” se entiende algo así como “¡Qué barbaridad!”. Pues eso, ¡Agüita!”
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