El desempleo ha bajado en 30.113 personas en España. Es uno de los pocos datos positivos en medio de una marea de números rojos. Es cierto que hace un año la disminución fue más del doble. En mayo de 2011 se cayeron de las listas del paro 79.701 personas, pero al ritmo que están cambiando las cada vez más numerosas circunstancias que influyen en la economía ya casi nada es comparable con nada. Hoy resultaría absurdo afirmar, por ejemplo, que la evolución del desempleo es mejor que en 2008 porque en el mes de mayo de aquel año el paro se incrementó en 15.058 personas.
Ahora es casi obligado vivir ‘día a día’, sin echar demasiado la vista atrás ni despreciar nada a lo que podamos agarrarnos en medio de esta tormenta financiera. Por ello resulta esperanzador el dato de que el desempleo haya descendido en todos los sectores. Sin embargo, hay que reconocer que, en el lado contrario de la balanza, pesan como una auténtica losa los 524.463 parados más que se contabilizan en este mes de mayo en relación al de 2011.
Aquí, en Melilla, los datos arrojan un tajante 9,7% de aumento de desempleo debido a la finalización de los planes de empleo, que como siempre, para bien y para mal, dejan en papel mojado las estadísticas si no se hacen las oportunas correcciones. Sin embargo, se observan algunos datos esperanzadores, como el hecho de que haya aumentado ligeramente el número de trabajadores autónomos.
Son pequeñas chispas de optimismo que no sirven para arrojar luz sobre nuestra economía, pero que pueden ser indicadores de que hemos empezado a caminar por la senda de la recuperación. Pero para que realmente haya alguna esperanza de que sea así, necesitamos inyectar oxígeno en la economía española, lo que no significa que los socios europeos acudan en nuestra ayuda con intención rescatarnos. Es precisamente lo contrario: Necesitamos que realmente den muestras tangibles de que confían en que España es capaz de salir a flote por sí misma y que nos espanten los tiburones financieros que nos acosan.