Opinión

¿Agua de Melilla por defecto en el menú del día?

No sé si reír o llorar cuando desde el Ministerio de Sanidad se recomienda a los bares y restaurantes servir agua del grifo a sus clientes. Beber un vaso de agua del grifo en Melilla te deja una sensación similar a pegarle un lametazo a un trozo de salazón de bacalao. Esa experiencia sensorial límite es igual de desagradable en Murcia o en algunos pueblos de la Andalucía profunda, donde ni siquiera llega el agua potable a los grifos y hay que guardar cola en los camiones cisterna que recorren los barrios cargados de agua.

En Madrid siguen creyendo que todos tenemos un agua como la suya, la de Segovia o la de Granada y eso es algo que no debería permitirse un ministerio que representa a todos los españoles: a los que le votaron y a los que no; a los del norte y a los del sur.

Por cierto, a última hora de la tarde de este miércoles desde el Departamento de Carolina Darias desmintieron que se vaya a prohibir el alcohol en los menús de los restaurantes, aunque no pueden negar que entre los objetivos de la Estrategia de Salud Cardiovascular se incluyó ofrecer agua del grifo por defecto en esos menús diarios.

Después del revuelo que se montó en toda España, al Ministerio de Sanidad no le quedó más remedio que aclarar que es una recomendación y que nunca hablaron de prohibición, desmintiendo de esa forma el tuit de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el que la lideresa mostraba una copa de vino "como la que quiere prohibir" el Gobierno de España.

No sé si os acordáis de cuando en julio del año pasado el ministro de Consumo, Alberto Garzón, nos pidió a los españoles que comiéramos menos carne con el hashtag #MenosCarneMásVida. Si eso fuera cierto, los cubanos no moriríamos nunca porque con el comunismo al mando todos hemos seguido una dieta rica en proteínas vegetales hasta el punto de sufrir diarreas tras comer un trocito de carne.

En el ADN de los comunistas está grabado el verbo prohibir. No se conforman con cercenarnos los derechos. También necesitan decidir qué comemos y cuándo lo comemos. De ahí, las famosas cartillas de abastecimiento de la antigua URSS o de Cuba, que racionan los gramos de carne y pescado; el número de huevos, o los kilos de arroz que puedes consumir a la semana.

Se les ve venir de lejos. Estoy convencida de que ellos están convencidos de que todo lo que hacen es por el bien de la humanidad. Si los dejáramos, nos devolverían a la era de las cavernas para andar semidesnudos y reconvertidos en recolectores y cazadores. No veas la ilusión que hace retroceder siglos de historia.

La pobreza y el comunismo siempre van de la mano. Alucino cuando veo a toda España odiar a Putin, ignorando que ese señor tiene un pasado vinculado al órgano de terror que los comunistas utilizan en todos los países en los que han implantado su famosa dictadura del proletariado que a diferencia del resto de dictaduras, está dirigida por personas con muchas limitaciones intelectuales.

Hace un tiempo, hablando con una lingüista radicada en Oslo, le preguntaba sobre el origen de la vulgaridad en el habla de los cubanos y ella lo tenía claro. La 'famosa' revolución cubana la hicieron campesinos que de la noche a la mañana se convirtieron en ministros y dirigentes de un país que era imposible hundir. Pero se superaron a ellos mismos y lo hundieron.

Esos campesinos humildes y sin estudios se convirtieron, de la noche a la mañana, en la élite dirigente de un país. En la calle, la gente, inconscientemente tiende a imitar a las clases dominantes. De ahí la ordinariez, la perversión de la lengua y las formas de las que han hecho gala incluso diplomáticos cubanos, grabados montando escraches chancleteros en foros internacionales.

Es lo que pasa cuando el proletariado alcanza el poder. No tienen formación para debatir. No tienen cintura para aguantar críticas. No soportan que se les critique porque su complejo de inferioridad les lleva a dar un golpe en la mesa y recordar a todos el famoso latiguillo de "aquí mando yo".

En sitios como Melilla, el agua no se puede servir por defecto en los bares por más que las autoridades nos digan, no de ahora, sino desde hace tiempo, que nuestra agua es potable y que beber agua es mucho más saludable que beber alcohol.

Yo no lo discuto porque no he sometido un vasito de agua de Melilla a análisis químico. Pero coincidirán conmigo en que una cosa es que sea potable y otra muy distinta es que sea bebible. Beber agua de Melilla es como hacer gárgaras con 'after shave'.

Por suavizar el símil, digamos que no es agradable al paladar. Vamos, que no da gustico. Por eso quizás, hay muy pocas fuentes en los parques para que los niños beban agua mientras juegan, como existen en muchísimos puntos de España.

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